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HABIA UNA VES


Enviado por   •  8 de Marzo de 2013  •  472 Palabras (2 Páginas)  •  316 Visitas

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Había una vez, un matrimonio joven que vivía en una casa con un jardín pequeño, pero muy bonito. En este jardín no había árboles, pero sí canteros con flores y plantas, césped y algunas macetas.

Una de las ventanas de la cocina de la casa daba al jardín. En el umbral de esa ventana, vivía Gladiola una flor muy bella que estaba plantada solita en una muy bonita maceta y a la cual la dueña de casa se encargaba especialmente de cuidar.

Gladiola vivía feliz en su maceta, siendo reina y señora de su espacio, su tierra, el agua que recibía, en fin… dueña de todo. Muchas veces, mirando a las demás flores que convivían con muchas otras en los canteros del jardín, Gladiola se preguntaba cómo hacían para vivir tantas flores juntas.

-“¡Qué feo debe ser! ¡Qué incomodo, tener que compartir todo con otro! -se decía a sí misma.

Sin embargo, las flores, que no vivían solitas, tenían cara de ser muy felices, cosa que a nuestra amiga la intrigaba por demás.

Más de una vez, se ponía a conversar con ellas y les preguntaba cómo era eso de compartir una maceta o un cantero y que las cuidaran y regaran a todas juntas, y no a ninguna en particular. Todas las flores, sin excepción, le contestaban que era divertido y muy lindo, que se sentían muy bien acompañadas y que no cambiarían su lugar por el de ella por nada del mundo.

-“¡Deben estar loquitas éstas! -decía Gladiola, convencida de que no había nada mejor en el mundo que tener un espacio único y propio para uno mismo.

Una mañana mientras el matrimonio desayunaba, escuchó una conversación que jamás habría querido escuchar. El matrimonio estaba hablando de ella y decían que se veía muy sola en su maceta, que algo había que hacer, darle un compañero o compañera. “¡Jamás!”, pensó Gladiola, furiosa.

Sin embargo, ellos seguían planificando “ampliar la familia”.

-“Es lo mejor” -dijo la señora.

-“Este es el momento” –dijo su marido.

-“Pues entonces, pongámonos en campaña para darle una compañera a nuestra flor”.

Gladiola no creía lo que sus pétalos escuchaban. Estaba más que furiosa, no sabía qué hacer, no podía creer lo que sus dueños le iban a hacer. ¿Qué pasaba con ellos? ¿No era ella lo suficientemente linda como para embellecer el umbral de la ventana que necesitaban ponerle una compañera? Si ella no había pedido nada, ¿por qué tomaban esa decisión? Estaba más que bien solita y no quería compartir con ningún intruso su maceta, su umbral, la tierra que la sostenía y mucho menos a sus dueños, que con tanto cariño y esmero la cuidaban. Decidió que algo tenía que hacer. Como no podía hablar con ellos, de algún modo debía expresar su enojo.

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