Imperialismo

El imperialismo ecológico.

El capitalismo en su lógica de acumulación de capital, implementa prácticas caracterizadas por la colonización de los pueblos y de la naturaleza. Entre estas prácticas que causan y exacerban las desigualdades entre el Norte y el Sur, encontramos el “Imperialismo Ecológico”.

El imperialismo ecológico se evidencia en acciones orientadas a la dominación de los pueblos a partir de la mercantilización de la naturaleza, expolio, saqueo de bienes comunes y la imposición de una visión de mundo que plantea una relación utilitarista y depredadora entre ser humano –naturaleza.

El saqueo sistemático del capitalismo hacia la naturaleza, se oculta detrás de una retórica aparentemente “ecológica”, que esconde los intereses de las trasnacionales de acaparar los bienes comunes mediante el artilugio de una “economía verde”.

Un texto muy revelador es el de Vega Cantor (2006) titulado “El imperialismo ecológico. El interminable saqueo de la naturaleza y de los parias del sur de mundo” , en este trabajo, el autor explica las características y facetas del imperialismo ecológico como lo son la práctica de la biopiratería, el traslado de desechos tóxicos a los países del sur, el desconocimiento de la deuda ecológica entre otros.

La biopiratería, por ejemplo es el robo de los saberes ancestrales de nuestros pueblos, por parte de las la multinacionales de la biotecnología. A partir de esta práctica se apropian fraudulentamente de la biodiversidad y de los conocimientos ancestrales de los pueblos del Sur. Al respecto, Vega Cantor (2006) plantea que “la apropiación de las riquezas biológicas de las selvas y bosques tropicales forma parte de una nueva fase de dominación imperialista, tan rapaz y genocida como los anteriores periodos de saqueo colonialista del planeta”.

Otra faceta del imperialismo ecológico es el traslado de material tóxico a los países del Sur. Países como los Estados Unidos manda toneladas de residuos altamente tóxicos a países pobres, de esta forma se deshace de ese material en su territorio, pero lo “exporta” a otros pueblos sin importarles las consecuencias nefastas que estas generan en la naturaleza y en los seres humanos expuestos a estos desechos. Esta práctica es la expresión de un “racismo ambiental” que como explica Vega Cantor (2006) “la lógica criminal del racismo ambiental se basa en el supuesto de que unos grupos humanos tienen el derecho a consumir hasta el hartazgo, sin miramientos con los que viven en condiciones infrahumanas de vida, y luego enviarles los residuos tóxicos a sus territorios”.

Los países del Norte no han querido reconocer la deuda ecológica que han contraído con los países del Sur a partir del saqueo que han hecho a través de años de los bienes comunes de nuestros pueblos.

El reconocimiento de la deuda ecológica pasa

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