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Juan Jaquez


Enviado por   •  11 de Julio de 2013  •  1.641 Palabras (7 Páginas)  •  441 Visitas

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¿Es importante poner límites a los niños?

Sin duda esta es la primera pregunta que se debe responder para iniciar una conversación en el tema relativo al cómo educar, y su respuesta es un rotundo sí. Sabemos que todo niño necesita sentirse seguro en el mundo, necesita, por decirlo así, un espacio conocido a través del cual moverse, una certeza mínima de seguridad y orden. Cuando nacen, los niños requieren que los padres los muden y los acuesten, les den de comer cuando tienen hambre, etc. A medida que van creciendo, los niños necesitan que los padres le enseñen que el fuego es peligroso porque quema, o que los enchufes de electricidad no pueden tocarse porque electrocutan.

Estas sutiles y comunes instrucciones a parte de su propia experiencia permiten que los niños, que no saben lo que hace daño, comiencen a dibujarse lentamente un mapa mental que los guía en el mundo, mapa que se va agrandando y haciendo cada vez más complejo a medida que van creciendo. Con el tiempo, los niños van haciendo suyo este mapa, lo que significa que poco a poco aprenden a ponerse límites a sí mismos y no necesitan de un adulto que repita siempre la misma instrucción.

A esto se llama el autocontrol o autodisciplina, la que se construye en este proceso entre el adulto que enseña y el niño que recibe y aplica este aprendizaje. Cuando un niño no recibe en forma cariñosa la información de los adultos cercanos sobre lo que no debe hacer, tendrá más dificultad para ciertas normas y formar su autocontrol. En este sentido, más que reflexionar si es o no necesario poner límites a los niños, lo que nos inquieta a los padres y a todos los que nos dé dicamos a la educación es ¿cómo se hace?

¿Cómo definir los límites a los hijos?

Revisamos ya la importancia de las normas y los límites en el proceso educativo de los hijos. El desafío es ahora saber cómo y cuándo expresamos las normas, y cuáles son las normas que queremos aplicar. Una de las certezas que se tiene en la educación de los hijos, es justamente la de saber que las normas deben ser comunicadas de una manera muy clara y precisa. Deben ser normas consistentes y consensuadas entre los padres.

Siguiendo el ejemplo anterior del deportista, un jugador de fútbol sabe que si toca la pelota con la mano (y no es el arquero) será sancionado por el árbitro. Sabe, además, que será sancionado por cualquier árbitro que dirija el partido. Asimismo, los niños necesitan saber que si hacen (X) sus padres van a responder con (Y) en forma sistemática. Por ejemplo, si un niño recibe lo que quiere cada vez que hace pataleta, aprenderá a conseguir su objetivo repitiendo las pataletas. Se sabe también que las reglas expresadas de manera confusa, las normas contradictorias, aquellas que no son del todo comprendidas por los niños, se prestan para dobles interpretaciones y pueden provocar

trastornos afectivos posteriores. Normas confusas generan niños confusos e inseguros. Una regla confusa es aquella en que al niño no le queda claro qué es lo que tiene o no tiene que hacer. Por ejemplo: si se le dice que puede ver tele después de comer pero un ratito y a veces sí y a veces no, finalmente el niño no sabe qué es un ratito, o por qué a veces sí y a veces no, se confunde e inseguriza, no sabiendo cómo debe actuar.

También es importante tener en cuenta que no es bueno que existan muchas reglas o normas en la casa. El exceso de reglas genera niños pasivos o muy inseguros. Es mejor tener una cantidad moderada de normas que sean claras y se hagan cumplir siempre.

Cuando la norma es clara, el niño tiene una referencia estable de cómo moverse en el mundo. Gracias a la norma el niño puede ordenar su conducta y saber a qué atenerse. Por eso, es sumamente necesario hacer explícitos los límites con los niños desde que son pequeños. Suele ocurrir que muchos padres no han instaurado un sistema de normas cuando los hijos son chicos y al llegar a la adolescencia, los padres se sienten sobrepasados y no saben cómo manejar o regular las conductas de sus hijos. Frente a éstos, intentan improvisar la existencia de normas o reglas sin lograr resultados efectivos.

1 Decálogo para formar delincuentes

1. Desde la infancia dele a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas "más graciosas".

4. No lo regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no se preocupe de que su mente se llene de basura.

7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá

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