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LOS EXTRAÑOS ANIMALES DEL CAMINO


Enviado por   •  8 de Octubre de 2013  •  717 Palabras (3 Páginas)  •  245 Visitas

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LOS EXTRAÑOS ANIMALES DEL CAMINO

Conrado un hombre de mediana contextura, luciendo pantalón de dril con pasadores entrecruzados y bocamanga estilo campana, al filo de la media noche, de un día cualquiera de los años cuarenta, tras culminar su jornada como molinero en El Colombiano, se encaminaba hacia “El Llano” un asentamiento negroide al pie del mítico cerro que guarda la riqueza aurífera de Marmato, un pueblo lleno de leyendas, mitos y tradiciones.

A la altura de la casa de Sara, una apacible mujer que preparaba deliciosas empanadas para mitigar el voraz apetito de los feligreses que los domingos se daban cita para asistir a misa de once en la Iglesia Santa Bárbara, súbitamente, en la oscuridad de la noche se topo con una cerda de cuerpo alargado, blanca, flácida, emitiendo profundos y aterradores gruñidos por un prolongado hocico que le daba un aspecto tétrico y asustadizo.

Alelado por el inesperado encuentro, quiso hacerse a la vera del camino para esquivarla, pero la macilenta criatura con rápidos y agiles movimientos se lo impedía una y otra vez. Desenfundo entonces la “Guacharaca” que portaba al cinto para deshacerse del furibundo animal, que con sorprendente habilidad esquivaba todo golpe que le lanzaba con el afilado machete,

La desigual lucha entre el hombre y la reina de lo espeluznante lo dejo exhausto. Mientras el viento chirriaba misteriosamente entre la arboleda, la transmutación del ángel del mal se esfumo, sin dejar huellas en el desafiante frio de la madrugada.

Enfundo su niquelada guacharaca con empuñadura de cuerno de res. Aun con sus cabellos crispados supero los alrededores del camposanto, una antiquísima construcción de tapia sin recubrir, puerta de entrada en forma de arco y naves en hierro forjado, con una inscripción vaciada en argamasa: “Tú serás lo que yo soy”.

Cuando se disponía a superar “El Tanque” un paraje de ingrata recordación por las frecuentes apariciones que allí se suceden, debió encarar una nueva asechanza. Un puerco, esta vez negro, rechoncho, tendido y atravesado en el piso, gruñía melancólicamente y resoplaba incesantemente cuan moribundo antes de espirar.

De un salto dejo atrás la horrenda aparición. A lo lejos escuchaba los perros que inquietos ladraban lastimeramente, componiendo una homófona y tétrica sinfonía. En el espacio resonaba el místico susurro de las plantas al airear su denso follaje. Indescifrables siluetas formadas por las alargadas hojas del cañizal disperso en la empinada ladera creaban un ambiente hostil que le inspiraba un miedo indescriptible.

Inmerso en su soledad, con su lámpara de carburo iluminaba de amarillo verdoso el estrecho sendero que lo conduciría hasta la propiedad de “Mambo” en El Llano. Desde allí a la distancia observo un enorme perro negro que se dirigía a su encuentro. Se refugió entonces

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