La Administración En Un Entorno Global
diancazarez30 de Mayo de 2014
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No hay que entender a la globalización únicamente como un proceso planetario que afecta a
todos los países, se apoya en las tecnologías de la información y de las comunicaciones,
promueve la interconexión en tiempo real de personas, organizaciones y mercados y facilita la
movilidad de capitales, bienes y servicios. Constituye, además, una nueva forma de pensar la
realidad organizacional, social y económica que permite mejorar la comprensión de entornos
locales y optimizar su gestión.
Lo global reside también en lo local. De ahí la necesidad de aproximarse a ello desde enfoques
sistémicos, abiertos a la captación de las múltiples conexiones causales que se dan en su seno y
atentos a la existencia de relaciones de dependencia con respecto a factores de influencia
aparentemente remotos.
La gestión de los procesos, de los equipos y de las organizaciones ha de beneficiarse de esa
visión integral que orienta la acción con mayores posibilidades de acierto, facilita la mejora y
contribuye al progreso social y económico.
Por otra parte, la globalización ha llevado consigo, paradójicamente, una revalorización de lo
local. Esa tensión dialéctica entre lo global y lo local, que ha generado en el mundo de la
reflexión cultural el concepto de lo global, afecta al Estado-Nación de muy diferentes maneras y
genera demandas contrapuestas en el ámbito de la Administración. Así, por un lado, se requiere
de ella respuestas rápidas y flexibles en la toma de decisiones y, por otro, se espera una mayor
receptividad ante los ciudadanos y el desarrollo de procedimientos nuevos de consulta y
participación. La búsqueda de fórmulas capaces de mejorar la calidad de las decisiones a través
de la participación y, al mismo tiempo, asegurar las respuestas ágiles y rápidas que la economía
necesita constituye otro de los desafíos de las administraciones públicas y privadas del próximo
siglo.
En el plano económico y comercial la globalización amplía los mercados, permite una reducción
de los costes de producción y abre nuevas oportunidades de negocio, facilitando los
movimientos de capitales y estableciendo conexiones entre mercados y sistemas productivos
remotos. Todo ello estimula la competitividad entre las economías nacionales y requiere de los
individuos, de las empresas y de las Administraciones, la máxima dosis de acierto en todas
aquellas actuaciones que tienen su repercusión en la vida económica e influyen en su
productividad.
La globalización de la actividad económica ha supuesto un cambio radical en el concepto de
competitividad. En efecto, la aparición de mercados supranacionales y la adhesión de la mayor
parte de los estados occidentales a organizaciones de libre comercio, determinan que la
competitividad se concentre en las empresas o en el tejido productivo. En este contexto, las
administraciones públicas y privadas tendrán la responsabilidad de impulsar la capacidad de
competencia de las empresas mediante la mejora de la regulación y de su eficacia y eficiencia.
Además, el surgimiento en la escena internacional de nuevos competidores cuyos sistemas de
protección social están infradesarrollados produce importantes cambios en los factores de
competitividad tradicionales, muy ligados a coste y precio. Cada vez, con mayor intensidad, la
competitividad depende de la diferenciación en producto o en proceso.
En este contexto internacional, el conocimiento se ha convertido en un factor decisivo de
progreso económico, en una fuente de ventaja competitiva sostenible. Indudablemente, la
innovación tecnológica propia puede
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