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La Importancia De La Educación Civica


Enviado por   •  8 de Julio de 2011  •  2.323 Palabras (10 Páginas)  •  9.032 Visitas

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La importancia de la educación cívica

La escasa preocupación por la formación cívica puede interpretarse de diversas maneras. Una es la de un cambio de intereses generacionales (dado que los jóvenes prestan menos atención a esto que los adultos) quizá pero no necesariamente--- asociado a una variación en el énfasis que la escuela da a tal elemento. Pero más allá de los matices numéricos, tanto jóvenes como adultos Contra lo que parece, no es forzosamente un indicador de que no valoricen al civismo. Sin duda esta posibilidad existe, pero acompañada de otra no menos evidente, la de que al margen del aprecio por tal o cual rasgo del aprendizaje hay algunos que son más difíciles de encarar, siendo a la vez estratégicos desde el punto de vista de su rendimiento económico futuro. Verbigracia, las matemáticas pueden ser más difíciles que la historia nacional, y la disciplina de estudio, algo más arduo de interiorizar que el amor a la patria. La preocupación mayoritaria por los aspectos prácticos de la educación bien podría deberse a esta dificultad intelectual y no tanto o no sólo a la indiferencia por la dimensión ética y cívica de la educación.

Se requiere de una formación de ciudadanos, pero esa formación debe empezarse desde la escuela. Hay que formarlos en la vida, directamente, agregando a su trabajo de todos los días, a sus alegrías, inquietudes y sinsabores, el trabajo y la inquietud por los asuntos comunes. Hay que explicarles esos asuntos comunes, hay que hacerles entender la trascendencia que tienen para la Nación, para el Estado, para la ciudad, y para cada familia y para cada persona. Hay que hacerles conocer las posibles soluciones y los caminos posibles. Hay que recordarles que sólo una autoridad capaz y limpia puede presidir el esfuerzo común necesario para resolver esos problemas, para atender debidamente a esos asuntos comunes. Hay que hacerles saber que la autoridad debe ser nombrada, debe responder ante ellos; que nunca responderá ante ellos si es nombrada por otros, contra su voluntad. Hay que hacerles sentir, así, la tremenda, la magnífica responsabilidad de ser ciudadanos.

En la época de la crisis mexicana de los ochenta, la familia y la escuela fueron altamente valoradas. Cuando no alcanza el dinero para el sustento se dan mecanismos de solidaridad en el núcleo doméstico y estrategias de subsistencia para que un número mayor de sus miembros aporte ingresos. La familia se une con base al apoyo mutuo, a los intereses y actividades escolares de sus miembros. A la escuela, por su parte, se le otorga un lugar central para adquirir conocimientos, habilidades o destrezas que se espera puedan aprovecharse en el mercado. A través de sus opiniones la población hizo sentir su preocupación porque la escuela capacite, desarrolle en los educandos actividades prácticas y les otorgue disciplina para su quehacer. Pero también la escuela apareció como el agente predominante en la socialización de los niños y jóvenes; como aquél que permite a las personas adquirir formas de vida y prácticas culturales aceptadas por la sociedad.

La escuela, particularmente en el nivel básico, es, sin duda, un lugar único por el que se espera que pasen todas las generaciones. Para las personas adultas que trabajan, lo importante es que sus hijos vayan a la escuela, y no hay preferencias claras en cuanto a si son escuelas privadas o públicas, religiosas o laicas, donde se imparte mejor educación. Existe la hipótesis de que durante el periodo de la crisis hubo una reacción del mercado para estratificar a los profesionistas según el tipo de escuela de la que provenían (pública o privada), lo que en el caso de México está directamente vinculado con el origen social.

Por otro lado, a la escuela se le valoró al margen de la calidad de la enseñanza y del sistema educativo. A este último se le percibió de otra manera, en sus desandanzas en medio de la crisis. Ésta lo afecto de manera substancial, pues los sucesivos programas de ajuste estructural de la economía tendieron a limitar su eficacia al dejarlo de considerar como un factor esencial de desarrollo. Súbitamente, la política social pasó a sujetarse a restricciones presupuestales del gobierno, lo cual tuvo un fuerte impacto en el gasto educativo, que se prolongó durante todo el decenio de los ochenta. Cambiaron los tiempos, las concepciones sobre la educación y el discurso que, en concordancia con las políticas, devaluó el prestigio de las instituciones y restringió los horizontes de la formación escolar.

En las circunstancias de la crisis se había deteriorado todo el sistema de educación, por lo que hace a sus recursos materiales y humanos. Falta de escuelas, mobiliario e instrumentos para la enseñanza en las instalaciones, preparación de los profesores y mal pago a los maestros. En otros términos, carencia de condiciones para recibir una buena enseñanza, a lo que se agregaron problemas socioeconómicos en las familias, señalados por la población como la principal causa para no seguir estudiando.

En fin, la crisis y sus efectos sobre la educación, se integraron en un marco valorativo divergente que en ocasiones reveló esperanzas renovadas de salir adelante por la escolarización, mantener expectativas y promesas del proyecto de educación nacional y una vocación de reforma institucional. En otras palabras, sentimientos de fracaso y ruptura de creencias sobre el papel que tiene la educación para liberar a las personas de su mala condición social. Si por un lado quedaban los recuerdos de los esfuerzos realizados para combatir el analfabetismo, por el otro, es posible que no se comprendieran las dificultades de los profesionistas para emplearse o su franco desempleo.

En los últimos años el civismo se ha transformado de una política y un modelo educativo esencialmente nacional y nacionalista, a una política de dimensiones globales. El tema de la educación cívica ha venido ganando relevancia en diversos países, ligado a la construcción o reconstrucción de regímenes democráticos en Europa, Africa, Asia y América Latina.

En México también es necesario un nuevo civismo. En pocos años el propio desarrollo político del país ha transformado radicalmente la relación entre las autoridades y los ciudadanos, los partidos y el gobierno, los poderes del Estado, y las formas de organización y participación de estudiantes, trabajadores, profesionistas, campesinos, indígenas, mujeres y demás grupos y sectores de la sociedad civil. Nuevas condiciones estructurales en la política exigen una nueva cultura y una nueva educación.

La ciudadanía no es, en última instancia, una concepción estática o, mucho menos, abstraída de la realidad social y política de un país, región o comunidad. Las condiciones de participación

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