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La Psicoandragogia


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2013  •  1.309 Palabras (6 Páginas)  •  644 Visitas

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En general, existen dos grandes motivaciones que mueven a una persona a iniciar un proceso de aprendizaje. Se puede aprender para comprender, para explicar, para interpretar una realidad. Es lo que hacen los académicos, los teóricos cuyo objetivo es el desarrollo del conocimiento en sí mismo. Pero hay quienes aprenden con el objetivo de transformar la realidad. Ciertamente, para transformarla, es necesario conocer cómo opera, cómo es esa realidad. Pero el punto de observación de quién aprende por uno u otro motivo es muy distinto. Y para quien intenta profundizar en la naturaleza del proceso de aprendizaje, tener claro cuál es la perspectiva de observación es relevante.

Esta opción cobra especial interés cuando hablamos del proceso de aprendizaje en los adultos. Y muy especialmente cuando hablamos de capacitación.

Cuando un adulto se capacita lo hace, fundamentalmente, para mejorar sus prácticas de trabajo; y trabajo es transformación de la realidad. Cuando un adulto se capacita lo hace para modificar la relación que él tiene con su quehacer, con las herramientas técnicas que utiliza y con las personas con las cuales se relaciona en ese quehacer. De tal manera que aquí hablaremos de un aprender para transformar; entendiendo, claro, que esta dicotomía es sólo metodológica.

El ser humano es uno sólo y en sus procesos mentales, la teoría y la práctica se asocian indisolublemente. Pero tanto la teoría como la práctica pueden asumir formas diferentes. Y esas diferencias afectan la metodología para enfrentar el proceso de aprendizaje. Por eso decimos que el objetivo con el cual se enfrenta un proceso de aprendizaje es un elemento vital para analizar el tema.

Y para nosotros, ese objetivo es la transformación de las prácticas de quienes aprenden. En todo proceso de aprendizaje se pueden distinguir momentos. El primero de ellos es un momento subjetivo: el sujeto se enfrenta a la realidad y elabora una representación de dicha realidad, representación que tiene sentido y significado para él. En un segundo momento, el sujeto socializa esa representación: la compara con las representaciones de los otros en busca de una validación por consenso. El tercer momento es un momento activo: el sujeto realiza acciones que le permiten verificar por la experiencia la validez o adecuación de esa representación.

En el primer momento, se pone en juego la condición integral del ser humano. Cuando éste se enfrenta a la realidad, no sólo lo hace con la razón, con la lógica; también pone en juego el mundo de sus emociones, sentimientos y valores. Ya ha quedado lejos la vigencia del racionalismo para el cual nada tiene sentido -ni siquiera la realidad misma- si no puede ser reducido a los conceptos y a la teoría. La metodología pedagógica debe, hoy en día, dar cuenta de esa integralidad.

Los momentos dos y tres -cuyo orden puede variar- son momentos que implican, necesariamente, una revisión de las prácticas. Una revisión de la relación entre el sujeto y la realidad y entre las personas que conforman un grupo. El nivel de conciencia que el sujeto tiene de este proceso es variable. Uno de los objetivos de un formador, es hacer conciencia en el educando, al respecto. Pero teniendo presente que será la práctica, la experiencia -y vivida colectivamente- la que valida los conocimientos.

Son nuestras prácticas -individuales y colectivas- las que permiten al sujeto integrar su mundo racional con su mundo emocional y valórico. Los procesos de enseñanza-aprendizaje nos exigen, hoy, superar el hábito de nuestra cultura de subestimar todo lo que se escapa a nuestros procesos puramente intelectuales, superar nuestro afán de avanzar sólo con hipótesis, deducciones y verificaciones, abandonar nuestra adoración por la dialéctica de los conceptos. Si deseamos que cualquier acto específicamente humano se exprese, que la experiencia vital trascienda, debemos trascender, también, el lenguaje de lo puramente racional. El actuar -nuestra práctica individual y social- facilitan ese proceso. De esa manera, intentando validar las representaciones del mundo, vamos transformando nuestras prácticas, objetivo

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