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La Respuesta


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2014  •  947 Palabras (4 Páginas)  •  138 Visitas

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Cuando cesó la fiesta nocturna, el intenso olor a pólvora quemada nos envolvió en el muelle donde habíamos visto el espectáculo. La policía nos guio a la salida con sus potentes linternas de ciencia ficción.

Resultaba inquietante un final tenebroso para un show tan lleno de luz. La celebración del Día de La Independencia había empezado justo cuando el último borde de la tarde se había sumergido en las aguas hirvientes y plateadas de la bahía. El calor era extenso, seco, como sólo podía sentirse un verano en Nueva York.

Entonces, dos aviones de guerra rozaron nuestras cabezas agolpadas en el borde de la empalizada del muelle 54. Aplaudimos y las aeronaves desaparecieron en la distancia.

Las cascadas de fuegos artificiales cayeron sobre el agua recién oscurecida.

El estímulo visual fue intenso: hubo un momento en que mi cerebro casi se desconecta del espectáculo; la topografía luminiscente era tal, que mis ojos no tenían espacio para tanto color, tanta luz.

Luego, al final, el olor triste de la pólvora quemada y la oscuridad…

¿Por qué me incomodaba el olor, la oscuridad, la multitud fantasmagórica que salía lentamente del muelle hacia el Metro?

El muelle 54 fue el lugar donde arribaron los 705 sobrevivientes del Titanic el 18 de abril de 1912 después de presenciar el hundimiento de la máquina más prodigiosa construida hasta entonces por el hombre. Venían temblando en cubierta, con las imágenes aún recientes del palacio flotante engullido por el océano.

En aquel momento, lo asocié con las ilusiones de la vida, con todo lo atractivo e incandescente por lo cual perdemos el alma; y también recordé la atmósfera densa de las cavernas oscuras que albergan nuestros naufragios personales.

Guardaba una extensa contabilidad personal de estos proyectos inútiles, y repasando uno a uno, los proyecté sobre la noche de los fuegos artificiales en Nueva York. ¿No estarían hechos del mismo material, cosidos con el mismo hilo?

Al final, ¿no dejaban ese olor desagradable y sombrío?

Me vi, años atrás, trabajando para comprar mi apartamento. Después de un gran esfuerzo, estaba sentado en la sala de mi nueva casa. Todo era perfecto, cada cosa estaba en su lugar. Por la ventana se veía el paisaje ideal para contemplar en las mañanas junto con una taza de café. Los objetos, recopilados después de muchos viajes y recuerdos, estaban perfectamente ordenados. Sin embargo, sentía una incomodidad indefinible, un profundo vacío: había comprado la casa pero no el hogar, los objetos pero no los contenidos.

Me tomó tiempo entender que la primera casa que se debía construir era la interior, la de los significados, la de las certidumbres. Después, el resto era fácil: simple decoración.

Pero preferimos el camino de las apariencias.

Hace unas semanas estuve

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