La acondroplasia
SaaraMairaEnsayo29 de Mayo de 2014
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LA ACONDROPLASIA,
La acondroplasia, algo más que una cuestión de altura.
Portada: amuleto protector con la figura del dios Ptah (época
Ptolemaica, 332-30 a.C.; Museo del Louvre; Sala 18). Los antiguos
egipcios adoraban a dos dioses enanos: Bes y Ptah. Bes era el
protector de la sexualidad, el alumbramiento, las mujeres y los
niños, mientras que Ptah era asociado con la regeneración y el
rejuvenecimiento. Éste último está presente desde tiempos
predinásticos y era considerado el dios creador del universo, a
través de la palabra, y de los demás dioses. Se le representa sobre
un pedestal para igualarlo en altura a los demás dioses. Era el
patrón de los artesanos y especialmente de albañiles, escultores y
orfebres, el señor de las serpientes y los peces (Kozma, 2006).
La acondroplasia, algo más que una cuestión de altura.
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No te burles de un ciego ni te rías de un enano,
ni dificultes la condición de un lisiado;
no te mofes de un hombre que está en manos de Dios,
ni frunzas el ceño si se equivoca.
Amenhotep III (9º faraón de Egipto de la XVIII Dinastía, 1391-1354 a.C.).
La acondroplasia, algo más que una cuestión de altura.
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INTRODUCCIÓN
Hay muchas razones por las que algunas personas nunca alcanzan
la altura que se considera como “normal” entre la población adultas de cada
tipología étnica o raza. Entre otros motivos, muchos deben su baja estatura a
la “carga genética” heredada de sus progenitores y antepasados, mientras
que en otros el principal motivo está en la existencia de enfermedades, gran
número de ellas ocasionadas por anomalías genéticas, que afectan al
crecimiento tanto de forma global como en alguna parte específica del
cuerpo.
Básicamente las personas con problemas de baja estatura se
pueden agrupar dentro de dos categorías: aquellas que presentan una
proporcionalidad entre el tronco, cabeza y extremidades (baja talla
constitucional de origen familiar, deficiencia de hormonas de crecimiento,
hipotiroidismo, diabetes mellitus, síndrome de malabsorción, malnutrición,
artritis crónica juvenil, disgénesis gonadal, etc.) y otras que presentan cierta
desproporcionalidad entre los miembros y el tronco (acondroplasia,
pseudoacondroplasia, etc.). Mientras que los primeros (baja talla
proporcional) son atendidos por pediatras, endocrinos, etc., los segundos
(baja talla desproporcionada), además de una supervisión estricta de su
desarrollo y un tratamiento adecuado de las posibles enfermedades infantiles,
necesitan ser vigilados y tratados de las complicaciones que pueden aparecer
en su aparto locomotor (huesos, articulaciones, músculos, sistema nervioso,
etc.) y que pueden condicionar, en algunos casos, su calidad de vida en el
futuro.
La acondroplasia es la causa más común de enanismo y ocurre en
todas las razas y en ambos sexos (Horton y colaboradores –2007- estiman
que existen unas 250 mil personas afectas en todo el mundo y, según Solà-
Morales y Pons -2003-, en España hay entre 950 y 1050 acondroplásicos). Es
quizás uno de los defectos de nacimiento más conocidos desde la
antigüedad. Los descubrimientos de esqueletos con edades comprendidas
entre los 7000 y 3000 años, en Inglaterra y Estados Unidos, y que
aparentemente correspondían a personas acondroplásicas, hacen que la
presencia de esta anomalía genética se remonte al menos al Neolítico. Así,
en el Antiguo Egipto (2670-2195 a.C.) los enanos eran empleados en casas
de altos oficiales y se les estimaba lo suficiente como para honrarlos con
suntuosos sitios al morir (e.g.: el enano Seneb desempeñaba altas funciones
honoríficas y era jefe del guardarropa real del faraón; Figura 1).
Curiosamente, en Egipto nunca se mostró el enanismo como un impedimento
físico y, así, las escrituras sobre la sabiduría y las enseñanzas morales
ordenaban que se respetara a los enanos y a otros individuos con
discapacidades (Kozma, 2006). Esta asimilación social y visión integradora
cambió radicalmente a partir de la Edad Media, donde los enanos pasaron a
jugar preferentemente el papel de bufones en las cortes de reyes y nobles
europeos (Figura 2), o constituían parte de la gran masa de marginados
sociales. Desgraciadamente, hoy en día sigue siendo la única minusvalía
objeto de burla.
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La acondroplasia no fue descrita hasta 1878, por el médico francés
Jules J. Parrot (Excideuil 1829 – París 1883), y en 1900 el también médico
francés Pierre Marie (París 1853 – Cannes 1940) completó su descripción.
Figura 1. Seneb y su familia. Seneb estuvo al servicio de los faraones
Quéope (Keops), constructor de la gran pirámide de Gizá; 2609-2584 a.C., y
Quefrén (2575-2465 a.C.); Reino Antiguo, IV o V dinastía; 2670-2195 a.C.
(Museo del Cairo, Egipto).
La palabra acondroplasia proviene del griego y significa “sin
formación cartilaginosa”, aunque las personas que padecen de esta anomalía
genética sí poseen cartílago (esta denominación errónea ha requerido de un
proceso de sistematización para que el resto de las displasias óseas no sean
todas denominadas acondroplasias). Se estima que la acondroplasia
representa el 15% del conjunto de displasias esqueléticas conocidas.
Normalmente, los tejidos cartilaginosos se convierten en huesos durante el
desarrollo fetal y la niñez, salvo en algunos lugares como la nariz y los oídos.
En las personas acondroplásicas sucede un proceso anómalo durante el
crecimiento, especialmente en los huesos más largos. Las células
cartilaginosas de las placas de crecimiento de estos huesos se convierten en
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tejido óseo de forma demasiado lenta, lo que da lugar a huesos cortos y como
consecuencia baja estatura, en contraposición de los huesos formados a
partir de osificaciones membranosas (parte del cráneo, huesos faciales) o por
crecimiento apófiseo (ilium) que son normales. Los restantes mecanismos de
crecimiento, tales como columnización, hipertrofia, degeneración, calcificación
y osificación, tienen lugar normalmente aunque la cantidad formada es
significativamente menor. De esta manera la acondroplasia es el resultado de
una pérdida cuantitativa, más que la formación de tejido anormal, ya que la
osificación subperióstica membranosa de los huesos tubulares es normal, al
igual que el diámetro de los mismos.
Las personas que padecen esta anomalía presentan miembros
superiores e inferiores muy cortos mientras que el tronco muestra
dimensiones consideradas como normales. La cabeza es relativamente
grande en comparación con el cuerpo.
Figura 2. En la corte española del siglo XVII y al igual que en otras cortes europeas, los
enanos desempeñaban el papel de bufón o ayudante-acompañante de reyes e infantes
(Izquierda: “El príncipe Baltazar Carlos y un enano”, Velásquez 1631, Museo of Fine
Arts, Boston, EE.UU.; Derecha: “Sebastián de Mora”, Velásquez 1645; Museo del
Prado).
1. CARACTERÍSTICAS GENÉTICAS
La acondroplasia es un desorden autosómico dominante (para
transmitirla hay que padecerla), pero entre el 75 y 90% de los casos son
debidos a nuevas mutaciones (se desconocen los posibles motivos que dan
lugar a la misma). La tasa de mutación es relativamente elevada y se estima
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estar entre 1,72 y 5,57x10-5 por gameto y generación. La incidencia de esta
anomalía oscila entre un caso cada 10.000 ó 100.000 habitantes. En España,
según Martínez-Frías y colaboradores (1991) la tasa de prevalencia es de un
caso cada 8200 recién nacidos vivos, con una tasa estimada de mutación de
48,5 por millón de gametos y siguiendo una distribución geográfica uniforme.
En 1994 se descubrió que el gen responsable de la acondroplasia se
localiza en la región telomérica de la banda 16.3 del brazo corto del cuarto par
de cromosomas (Le Merrer et al., 1994). El gen afectado codifica al receptor 3
del factor de crecimiento de fibroblastos (FGF; Fibroblast Growth Factor). La
secuencia de ADN de este gen ha revelado que en los individuos
acondroplásicos existe una mutación denominada Gly380Arg, que ocurre en
el 97% de los casos. Esta mutación da como resultado la sustitución de una
arginina por una glicina en la posición 380 de la proteína, lo cual corresponde
a la región transmembranal (RTM) del Receptor 3 del FGF (FGFR3) acoplado
a la tirosina-kinasa, que se expresa en la placa de crecimiento del hueso
(Horton, 2005). También se han identificado otras mutaciones menos
frecuente que da lugar a una sustitución de la glicina 375 por una cisteína
(Gly375Cys), o de la glicina 346 por Glu (Gly346Glu), así como el
reemplazamiento de la lisina 650 por la metionina
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