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La escena más trágica de Miguel Littin


Enviado por   •  30 de Marzo de 2016  •  Trabajos  •  1.293 Palabras (6 Páginas)  •  171 Visitas

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La escena más trágica de

Miguel Littin

El 11 de Septiembre de 1973, el cineasta Miguel Littin vivió uno de los momentos más tensos de su vida cuando pensó que había muerto, en medio del golpe de Estado en el que murió su amigo

Salvador Allende.

El viernes anterior al golpe militar de 1973, en una fiesta que se dio en la peña de los Parra, Miguel Littin había estado con el Ex Comandante Carlos Prats (predecesor de Augusto Pinochet) y conversando junto a gente del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU). El General Prats les explicó que no había nada que hacer en el caso de un golpe porque el ejército tenía un control total y completo sobre todo el país. El golpe era inminente. El General se lo había planteado a Salvador Allende, pero al parecer nadie le había prestado atención.

Miguel Littin fue asesor de Salvador Allende durante sus campañas presidenciales para el año 1964 y 1970, lo que lo acercó naturalmente al ex mandatario, siendo un gran colaborador, siempre desde el campo en el que él se maneja: las presentaciones públicas.

Tres días antes del golpe militar, Pinochet aún no daba una respuesta definitiva sobre su apoyo al golpe. Ese mismo día sábado, Miguel estuvo en El Cañaveral, la casa precordillerana de Allende, que jugaba ajedrez mientras le llegaban cientos de mensajes que él ni siquiera abría. Littin sentía una profunda pena por la soledad de Salvador; ya estaba puesto en la eventualidad de que algo iba a pasar. El domingo, los cabecillas del golpe ya contaban con el apoyo de Pinochet.

La noche del lunes, el cineasta había dormido fuera de casa por seguridad. Sabía que en cualquier momento podía venir el golpe. Ya había amanecido el martes y decidió ir a su casa, pues quedó completamente sin conexión con la gente que trabajaba con él. Allí se encontró con su pareja, Elizabeth Menz, que iba saliendo a su lugar de trabajo: Televisión Nacional de Chile. Él le dijo que no saliera hacia el canal, porque había un golpe de Estado y no había nada que hacer. A las 11 de la mañana, en los medios se podía escuchar el último discurso de Allende desde La Moneda. El director de cine no entendía bien el panorama.

Ese mediodía, Allende murió cuando los cohetes “rockets” de la Fuerza Aérea cayeron sobre el mismo lugar desde donde pronunció el discurso. Miguel Littin sintió un vacío enorme y un dolor muy fuerte. Allende había muerto solo. Dónde estaban todos, Littin no lo sabía. Pero Allende estaba solo y eso es lo que más le dolía.

El cineasta había sido presidente de la empresa Chilefilms durante el primer año del gobierno de Allende. Le habían dado ese puesto luego de que rechazara ser Secretario

General de Gobierno. Ese día 11 salió de su casa hacia el estudio de Chilefilms, el lugar donde le correspondía estar debido a su condición de autoridad, a pesar de que había renunciado a la presidencia sólo 11 meses después de asumirla en 1971.

Cuando llegó se encontró con una gran cantidad de personas ligadas al cine, jóvenes sobre todo, que se agrupaban para defenderse de eventuales enfrentamientos con las Fuerzas Armadas. Miguel, tomando en cuenta lo precaria de la situación, averiguó con qué armas pensaban enfrentar a los militares: un revólver de pequeño calibre y una escopeta.

Entonces les ordenó que se retiren de inmediato, que boten las armas y se vayan a sus casas. No podían seguir allí porque iba a llegar el ejército e iba a ser una verdadera masacre. Habían puesto explosivos de efecto alrededor del estudio de Chilefilms en modo de defensa, pero Miguel fue claro en su orden:

-¡Desarmen eso! Si llega el ejército y suena un solo explosivo, pues van a arrasar con todo.

Gracias a esas indicaciones, después se iban a salvar de ser condenados en el allanamiento que realizaron los uniformados, acompañados por el director creativo Douglas Hübner, que se sorprendió cuando vieron que las armas no estaban donde las habían dejado.

Después de toda esta circunstancia, Miguel Littin quedó solo, mirando hacia el patio, hacia la cancha de fútbol, hacia el lugar donde había oficiado como presidente de esa empresa.

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