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Leyendas Y Refranes Nicaragüenses


Enviado por   •  2 de Junio de 2015  •  4.215 Palabras (17 Páginas)  •  213 Visitas

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Región del pacifico.

El padre sin cabeza.

En el año 1549, según reza la historia y la leyenda, en la ciudad de León Viejo, la actual Nicaragua, el obispo Fray Antonio de Valdivieso fustigaba permanentemente desde el altar los actos de injusticia que se cometían contra los indígenas. Lejos de provocar admiración, muchos habitantes del pueblo se sentían secretamente avergonzados por las filípicas del padre Valdivieso, aunque tal cosa no hacía que cesaran en sus actos de explotación y abuso de los que hacían víctimas a los indígenas. Entre ellos se encontraban los hijos del gobernador de la región, don Rodrigo de Contreras, a la sazón los hermanos Hernando y Pedro de Contreras. La situación era explosiva y el clima de tensión que se vivía en las calles de la ciudad era irrespirable.

Fue entonces que intervino doña María de Peñalosa, esposa de Contreras y madre de Hernando y Pedro. Escandalizada por las recriminaciones personales del padre Valdivieso dirigidas a su familia, y actuando como una verdadera Lady Macbeth, doña María aleccionó a sus hijos para que tomaran represalias contra el religioso. Al principio trataron de amedrentarlo para que frenara en sus denuncias, pero el padre no se dejaba intimidar, de modo que no tuvieron más remedio que echar mano al asesinato. Sobornaron al capitán Juan Bermejo, quien con un grupo de sicarios emboscó y dio muerte al sacerdote a puñaladas. El hecho causó profunda consternación en la comunidad aborigen, que veía al padre Valdivieso un paladín de sus derechos conculcados. No contentos con el crimen, los asesinos penetraron en la iglesia y robaron las pertenecías del religioso y objetos de valor destinados al culto. Para que el asesinato funcionara a la vez como advertencia contra cualquier otra persona que pensara en erigirse en defensor de los indios, cortaron la cabeza del padre Valdivieso y la colocaron en la entrada a la iglesia.

Pasaron los meses y la ciudad de León Viejo seguía sumida en la tristeza y el espanto a causa de la tragedia. Repentinamente, algunas personas comenzaron a jurar que habían visto la figura de un hombre caminando vacilantemente en la oscuridad, vistiendo sotana, zapatos negros, en la cintura un cordón el que colgaba una campanilla, que preanunciaba su paso y un rosario en las manos; en suma, la apariencia de un sacerdote. El detalle que seguía llenaba de terror a los oyentes: el hombre que caminaba con paso lento no tenía cabeza. Pronto se corrió la voz de que el padre Valdivieso regresaba de la tumba para proseguir su defensa de los débiles.

Al principio incrédulo, los asesinos del padre Valdivieso luego tomaron el rumor con seriedad y temor, y pronto creyeron ser víctimas de una segura venganza de ultratumba del sacerdote asesinado. Bermejo y sus secuaces se apresuraron a confesar la verdad y acusaron a los instigadores del asesinato, los hermanos Contreras y su madre, de haberlos mandado cometer la reprochable acción. El gobernador tomó cartas en el asunto y condenó a Bermejo, sus cómplices, sus hijos y su esposa a severas penas de prisión. Sólo así puedo conservar su puesto y salvar su reputación a ojos de la corona española. En cuanto al fantasma del padre Valdivieso, se afirma que aún hoy se presenta las noches de Jueves y Viernes Santo en la puerta de su iglesia en León Viejo, con el paso lento.

La novia de tola

Ocurre por 1870. La pareja de enamorados: Salvador Cruz, un jovenazo simpático, rico, parrandero y mujeriego, le propone matrimonio a Hilaria Ruiz, una jovencita muy bonita, dulce e inocente.

Al parecer ellos estaban locamente enamorados, o por lo menos eso aparentaban.

De Salvador, sin embargo, se sabe que parecía ya cansado de tanto mujerear, y en sus casi treinta primaveras conquista a Hilaria, muy ingenua, quien estaba advertida por todos sus amigos y familiares de no casarse con semejante bandido.

Un pariente de Hilaria, en Belén, en donde estaba ubicada la parroquia más cercana, ofrece su casa para la fiesta de la boda. Ese día, muy de madrugada, se prendieron todos los candiles de la casa y el olor a cafecito madrugador reunía a la parentela a cargo de realizar los preparativos.

El silencio de la noche se interrumpió y se escuchaban los primeros crujidos de leña prendida en aquel fogón de piedra… nacatamales y chicha aguardaban a los invitados a la gran boda.

En todo el pueblo se escuchaba la bulla y alegría del acontecimiento, que ya era la novedad.

La mamita Juana compartía con la parentela historias de antiguos casamientos: las historias felices de las bodas famosas de aquella parroquia, en Belén.

Salvador Cruz, por el otro lado, había pasado la noche en Tola, y como a las once del día se dirige hacia Belén... pero en el camino se da un resbalón por el estanco del Río de Tola, en donde vivía su famosa Juana Gazo.

Juana sabía que todo estaba terminado con su amante, y pretendiendo aceptar la realidad del matrimonio ofrece que para despedirse brinden por el futuro de la pareja.

Salvador, parrandero, ni corto ni perezoso, le entra al guarón y se emborracha en los brazos de Juana, una vez más.

Mientras, en Belén, en el altar de la Iglesia, Hilaria lloraba profundamente con desconsuelo.

La familia, sus invitados y el pueblo, presenciaban con tremenda tristeza esta tragedia al final.

Desde entonces nació la leyenda de “La novia de Tola”, que sacó del anonimato a este municipio y dio a nuestro lenguaje un dicho que ahora se utiliza mucho cuando alguien se queda esperando a otra persona y ésta no da señales de vida, por lo que bien le cae aquello de “Te dejaron esperando como la novia de Tola”.

La carretanagua

La gente se siente sobrecogida de terror cuando oye pasar la Carretanagua, que sale como a la una de la mañana, en las noches oscuras y tenebrosas.

La Carretanagua al caminar hace un gran ruidaje; pareciera que rueda sobre un empedrado y que va recibiendo golpes y sacudidas violentas a cada paso. También pareciera que las ruedas tuvieran chateaduras. La verdad es que es grande el estruendo que hace al pasar par las calles silenciosas a deshoras de la noche.

Los que han tenido suficiente valor de asomarse por alguna ventana y verla

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