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Los Nuevos Llaneros


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2013  •  2.853 Palabras (12 Páginas)  •  204 Visitas

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Alejandro Santo Domingo, Luis Carlos Sarmiento y Harold Eder encabezan la lista de grupos económicos nacionales y extranjeros que les están apostando cientos de millones de dólares a los llanos orientales.

“Mi gran sueño es que Colombia se convierta en un gran exportador de granos”. Alejandro Santo Domingo explica así su más reciente apuesta empresarial: sembrar soya y maíz en los Llanos Orientales. Son palabras mayores. Primero, porque hoy Colombia importa entre 6 y 7 millones de toneladas anuales de granos para su consumo interno, de los cuales la mitad son soya y maíz. Segundo, porque la región jamás ha servido para grandes cultivos de alimentos, pues la acidez de la tierra lo impide. Tercero, porque no hay infraestructura para mover ese tipo de carga.

A pesar de todo, Santo Domingo está invirtiendo en los Llanos desde hace nueve meses, en una apuesta personal que no vincula a Valorem, pero sí a Invernac (sociedad ciento por ciento de la familia Santo Domingo). El plan es producir granos, principalmente soya y maíz, primero para el mercado interno y, en el largo plazo, para el mercado global. Santo Domingo es el símbolo de un nuevo estilo de inversionista que está asumiendo posiciones en la altillanura colombiana en la actualidad. Contrató a la firma Impar, con el fin de transferir la tecnología brasileña de Embrapa, la Agencia Brasileña de Pesquisas Agropecuarias. Esta agencia es reconocida mundialmente por ser el eje de la milagrosa expansión de la productividad alcanzada por ese país en las últimas dos décadas. El modelo incluye una paciente transferencia de tecnología de los expertos brasileños a los pobladores de la región, quienes deben aprender toda una gama de prácticas para el manejo de los suelos.

Santo Domingo no es el único jugador en este frente, existen hoy varios proyectos que están empeñados en convertir al Llano y la Orinoquia colombiana en una despensa para el mundo. La oportunidad se abre ante el aumento de precios de los alimentos y la brecha entre la demanda y la oferta mundial en las próximas décadas.

Esta oportunidad no es solamente para los inversionistas privados, lo es también para el país. A Colombia le llegó la hora de convertir una región aislada en una de las potencias alimentarias del mundo. Para lograrlo, se necesita una visión moderna, un empresariado capaz de pensar en grande y un Estado que construya las condiciones necesarias en infraestructura, inversión en tecnología, seguridad y regulación. Brasil logró aumentar su producción agrícola en 365% entre 1996 y 2006. Colombia podría hacer lo mismo.

El mundo busca comida

La oportunidad se deriva de la crisis alimentaria, una de las grandes amenazas para la estabilidad global en este siglo. Los precios ya muestran este efecto. El índice global de precios de alimentos de la Organización para los Alimentos y la Agricultura, de Naciones Unidas (FAO), por ejemplo, está en los niveles más altos de su historia. El consumo de alimentos está aumentando velozmente debido al crecimiento de los ingresos en los países en desarrollo. A esto se suma el incremento de la demanda de granos para la fabricación de biocombustibles. El consumo anual de granos en el mundo se ha duplicado frente a los niveles que tenía hace diez años.

Por el lado de la oferta, las expectativas no son alentadoras. La FAO estima que la producción global de alimentos tendría que aumentar en 70% para el año 2050. Sin embargo, las tierras útiles están amenazadas. La erosión y el agotamiento de las fuentes de agua avanzan. La tecnología parece haber llegado a un tope y ningún país desarrollado ha logrado incrementos apreciables en productividad por hectárea en granos desde hace más de una década. Las oleadas de calor en las zonas templadas han implicado caídas en los niveles de producción, como el caso de los granos en Rusia donde cayó 40% en 2010. El mundo ha empezado a buscar desesperadamente áreas para cultivo, en particular para granos. Los Llanos Orientales colombianos aparecen como uno de los lugares privilegiados en el planeta, rico en agua, biodiverso e inexplotado. Si Colombia logra resolver problemas críticos como la acidez de la tierra y la carencia de infraestructura de transporte, y si tiene la capacidad para consolidar un sistema ambiental y socialmente sostenible, podría ser uno de los grandes proveedores de alimentos del planeta.

La movida de Santo Domingo

La estrategia de Alejandro Santo Domingo se cifra en replicar el modelo brasileño en los Llanos Orientales. Los asesores de Impar –encargados de transferir la tecnología de Embrapa– estudiaron detenidamente cerca de 50.000 hectáreas que podrían ser aptas para la siembra de estos alimentos, en el Vichada. Una de las barreras es el costo de adecuación de la tierra. Las características del terreno son pésimas para el cultivo de granos, ya que los suelos son ácidos y tienen altas saturaciones de aluminio. Es necesario corregir estos factores a través del encalado (adición de cal a la tierra), con un costo de US$1.000 por hectárea.

No es casualidad que Santo Domingo se haya dirigido a Brasil. El cerrado brasileño, que hoy genera 70% de la producción agrícola de ese país, era considerado tierra no apta para cultivo en los años 70, por su acidez y escasez de nutrientes.

Embrapa desarrolló una combinación de tecnologías para enfrentar el problema. Una de ellas es el proceso de encalar –volcar grandes volúmenes de cal pulverizada sobre la tierra para reducir la acidez–. Para finales de los años 90, los brasileños vertían entre 14 y 16 millones de toneladas de cal anualmente en el cerrado y ese volumen llegó a 25 millones en 2004. Usaron bacterias que ayudan a fijar el nitrógeno en los terrenos y reducen la necesidad de fertilizantes, y crearon una variedad de pastos de alta fertilidad, para la expansión ganadera.

Al mismo tiempo, la transformación del cerrado implicó una amplia tarea de ingeniería social. Se desarrolló un sistema conocido como “cultivo mínimo”, según el cual la semilla se siembra a escasa profundidad y es cubierta con plantas y residuos. El sistema lleva a que la temperatura del suelo caiga, la humedad se conserve, la actividad biológica se fortalezca y la productividad de la tierra se incremente. La clave fue cambiar el comportamiento de millones de campesinos que debieron aprender y habituarse a una rutina nueva.

Hoy, varias familias de brasileros trabajan en los Llanos enseñando a campesinos de la región a manejar los tractores y operar la maquinaria. En el mes de septiembre deberá salir la primera cosecha de soya y maíz. En una primera etapa, esos granos se usarán como

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