Los Perros (caninos)
cdiego233 de Marzo de 2014
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Adiestramiento
La decisión de compartir nuestras vivencias con un animal como el perro no siempre es tan sencilla como pudiera parecer. Las travesuras, el adiestramiento, siquiera básico, el cuidado e higiene y el tiempo que debemos dedicar a nuestro mejor amigo irracional son factores a contemplar con absoluta frialdad y cálculo, antes de optar por una elección precipitada.
Aquellos hogares, sobre todo en las grandes ciudades, que acogen una familia más o menos grande, han de contar con la decisión unánime de todos los miembros familiares, de aceptar los "Pros" y "contras" inherentes a la posesión de un perro.
Siempre han de considerarse muy seriamente los inconvenientes. Las ventajas se nos darán, por añadidura, con la lealtad, la fidelidad y el cariño incondicional de un ser vivo, inteligente y sumiso, que no regateará ni siquiera su vida en defensa de sus amos. No debe parecer que seamos reacios a tener un perro en la familia, ni mucho menos, sólo intentamos que no haya perros abandonados o rechazados por sus amos al poco tiempo de haberlos adquirido.
El perro, sobre todo en la ciudad, requiere atenciones y tiempo. Se necesitan un par de horas, a lo largo del día, distribuidas en tres o cuatro veces, para que el animalito pueda salir a un parque o jardín a correr, gastar energías y, lógicamente, evacuar sus residuos fisiológicos.
En la casa ha de existir un rincón con una cesta o colchoneta que sea el dormitorio de nuestro perro. Asimismo, deben dedicarse algunos minutos a la preparación del alimento y a la higiene del animalito. Un cachorro pequeño deberá efectuar de tres a cinco comidas diarias, según la edad, y bajar a la calle con mucha más frecuencia, para que se convierta en un ser limpio y ordenado.
EDUCACION BASICA DEL CACHORRO
Una vez aceptado, por el consejo de familia, el perro en casa, la mayoría de nosotros decidimos comprar o adoptar un gracioso pequeñuelo de dos o tres meses de edad.
Aquí comienzan los problemas para los no iniciados, y surgen las discrepancias sobre la forma más adecuada de educar a nuestro perro.
¿Cómo evitar que llore por las noches? ¿Por qué elige la mejor alfombra para hacer sus más groseras necesidades fisiológicas? ¿De que manera hemos de convencerle para que acepte el rincón que le hemos destinado? Estas y otras cuestiones han de surgir, inevitablemente, y pueden ser solventadas conociendo la fisiología del cachorro y dedicándole bastante tiempo y cierta constancia.
El pequeño, cuando es separado de su madre y hermanos, sufre un lógico y evidente stress , que hay que mitigar y comprender. Le asignaremos una cesta, previendo el tamaño definitivo del animal, acorde con su raza o antecesores, en su caso, y sobre ella dejaremos una toalla o prenda lavable que haya estado en contacto con la madre. De esta forma, el animalito acudirá a ese sitio de olor familiar, permaneciendo acurrucado en el mismo. El lloriqueo nocturno, o cuando está solo, puede intentar paliarse, situando junto a la cesta un reloj despertador de cuerda, que con su acompasado tic-tac acompañará al cachorro, recordándole los latidos del corazón materno. Aun así, el perrillo intentará conseguir la compañía de sus amos, durmiendo en la alfombra o, lo que es peor, en misma cama de sus propietarios. Esta costumbre, una vez iniciada, será difícil y traumática de erradicar, y sólo cabe la energía inicial, no permitiendo esas primeras noches que el animalito se salga con la suya..., ablandándonos el corazón con sus lamentos.
A fuerza de paciencia se consigue que nuestro joven pupilo admita su cesta y el rincón que se asigne, aprovechando los trucos ya mencionados de la toalla y del despertador o, tal vez, dejando que, cansado de lloriquear, acepte su nueva situación.
El problema de las necesidades del cachorro podría llenar un volumen completo sobre consulta respuestas y recetas más o menos milagrosas para que el animalito se contenga en casa y evacue en la calle. Es fundamental, a este respecto habituar a nuestro joven amigo a efectuar evacuaciones en la tierra de espacios adecuados o, por lo menos, en la de los alcorques de los árboles de las avenidas ciudadanas.
Contentarse con que la vía pública sea una letrina canina es poco civilizado, sucio y absolutamente irresponsable por parte del amo. Naturalmente, este capítulo supondrá una dedicación y paciencia constantes, durante los primeros meses, que posteriormente nos compensará la posesión de un perro limpio y civilizado. La frecuencia de comidas del cachorro de dos meses es de cuatro a cinco diarias, y ha de bajársele a los lugares indicados, en brazos, inmediatamente después de cada toma.
Además, si cada tres horas, incluso por la noche, se saca al perrillo a la tierra, en la calle, pronto se habituar a no orinarse en la casa. Cada vez que el pequeño haga correctamente sus deposiciones se le premiará con caricias y palabras cariñosas. Aun con todos estos desvelos puede ocurrir que el animalito ensucie en casa, pues bien, no debe nunca restregarse el hocico del perro por la suciedad ni pegarle, esto sólo conseguirá desconcertarle y tornarle nervioso.
A lo largo del desarrollo, la dentición y su muda supone, muchas veces, la manía, por parte del cachorro, de morder todo lo que encuentra a su alcance. Como norma básica, no debe dejarse mucho tiempo solo al perrito, y es conveniente ofrecerle un hueso de goma endurecida, que será a la vez juguete y terapéutica para sus dientes.
Una de las manías más molestas de gran número de perros consiste en saludar a sus amos y visitantes, poniendo sus patas delanteras sobre la persona y dando saltos y cabriolas a dos patas. Esta costumbre, que puede calificarse cuando menos de molesta si se trata de animales adultos de razas de gran tamaño, se evita desde su comienzo pisando, el amo, con suavidad, los dedos de las patas traseras cada vez que el animalito se abalance..., en pocos días, la fea costumbre habrá sido relegada y el can adoptará otras actitudes de bienvenida tan efusivas pero menos pesadas.
EL COMPORTAMIENTO EN LA CALLE
Otra de las primeras enseñanzas que deben impartirse a nuestro joven perro es la absoluta obediencia a la llamada del amo. El cachorro en la calle pronto comienza a corretear, a seguir a determinadas personas e, incluso, a intentar jugar con otros congéneres. Las ordenanzas municipales, en casi todos los países, exigen que los perros siempre caminen sujetos por la trailla que debe portar su amo. Sin embargo, y aunque esto sea lo preceptivo y deseable con animales adultos, al pequeño debe habituársele a bajar suelto, pero sin despegarse del costado izquierdo de su amo. Esta lección, no siempre fácil de aprender, deberá ser impartida en cada uno de nuestros paseos, castigando sin dureza y alabando efusivamente los aciertos de nuestro joven amigo. Este tipo de educación primaria debe combinarse con la automática respuesta a la llamada. En este punto de educación, el carácter del animal juega un papel muy importante, hasta el punto de que muchos ejemplares aprenden casi solos y otros, los distraídos, se empecinan en hacer caso omiso a la llamada del amo y sólo vuelven cuando quieren. Una característica primordial que debe considerarse casi regla de oro es no pegar nunca al animalito ni regañarle cuando se aproxime a nosotros, por más que lo haga, tras largo rato de huida. Muy al contrario, debemos halagarle y estimularle cada vez que decida volver con el amo.
El comportamiento de huida o desobediencia a la llamada provoca, y lo decimos por experiencia, en el propietario un sentimiento de rebeldía y frustración que hemos de dominar a toda costa. ¿Cómo hacer volver a un perro que se marcha y no atiende a nuestra llamada? En primer lugar, nunca deberemos correr hacia él, ni perseguirle.
El mejor sistema es el desprecio aparente y volver sobre nuestros pasos dando la espalda al animalito, claro que a veces, el cachorro se entretiene y despista durante largo rato antes de darse cuenta que está solo. En este momento, al pequeño rebelde se le cae, literalmente, el mundo encima, gime, trota buscando desesperadamente a su dueño entre los paseantes y asocia el mal rato con la travesura cometida. Este lapso de tiempo debe ser cubierto por un amigo, desconocido para el perro, que tenga siempre localizado al animalito. De esta forma, repitiendo el tratamiento si es necesario, suele conseguirse, cuando menos, que el perro no nos pierda de vista y acuda en el momento en que aparentemente le demos la espalda. La obediencia a la llamada en los ejemplares que de forma regular tienen el comportamiento antedicho, deberá ser resuelta en el adiestramiento específico con ayuda de un profesional.
La conducción del perro con correa es otra de las primeras fases de educación básica. La trailla puede ser metálica, con manija de cuero suave o de cuero liso o trenzado, aunque modernamente se utilizan otras de fibra sintética que pueden alargarse a voluntad y pueden ser recogidas poco a poco mediante un ingenioso mecanismo. No obstante, somos más partidarios de los modelos clásicos, sobre todo si han de aparejarse a perros gran tamaño. El animalito debe ir a la parte izquierda de su conductor, adaptándose al paso del amo, sin dar tirones ni frenazos bruscos, ni, por supuesto, arrastrar al amo.
Muchos animalitos comprenden desde cachorros lo que su propietario espera de ellos y se adaptan maravillosamente a la correa y al collar, pero otros, tercos y nerviosos, se obstinan en ser ellos los que saquen a pasear a
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