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El papel de la violencia (Marx, Engels y el marxismo)
Publicado el 16 diciembre 2013 de Antonio Olivé
no violencia (Klee)Amigas y amigos hoy vamos a tratar de un tema que a lo largo de la historia no ha perdido su vigor e importancia. Hace unos años, de la mano del genial dramaturgo Bertold Brecht, ya dedicamos una entrada a este tema: la violencia. Hay, como en el ser aristotélico o en el concepto de democracia, muchos tipos de violencia. No hace mucho hemos visto la violencia entre hinchadas rivales en los campos de fútbol o la lacra de la violencia de género. Pero también existe violencia política o violencia económica (como la muerte de tres personas por ingerir alimentos en mal estado debido a la falta de recursos). Hay violencia estructural y hay violencia capitalista.
Para saber qué papel desarrolla el concepto de violencia en Marx y Engels y en la tradición marxista, a continuación difundimos un excelente trabajo de Gabriel Vargas Lozano, profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y director de la revista Dialéctica. Os recomendamos la lectura que empieza ya…
Salud y república. Olivé
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EL PAPEL DE LA VIOLENCIA (MARX, ENGELS Y EL MARXISMO)
Gabriel Vargas Lozano*
NADA más complejo en este último periodo de la historia que referirnos al significado de la violencia para el marxismo, o mejor, si queremos acotar más el tema, de su significado en las obras de los clásicos marxistas.
Las causas de esta complejidad provienen del cúmulo de malentendidos, deformaciones y distorsiones que hay que remover para descubrir cuáles eran las tesis sostenidas por ellos, tanto en relación con la violencia como en tomo a otros temas. Las fuentes de estos malentendidos provienen de todos lados: de las deformaciones intencionadas de quienes percibieron, desde el primer momento en que apareció esta teoría, de que se trataba de una impugnación radical al capitalismo; de su conversión de teoría crítica en ideología legitimadora de un sistema que se construyó en su nombre y que resultó opuesto a las intenciones más profundas de sus inspiradores; y, finalmente, de una práctica política que, con frecuencia, no ha sabido captar el verdadero espíritu, abierto y creador, crítico y autocrítico de Marx, y que ha acabado cayendo en posiciones voluntaristas, militaristas o espontaneístas.
Pero el problema de los malentendidos no se detiene aquí. La obra de Marx y Engels estuvo condicionada por los movimientos históricos de su época; por la evolución de su propio pensamiento y por las tendencias ideológicas que constituían lo que podríamos llamar “el espíritu de su época“. Además, como proyecto inacabado dejó, junto a todos sus aciertos, problemas para ser desarrollados, vías clausuradas e incógnitas por resolver.
Así que tomando en cuenta todo esto, preguntémonos: ¿cuál era la concepción de la violencia que tenían Marx y Engels?; ¿ocupaba un lugar central en su obra?; ¿constituía una apología de ella como la que encontramos en Sorel?; ¿la consideraban como la única vía del cambio histórico?; ¿hasta qué punto estos dos autores estuvieron influidos en su práctica política por los efectos de la Revolución francesa?; ¿su concepción de la violencia se opone a la democracia?, y finalmente, a la luz de lo transcurrido en el siglo XX, ¿sus concepciones, en este respecto, se han vuelto obsoletas?
Trataré de responder a estas preguntas distinguiendo tres aspectos:
a) El análisis objetivo del papel que juega la violencia en la conformación del capitalismo y su relación con el Estado.
b) Las características de la contraviolencia.
e) La tesis del fin de la violencia política.
EL PAPEL DE LA VIOLENCIA EN LA CONFORMACIÓN Y SOSTENIMIENTO DEL SISTEMA CAPITALISTA
La obra de Marx y Engels se inscribe tanto en la vía de las concepciones realistas abierta por Maquiavelo como también en las románticas de Rousseau, los revolucionarios franceses y los socialistas utópicos.
Marx parte del reconocimiento de un hecho: la formación del capitalismo sólo fue posible mediante una serie interminable de actos violentos. En efecto, en El capital nos dice que “en la historia real [a diferencia del relato idílico de la economía política] desempeñan un gran papel la conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra“. (1)
En ese proceso, el capitalismo requirió de una serie de precondiciones económicas, sociales, históricas y culturales, que estuvieron íntimamente vinculadas a la violencia: la colonización; la venta de esclavos; las guerras entre los señores feudales; el despojo violento de los medios de producción de grandes conjuntos de hombres que fueron lanzados al mercado de trabajo como individuos libres e, inclusive, las medidas coercitivas que se tomaron en las ciudades mientras en éstas no existieran las posibilidades de asimilar dicha fuerza de trabajo. Todos estos “despojos brutales, horrores, vejaciones que lleva aparejados la expropiación violenta del pueblo desde el último tercio del siglo XV hasta finales del siglo XVIII” , (2) no sólo son descritos por Marx sino también condenados moralmente.
En el mismo sentido, Federico Engels, en su Anti-Dühring (libro en el que dedica tres capítulos a la violencia), considera que: “Son siempre y en todas partes las condiciones económicas y los recursos de poder de que se dispone los que ayudan a la violencia a triunfar y sin los cuales ésta deja de ser violencia“. (3) La violencia no es, como cree Dühring, el mal absoluto, la causa original sino que el lugar y la forma de la violencia están condicionadas por su función en el proceso económico y, dentro de éste, se desarrolla un sector específico de la violencia como lo es la tecnología armamentista.
De tal modo que para Marx y Engels, en primer lugar, la violencia no puede ser aislada como causa pura sino que se presenta como una consecuencia de las condiciones económicas. En segundo lugar, la violencia tiene la función de desencadenar el conflicto. En este sentido, Marx dice, en El capital, que: “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es, por sí misma, una potencia económica“. (4) Adolfo Sánchez Vázquez, al comentar esta frase en su Filosofía de la praxis, dice que la violencia no es la que produce los cambios por sí misma “la partera no hace ver la luz, sino que ayuda a hacer que se vea“. (5)
Pero en tercer lugar, la violencia puede convertirse en un proceso autónomo respecto a dichas condiciones. En efecto, Engels considera en el Anti-Dühring que “una vez que la violencia política se hace independiente frente a la sociedad y se convierte de servidora en dueña, puede actuar en una de dos direcciones. Puede actuar en el sentido y la dirección que marcan las leyes del desarrollo económico, en cuyo caso no media conflicto alguno entre ambos factores y el desarrollo económico es acelerado. Pero puede actuar también en sentido contrario, y, entonces, sucumbe, con pocas excepciones, al desarrollo de la economía“. (6)
Finalmente, para Marx y Engels, la violencia está íntimamente relacionada con el Estado.
Habrá que advertir que en Marx (y Engels) no hay una teoría del Estado y que el análisis de su funcionamiento fue justamente uno de los proyectos que dejó sin terminar. A pesar de ello, a través de sus obras dejó múltiples observaciones que permiten definir los alcances y los límites de su planteamiento.
Al principio, Marx, en obras como la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel y La cuestión judía quiere señalar la separación que se opera en el capitalismo entre sociedad civil y Estado; impugnar la tesis del liberalismo en el sentido de que el Estado representaba la conciliación de las contradicciones de clase; y, por el contrario, señalar que se trata de la violencia organizada por una clase para la opresión de otra. Así lo expresan Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista: “el poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra” . (7)
Así, mientras Platón consideraba que el fin del Estado debería ser la instauración de la justicia; Aristóteles, el bien común; Leibniz, la felicidad de los súbditos; Kant, la realización de la libertad, y Hegel, la expresión más consumada del ethos, Marx y Engels consideran que el Estado mismo debía desaparecer y con él la violencia política, para dar lugar a una sociedad autorregulada.
Desde luego que hay que hacer notar que Marx primero sostenía una concepción instrumentalista del Estado, pero después, cuando escribe el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, considera que el Estado puede autonomizarse transitoriamente y ser expresión de un bloque de fuerzas. En el marxismo posterior se desarrollarían, al menos, cuatro vías de interpretación del Estado: la instrumentalista de Lenin y Miliband; la estructuralista de Althusser, Poulantzas o Therborn; la historicista de Gramsci, y la hegeliano-marxista de Marcuse o el primer Habermas.
Al considerar al Estado como violencia organizada de una clase o conjunto de ellas, Marx y Engels dejaban de lado, junto a otras funciones, lo que Gramsci denominó “la hegemonía”
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