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MI AMIGA NECESITA AMOR (BULLYING)

espegaso17099 de Julio de 2014

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MI AMIGA NECESITA AMOR

Hace algunos años a nuestro salón de la Secundaria Moisés Saenz Garza, llegó una nueva compañera, lo que para mí significaba la oportunidad de tener una nueva amiga.

Su nombre era Magdalena y su carita morena, redonda y simpática dejaba ver sus bellos rasgos indígenas.

La mayoría del grupo no mostró asombro ni curiosidad alguna por conocer o acercarse a la nueva compañera, en cambio ella aprovechaba cualquier oportunidad para dejar ver su sonrisa franca y gentil.

Me dirigí a ella buscando conocer más sobre los motivos por los cuales había llegado a nuestra escuela y para saber de dónde venía, justo cuando estábamos por iniciar nuestra conversación, un par de compañeras “Las populares del salón” interrumpieron lo que aún no comenzaba:

– ¡Ni te atrevas Nadia! ¿Quieres ser amiga de esta india?, ¿Quieres que todos te dejen de hablar?, no seas tonta, te vas a contagiar de su fealdad, si lo haces, olvídate de nuestra amistad, no aceptamos ni indios, ni feos, ni amigos de ellos.

Pasaron los días y nadie se acercaba a Magdalena, la consigna de “Las populares” había sido muy clara, ¡No indios!, ¡No nacos!, ¡No feos!, y yo me sentía acorralada, por un lado quería hablarle a Magdalena y por el otro no quería perder la supuesta amistad de “Las populares”.

Afortunadamente como en toda historia siempre hay alguien valiente, teníamos entre nuestras compañeras, la clásica que no le teme a nada, ni a nadie, ni siquiera a la indiferencia y enojo de “Las populares”.

María Elena era menudita, de ojos chiquitos, curiosos y vivaces, se hizo amiga, que digo amiga, casi hermana de Magdalena, a todos lados iban juntas, mostrándole al mundo lo bien que se llevaban y lo poco que les importaban las malas lenguas y las caras largas.

Cuando ellas aparecían en escena pronto se alejaban todos, fuera donde fuera. Era admirable su amistad. Sin embargo no puedo olvidar que algunas veces de lejos las ví llorar, recargándose una en la otra y consolándose en los momentos de debilidad y soledad en esa escuela que en algunas ocasiones debió parecerles tan triste y tan oscura.

Se llegó el mes de diciembre y todos y todas entramos al intercambio de regalos, menos Magdalena, no estaba, ese día no fue a la escuela, María Elena su amiga si fue, pero no quiso entrar al intercambio, se apartó y sus ojitos vivaces se veían aún más pequeños de lo que eran, su rostro expresaba un gesto de ausencia y distracción, pero nadie más lo vió y yo tampoco investigue el por qué.

Salimos de vacaciones decembrinas y cada quién disfruto con su respectivas familias de esas fechas tan especiales.

Se llegó el día de regresar y todo parecía volver a la normalidad.

Entro la maestra de inglés, una hippie y agradable mujer, joven, alta y guapa al igual que muy mesurada y respetuosa en su trato, se dirigió a nosotros y nos anunció que una de las compañeras tenía algo que pedirnos.

En el centro del salón grisáceo se paró María Elena y nos dijo:

- Vengo a pedir su ayuda para una amiga mía muy querida. Yo sé que ustedes la llegaron a ver, pero no la conocían. Iba en nuestro salón. Ella llegó en septiembre a nuestro grupo, venía desde el estado de Oaxaca, tuvo que dejar su pueblo al que amaba y donde era tan feliz para llegar a esta ciudad, con el fin de atenderse de una leucemia aguda y avanzada. Desde noviembre del año pasado dejo de asistir a la escuela, pues su enfermedad se agravo y nadie, en verdad nadie aquí se dio cuenta. Fue tan grande su indiferencia que nadie notó su ausencia. Hoy vengo a decirles que ella ya no está, nuestra compañera Magdalena se ha ido a un lugar hermoso, donde no hay diferencias, donde todos son iguales. Su familia pide ayuda, son muy pobres y la van a sepultar al medio día…

El silencio parecía

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