MOSAICO DE PRENSA
GUILLERMOSAGBAY2 de Agosto de 2011
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BOLIVAR
GUILLERMO SAGBAY MÁRQUEZ
Alguna vez dijo Carlyle que Bolívar fue un Ulises cuya Odisea era conveniente requerir, siempre que hubiese un Homero capaz de desarrollar la narración. Alexander Van Humboldt había preconizado ante Bolívar “Creo que su País está maduro para su independencia. Pero no vislumbro cual pueda dársela”. Palabras sublimales que sonaban irónicas precisamente porque se las pronunciaba ante el hombre que iba a llevar a cabo tan magna empresa. Quizá fue así como se introdujo en su ser la brasa resplandeciente para enfrentar los problemas del futuro. Se dio cuenta que ya no era posible seguir deseando la independencia de América. Las palabras de Bompland fueron reconfortantes: “Las mismas revoluciones producen grandes hombres dignos de realizarlas”. Pero otra también era la influencia que encendería la llama en su corazón, la estrella de Napoleón, que eclipsaba a todas las demás, aunque más tarde reprocharía su arrogancia y soberbia al coronarse el mismo emperador, reproche que también lo adopto Beethoven cuando cambio el nombre de la 3ª Sinfonía”Napoleón” por la de “Heroica” dedicada a la memoria de un gran hombre. Decía que desde que Napoleón se coronó asimismo, su fama le parecía el reflejo del infierno, aunque le maravillo el sentido de la aclamación general y el interés que despertaba su persona.
Cuando se juzga la historia de la independencia Sudamericana como la realización de cuantos hombres excepcionales, parece cual si fuera una tragedia compuesta de catástrofes y triunfos, fama e ingratitud. Pero si, en cambio se la considera como hazaña de un pueblo, reviste los caracteres de una epopeya en la que la voluntad nacional supera todos los obstáculos de la naturaleza y tradición. Sin embargo ninguno de estos hechos es acertado sino se focaliza la revolución sudamericana con los problemas de la historia del mundo.
Francisco de Miranda fue la primera gran figura de la revolución, personaje que vive en el recuerdo de los pueblos latinoamericanos como el “precursor”, el que precedió a un hombre más importante, una voz en el desierto. La historia de su vida no es más que un prólogo al drama de la libertad de Sudamérica. Sus planes, sus esfuerzos y, en última instancia, hasta su fracaso, no fueron sino riachuelos que desembocaron en el río principal del héroe verdadero, Simón Bolívar.
“Apresurémonos a romper las cadenas de aquellas víctimas que languidecen en prisiones y que esperan que las rescatemos. No burléis su confianza. No seáis indiferentes hacia las penas de vuestros hermanos. Id rápidamente a vengar a los muertos, a revivir a los agonizantes, a socorrer a los oprimidos y a liberar a todos”.
El manifiesto de Cartagena tiene un lugar entre los grandes documentos históricos. Con él comienza en la vida de Bolívar una serie de proclamas de largo alcance que prueban su pensamiento político y su impetuosa retórica. Y con él comienza también su carrera como líder espiritual, trágicamente determinada a dar unidad y resistencia a la Independencia de Sudamérica.
Pensaba Bolívar que para sacar del caos a la naciente República, no eran suficientes todas nuestras facultades morales, "si no fundimos la masa del pueblo en un todo: la composición del gobierno en un todo: la legislación en un todo: y el espíritu nacional en un todo. La educación y la moral pública eran dos estadios tan importantes como la República misma.
Bolívar tenía 47 años cuando murió: una vida breve si se la mide con la edad promedio del hombre. Sin embargo todas las vidas tienen su dimensión externa e interna, una medida del tiempo visible o invisible. Las experiencias del tiempo interior de Bolívar llenarían un siglo de existencia ordinaria. Pocos grandes hombres de acción han conocido 20 años de actividad
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