Mi filosofía sobre la educación
dhanus_azulEnsayo1 de Octubre de 2019
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21 septiembre del 2019
Mi filosofía sobre la educación.
Aparte de mi forma de ser, ¿qué principios me rigen al momento de enseñar? ¿Qué características guían a mí y a mis pensamientos a la hora de instruir a los más jóvenes?
Un poco sobre mí.
Mi nombre es Rafael Montero García. Nací en diciembre de 1980, crecí en una familia económicamente estable que se separó cuando yo tenía 8 años de edad. Pasé la mayor parte de mi tiempo en escuela, las casas y calles de otras familias de amigos y caminar, siempre he caminado mucho acompañado de mis pensamientos con sólo la suficiente atención para evitar obstáculos peligrosos al hacerlo; si me ven en la calle a distancia, saludan y lo hago yo, por favor no se ofendan es que en realidad no los vi. Soy hijo de los valores básicos que se practicaban en los ochentas aquí en México y mi manera de ver las cosas cambió cuando perdí mi poder económico y vi en un programa de la televisión la necesidad de tener conocimiento para enfrentar y disfrutar más plenamente la vida. Además de estudio de materias que me han interesado en ámbitos variados; la metafísica y algo que llegó a mí hace varios años. Un pensamiento, más bien una sensación sobre quien soy, mi deber en la vida y un interés sobre la naturaleza y lo que sucede en ella.
Tenemos pues que soy una persona tranquila, analítica y con sed de conocimientos variados, producto de haber crecido o ser el hijo adoptivo virtual de muchas familias que he conocido y de sus diversos oficios. Siempre dispuesto a estudiar y aprender cosas útiles y prácticas para poder compartirlas con los demás; sé que el conocimiento es una gran herramienta que nos ayuda a ser felices y quiero ser factor de cambio positivo. Facilitar que otros tengan sus herramientas también.
¿Qué principios me rigen al momento de enseñar?
Los principios que me rigen son principalmente el respeto a la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la integridad, el bien común y la utilidad entre otros. Trato a mis alumnos como quisiera ser tratado, respetando su inteligencia y lo que les sucede en esa etapa de la vida. Mostrarles lo valiosos que son, que piensen por sí mismos y que sepan expresar lo que saben, lo que sienten y a ser personas con sentido común y ética. Que respeten a los demás en todos los ámbitos posibles, que practiquen la generosidad con los demás y que sean conscientes que somos una comunidad y hay que buscar el beneficio de todos más allá del individualismo, que sepan subordinar o prestar sus habilidades para poder trabajar en equipo de manera inteligente y útil.
¿Qué características guían a mí y a mis pensamientos a la hora de instruir a los más jóvenes?
Mi estilo personal varía, se ajusta de acuerdo a quienes y la materia que tengo que impartir, me gusta agregar anécdotas, citas, historias, cuentos y experiencias que enriquezcan o favorezcan la comprensión del tema. A veces me acusan (con mucha razón) de ser poco ortodoxo y hasta caótico o que peco de instintivo al no ser un docente con mucha pedagogía o con estilo técnico o formal. A veces presiono u poco a mis alumnos o los reto agresivamente a demostrar su conocimiento siempre respetando su dignidad. Admito que no sé gran cosa de pedagogía pero mis ganas de compartir mi conocimiento con los demás son genuinas, bien intencionadas; pongo mente, espíritu y corazón en ello.
Quiero dejar un gran bien inmaterial útil y valioso para quien pueda beneficiarse de ello cuando ya no me encuentre en este plano físico. No lo hago por ego, reconocimiento u orgullo sino porque me reconforta saber que hice algo útil, eso me da una gran sensación de autorrealización. Me gusta ser feliz y todos necesitamos serlo. Creo firmemente que la compasión, el entendimiento, la solidaridad y la risa salvarán a la humanidad. Trato de ser amable, hacer bromas inofensivas o inocentes (a veces algo sarcásticas) y un poquito irreverente al enseñar. Porque la vida tiene también sus momentos agridulces que hay que saber aceptar y tomarlos de la mejor manera posible. Para eso hace falta tener un poquito de cinismo sin llegar a amargarse.
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