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Miedo Oratorio


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2012  •  977 Palabras (4 Páginas)  •  443 Visitas

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El miedo oratorio

Se puede afirmar, con cierta veracidad, que el hombre es el único ser viviente que habla, y que la palabra es uno de los dones más extraordinarios que posee, ya que le permite manifestar la prodigiosa riqueza de su alma y establecer una relación con sus semejantes.

El ejercicio efectivo de la palabra se apoya en dos bases: la naturaleza y la educación. Todas las personas hablan, pero muy pocas lo hacen con efectividad, pues la facultad elocutiva requiere, como cualquier otra facultad del hombre, cultivo y educación. Los seres elocuentes, por naturaleza, son la excepción del orden normal humano.

El gran enemigo del orador es el miedo. Éste paraliza la lengua, seca la boca y la garganta, produce transpiración, engendra movimientos torpes del cuerpo en los brazos y las piernas, traba la articulación y la voz y lo que es peor, en algunos casos, deja la mente en blanco (se cae el sistema). En una palabra, es un fenómeno no síquico, pero sí paralizante. Para comprender y superar este fenómeno, tan frecuente, en la carrera oratoria conviene estar advertido sobre algunos puntos.

En primer lugar, el miedo es un fenómeno común en casi todos los oradores, incluso en los más famosos. Lo mismo sucede con los artistas en el escenario. Cicerón mismo consideraba muy feliz al orador que no sintiera erizarse los cabellos ante la presencia del público. Juvenal se refirió a la emoción que experimenta quien hablaba en público, asemejándola a la de quien pone un pie desnudo sobre un reptil. Por ejemplo, un artista que no siente miedo antes de salir al escenario es, sin lugar a dudas, una excepción. Cada función y público es distinto, de ahí su miedo inicial. Los artistas que no lo tienen, o son privilegiados o carecen de respeto por su público.

En segundo lugar, si el miedo no es morboso ni obsesivo, desaparece en la medida que uno comienza a hablar. Arístides Briand, el famoso parlamentario francés, reconocía que jamás pudo abordar un público sin un verdadero malestar físico: boca seca, garganta cerrada, manos muertas. Pero, confesaba que este estado duraba más o menos el mismo tiempo que el exordio, pues luego volvía a controlar la situación.

“Tener miedo antes de hablar, perderlo cuando se habla, es la marca del buen artista”, nos dice un sicólogo. Esto lo sabe cualquier estudiante que haya debido pasar un examen, o alguien que ha sabido sortear una entrevista decisiva. ¿O no?

En tercer lugar, el miedo está en directa relación con el número de oyentes y con la calidad del auditorio, pero no en forma absoluta. Algunos oradores no temen pararse frente a grandes públicos, pero sí ante un grupo reducido, en tanto otros12 temen al público numeroso de las asambleas públicas, y en cambio se desempeñan óptimamente delante de auditorios escogidos o académicos. Cada orador deberá discriminar, con exactitud, cuales son los públicos y circunstancias que lo atemorizan, pues de esta manera habrá avanzado un paso importante para la eliminación de ese temor.

En cuarto

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