Nadando Contra Corriente

Nadando Contra Corriente. Buscando Pistas Para Prevenir la Violencia Masculina en las Relaciones de Pareja.

Oswaldo Montoya Tellería.

El lenguaje cuando nos comunicamos es sexista cuando hablamos de “nosotros” ya que es una palabra en masculino, la empleamos para englobar a hombres y mujeres, o cuando decimos el hombre para referirnos a la humanidad. Ante lo anterior se optó por decir todos y todas, aunque al ser esto hasta cierto punto tedioso se ha optado por utilizar el símbolo @ que equivale a una combinación de una “a” y una “o”. Con lo cuan entendemos que se refiere a los dos sexos.

Una de cada dos mujeres ha sido maltratada físicamente alguna vez por su marido. ¿Qué pasa son los hombres que alguna vez prometieron amor a su pareja y terminaron siendo la principal amenaza a su seguridad emocional y física? La violencia de los hombres es la manifestación más extrema del dominio masculino sobre las mujeres.

La violencia en las relaciones de pareja es un problema de poder y control. Basada en desigualdades de género, clase, edad, etnia y opción sexual. Y esto es practicado tanto por hombres como por mujeres.

Para prevenir y contrarrestar la violencia masculina en las relaciones de pareja. A partir de la socialización machista que recibimos, tenemos algunos rasgos, actitudes, impulsos o conductas que podemos valorarlas como violentas.

Reconocimiento de las relaciones de poder entre los géneros, que ubica a los hombres en posiciones en el mayor acceso por parte de los hombres a recursos materiales y simbólicos. Los privilegios masculinos son un hecho estructural que ocurre junto al daño humano experimentado por los mismos hombres como consecuencia de nuestra condición masculina patriarcal.

Ante la estructura de la desigualdad, la violencia no resulta casual. Entendemos por violencia masculina, todo acto de agresión física, verbal, psicológica sexual, económica ejercida por los hombres contra mujeres, niños, niñas y contra otros hombres en un esfuerzo por afirmar poder y dominio.

En cada estructura de poder los grupos dominantes ejercen la violencia contra el grupo dominado para preservar el sistema. El sistema patriarcal no es la dominación de los hombres a las mujeres, sino la dominación de unos hombres sobre otros.

La masculinidad hegemónica es la forma “legitima” de ser hombre en un determinado contexto sociocultural. Se nos dice que “lo normal” y “natural” es que los hombres tengan comportamientos, funciones, actividades, formas de pensar, capacidades, saberes, deberes y derechos diferentes a las mujeres.

La percepción de sí mismo se construye a partir de la identidad asignada por la cultura y el medio social, a nivel individual se va formando nuestra autoidentidad en un proceso de socialización. La heterosexualidad es la más importante exigencia a los hombres, lo cual es obligatoria. Los hombres necesitan de un trabajo, o un oficio que les posibilite ser proveedores económicos y propietarios de bienes materiales. Lo anterior muestra las dos principales fuentes de autoridad y poder de los hombres.

La masculinidad hegemónica se sigue asociando con la violencia, con la identidad masculina tiene el derecho y el deber de ejercer violencia sobre las y los que tienen menor poder. Surge la preocupación por preservar la imagen de ser “muy hombre” sobre todo ante otros hombres.

El machismo se asocia con la demostración y exhibición de rasgos dominantes hacia las mujeres, niñas/niños y otros hombres. Los hombres quieren recibir atenciones y servicios quieren una “mujer de hogar” con lo cual están satisfechos. Estos hombres no se oponen a que su esposa trabaje, siempre que no descuide sus responsabilidades como “mujer de casa”.

La mujer tiene que entender que él actividades e intereses en la vida pública, necesidades de creación

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