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Pensamientos de los indios Americanos


Enviado por   •  22 de Mayo de 2012  •  Informes  •  1.643 Palabras (7 Páginas)  •  487 Visitas

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Pensamientos de los indios Americanos

Dicho Cheroke: "Antes de hablar del caminante camina dos leguas en sus sandalias"

"Los hombres son los unicos seres sobre la tierra qeu han olvidado la razon de su existencia, y con ella, el conocimiento de su cuerpo y el volor de sus sentidos y sus sueños.

Tampoco recuerdan la Sabiduria que el Supremo ha puesto en ellos, y andan por el mundo como ciegos que tropiezan una y otra vez con las piedras que ellos mismos ponen en su camino, atropellandose y pisoteandose en iuna loca carrera hacia el negro y vacio agujero de la nada que los absorvera al final de su vida inutil.

Yo se hacia donde conduce ese agujero.

he penetrado en el en muchos de mis viajes y me estremezco de solo recordarlo"

* Okmulgee (Shaman Wampun)

"Nos movemos hacia adelante y nos transformamos en lo que pensamos. ¿ No es hora que nos detengamos a pensar en que pensamos?

* Donm Coyhis, Mohicano

1786 - 1866

En 1854, el Presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce hizo una oferta por una gran extensión de tierras indias, prometiendo crear una reserva para el pueblo Suquamish, tribu asentada en el actual estado de Washington (noroeste de los Estados Unidos y suroeste de Canadá). La respuesta del Jefe Seattle, publicada según una versión que se atribuye al guionista americano Ted Perry, más allá de su extraordinaria belleza, se ha convertido en un manifiesto clásico a favor del respeto al medio ambiente:

El gran caudillo de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran caudillo nos ha mandado también palabras de amistad y de buena voluntad. Apreciamos mucho esta delicadeza porque conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Queremos considerar su ofrecimiento, pues sabemos que si no lo hiciéramos, pueden venir los hombres de piel blanca a tomarnos las tierras con sus armas de fuego. Que el gran caudillo de Washington confíe en la palabra del líder Seattle con la misma certidumbre que espera la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como estrellas.

¿Como podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son nuestros el frescor del aire ni los reflejos del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más adelante. Tendríais que saber que mi pueblo tiene por sagrado cada rincón de esta tierra. La hoja resplandeciente; la arenosa playa; la niebla dentro del bosque; el claro en la arboleda y el zumbido del insecto son experiencias sagradas y memorias de mi pueblo. La sabia que sube por los árboles lleva recuerdos del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando empiezan el viaje en medio de las estrellas. Los nuestros nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos un pedazo de esta tierra; estamos hechos de una parte de ella. La flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa: todos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, el jugo de la hierba fresca, la calor de la piel del potro: todo pertenece a nuestra familia.

Por esto, cuando el gran caudillo de Washington manda decirnos que nos quiere comprar las tierras es demasiado lo que nos pide. El gran caudillo quiere darnos un lugar para que vivamos todos juntos. El nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de meditar su ofrecimiento. No se nos presenta nada fácil ya que las tierras son sagradas. El agua de nuestros ríos y pantanos no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiésemos las tierras, haría falta que recordaseis que son sagradas y lo tendríais que enseñar a vuestros hijos y que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son hermanos nuestros, porque nos libran de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y nos dan sus peces. Si os vendiésemos las tierras, tendríais que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son hermanos nuestros y también vuestros. Tendríais que tratar a los ríos con el corazón.

Sabemos bien que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra manera de ser. Tanto le importa un trozo de tierra que otro, porque es como un extraño que llega de noche a arrancar de la tierra todo lo que necesita. No ve la tierra como una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la ha hecho suya, la menosprecia y sigue andando. Deja atrás las sepulturas de sus padres y no parece que eso le duela. No le duele desposeer la tierra de sus hijos. Olvida

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