Poesia a mis abuelos

LAS ARRUGAS DE MIS ABUELOS

Era un día soleado en Cusco, la primera vez que Maximiliano se percató que sus  Abuelos Hilario y Natividad  tenían muchísimas arrugas, no sólo en la cara, sino por todas partes del cuerpo.

- Abuelos, deberían ponerse la crema que usa mi Mamá para las arrugas.

El abuelo saco su peine y la Abuela Natividad sonrió, y un montón de arrugas aparecieron en sus rostros.

- ¿Lo ves? Tienen demasiadas arrugas, dijo Maximiliano
- Ya lo sé, respondió el Abuelo. Es que soy un poco viejo como un baúl antiguo. Pero no quiero perder ni una sola de mis arrugas, aún en una caída. Debajo de cada una guardo el recuerdo de algo aprendido y oído.

A Maximiliano se le abrieron los ojos como un León, como si hubiera descubierto un tesoro, y así los mantuvo mientras el Abuelo le enseñaba la arruga en la que guardaba el día que aprendió que era mejor perdonar que guardar rencor, o aquella otra que decía que escuchar era mejor que hablar, esa otra enorme que mostraba que es más importante dar que recibir, y otra arruga que se mostraba al bailar, o una muy escondida que decía que no había nada mejor que pasar el tiempo con su nieto.

Desde aquel día, a Maximiliano su Abuelo le parecía cada día más guapo, y con cada arruga que aparecía en su rostro, acudía corriendo con un vaso de agua para ver qué nueva lección había aprendido. Hasta que en una de aquellas charlas, fue su Abuelo quien descubrió una pequeña arruga en el cuello de Maximiliano:

- ¿Y tú? ¿Qué lección guardas ahí?

Maximiliano se quedó pensando un momento. Sonrió y dijo:

- Que no importa lo viejito que llegues a ser Abuelo, ésta arruga es porque ¡te quiero!

Y el Abuelo lo abrazó y le dio un beso muy tierno en la frente, susurrándole al oído, el sentimiento es mutuo pedacito de hombre, ¡te queremos mucho¡

Autor :  Maximiliano

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