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Psicologia

ptemani116 de Diciembre de 2013

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ESTUDIO 1

En este primer estudio y después de lo expuesto anteriormente se distingue entre sexo y

género. El sexo se utiliza para las diferencias de origen biológico a partir de las evidentes

categorías de hombre y mujer. El género se define culturalmente, a través de las categorías de

masculinidad y feminidad: dos constructos independientes que reflejan características

valoradas socialmente como positivas y que están muy poco relacionadas con el sexo (Deaux

y Lafrance, 1998). La armonía de características masculinas y femeninas (instrumentales y

expresivas) producirá una mayor flexibilidad comportamental y un mayor nivel adaptativo

(Bem, 1974). Esta armonía la encarnan los individuos denominados andróginos, que pueden

ser tanto masculinos como femeninos, tanto instrumentales como expresivos, dependiendo

del comportamiento adecuado a cada situación. En el caso de los celos estas personas no

elegirán el tipo de infidelidad más estresante en función de su pertenencia sexual.

Evidentemente tampoco lo harán los individuos con una tipificación sexual cruzada

(hombres femeninos y mujeres masculinas). Sus respuestas se alejarán de las de los sujetos

tipificados sexualmente (hombres masculinos y mujeres femeninas) que sí responderán de

acuerdo a su categoría sexual.

En segundo lugar se pretende poner a prueba algunas de las afirmaciones realizadas por

las dos hipótesis de interdependencia de DeSteno y Salovey (1996a, 1996b), y Harris y

Christenfeld (1996a, 1996b), respectivamente. Buss, Larsen y Westen (1996) proponen un

nuevo dilema en el que las diferentes probabilidades de infidelidad condicionales sean

irrelevantes: ambas infidelidades se producen para los hombres y las mujeres. Para la

hipótesis de la interdependencia las diferencias sexuales desaparecerán; mientras que para la

teoría evolucionista se mantendrán. Para verificar esta idea se incluye en el estudio la variable

ocurrencia de la infidelidad, con dos niveles: simple y doble. El primero se corresponde con

el dilema clásico. El segundo plantea una situación en la que ambas infidelidades han

ocurrido y el sujeto ha de elegir cuál le produce más estrés.

DeSteno y Salovey (1996b) sugieren que la disminución en la selección de la infidelidad

sexual por ambos sexos en el segundo escenario de Buunk, Angleitner, Oubaid, y Buss (1996)

se explica desde la hipótesis de la interdependencia. Para verificarlo incluimos en el estudio

dos tipos de situaciones: la primera es una traducción precisa de la utilizada por Buss y cols.

(1992); la segunda describe más explícita y crudamente las dos infidelidades. En la infidelidad

emocional el sujeto ha de imaginar que su pareja le dice palabras amorosas a otra persona. En

la sexual imagina a su pareja realizando sexo oral, coito y teniendo un orgasmo con otra

persona. Siguiendo el razonamiento de DeSteno y Salovey (1996a), se puede pensar que es

muy probable que haya infidelidad sexual cuando la pareja está claramente enamorada de la

otra persona; y que esté enamorada de la otra persona si tiene relaciones sexuales tan plenas.

Esta situación favorece más a la interdependencia de ambas infidelidades que el escenario

tradicional. Esta nueva variable, descripción de la situación, tiene dos niveles: poco explícita

y muy explícita. Hay, por tanto, en el primer estudio cuatro condiciones experimentales,

cuatro escenarios; cada uno de ellos con una probabilidad diferente de que un tipo de

infidelidad implique el otro y viceversa. Además de estas manipulaciones experimentales se

analizan las creencias de los individuos sobre la interdependencia

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