Reflexión día de muertos.

Un día en una de mis clases de la carrera, un profesor nos pidió que nos describiéramos como mexicanos. Mis compañeros y yo, empezamos a escribir en el pizarrón cosas como "flojos, tramposos, desinteresados...". Todo lo que empezamos a escribir en esa pizarra nos sonó gracioso, y el maestro nos daba la razón. Hubo ese día dos compañeros que no se pararon a escribir nada, y recuerdo que uno de ellos dijo que no se paró a escribir porque él piensa que los mexicanos somos más que todos esos defectos que se escribieron, y de los cuáles nos reíamos.

Cada año, a la comunidad estudiantil se nos pide que hagamos un altar de muertos, con un tema de referencia. Este año se nos pidió que el altar que hiciéramos tuviera que ver con las víctimas de la violencia en el mundo. Tu, que en este momento estás leyendo estas líneas te preguntarás: Si, ¿Y qué tiene que ver lo que escribiste en el párrafo anterior con los altares de muertos?

En ese momento, que me levanté junto con mis demás compañeros a escribir los defectos de un mexicano, olvidé por completo que es ser un mexicano. Actualmente se nos acusa de ser una población cegada, oprimida por el yugo de un poder represor... Pero, al caminar ese viernes por el patio de la Marista, viendo a mis compañeros de diferentes carreras, unidos, representando diferentes situaciones que vivimos en el mundo, y al ver a mis compañeras que representaron una situación de violencia en el concurso de "Miss Catrina"  me pude dar cuenta de cuán equivocada estaba ese día que etiquetaba a "los mexicanos", ya que no me daba cuenta que también esa etiqueta la cual coloqué y posteriormente me burlé también me aplicaba a mi.

A veces, por voltear a ver sólo lo malo, olvidamos las bellas tradiciones que conforman a nuestra cultura. El honrar a la muerte es una tradición que llevamos con nosotros desde tiempos prehispánicos en los que se pensaba que de acuerdo a la manera de morir el alma encontraba su destino: al Tlalocan, paraíso del dios de la lluvia se dirigían los ahogados, hidrópicos y los ofrecidos al dios; acompañaban al sol Huitzilopochtli las mujeres muertas en parto y los guerreros caídos en la batalla o en la piedra del sacrificio; al Mictlán, lugar común de los descarnados, iban quienes fallecían por cualquier otra causa.

Con el paso del tiempo y la llegada de los españoles estas tradiciones fueron cambiando hasta llegar a lo que son ahora. Cada inicio de Noviembre recordamos a aquellas personas que se nos adelantaron, al Cielo, Paraíso, Mictlán o como quieras llamarle... Y que mejor manera, de mostrar y demostrarme que somos una sociedad con conciencia, que recordar a todas esas víctimas de la violencia que se fueron, y no sólo a las víctimas de violencia. Año con año, las casas de miles de familias mexicanas, se adornan con papel picado, velas, flores, fotos y miles de recuerdos de las personas más queridas que murieron.

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