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Religión


Enviado por   •  9 de Abril de 2014  •  Ensayos  •  1.391 Palabras (6 Páginas)  •  181 Visitas

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La tercera es la más extensa, ya que narra sus diez días a la deriva por el mar del Caribe y cuenta sus peripecias como náufrago. Constaría desde el cuarto episodio hasta el undécimo.

“Diez días duró la travesía en la balsa. En la primera noche trató de orientarse por medio de la puesta del sol y por la localización de la Osa Menor. El náufrago no paraba de pensar que el buque no sólo habría llegado a su destino, sino que ya habrían empezado las operaciones de búsqueda de los supervivientes. Pero esta esperanza desaparecía poco a poco.

En el segundo día vio un punto negro en el horizonte que se acercaba a gran velocidad hacia la balsa. Poco a poco ese punto negro se convertía en un avión, pero debido a la velocidad del aparato y de la gran altura a la que se encontraba resultó imposible el divisar al náufrago y volvió por donde vino. A los 5 minutos apareció de nuevo y nuestro protagonista pensó que lo habían visto pero realizó la misma operación. Desde ese día Luis Alejandro tomó nota de que los aviones partían y volvían de la misma dirección, de Cartagena de Indias, y de que todos los días, desde las 5 de la tarde hasta el anochecer aparecían los tiburones merodeando la balsa.

El tercer día fue el más desesperante de todos. A parte de no ocurrir nada en particular empezaba a tener visiones. Veía a su mejor amigo de la marina en la balsa, Jaime Manjares.

Al cuarto día perdió la noción de los días y no estaba seguro de sí la balsa avanzaba o retrocedía. También fue el primer día que bebió algo de agua salada.

En la noche del cuarto al quinto día, mientras conversaba con su amigo Jaime, vio las luces de un barco pero a los 20 minutos desapareció. Al amanecer empezó a pensar en un relato, recientemente leído, en el que hablaba de un náufrago que en una balsa llegaba a una isla desierta en la que era devorado por caníbales. A lo largo del día una molestia le repercutía en su estado físico y pensó que ya había llegado el momento, pero descubrió que desabrochándose el pantalón y descargando el vientre sobre la mar, volvía a sentirse con fuerzas. Lo más importante de ese día fue la visita de 7 gaviotas. Pensó que se encontraba muy cerca de la costa y eso le dio fuerzas. De repente una de las gaviotas descendió su vuelo y se posó sobre la balsa. Luis Alejandro permaneció inmóvil y la gaviota se confió en exceso. No es digno de un marino matar una gaviota pero el hambre lo puede todo y con dos vueltas de pescuezo sintió la sangre caliente chorreándole los dedos. La repugnancia ante tal amasijo de huesos, carne y sangre le hizo desperdiciar el manjar y lo desechó por la borda después de desestimar la idea de usarlo como carnaza.

Al sexto día, debido al hambre, recordó que tenía varias tarjetas de Mobile en el bolsillo y no dudó en echárselas a la boca. Fue un gran alivio y eso supuso un aumento en su imaginación, llegando a probar el sabor de los zapatos.

En el séptimo día pensó, al ver tantos peces alrededor de la balsa, que podía coger uno con facilidad, pero los peces le respondieron mordiéndole y desgarrándole las yemas de los dedos. La mezcla de la sangre con la gran cantidad de peces hizo de imán para los tiburones que aparecieron en gran número. De repente uno de los tiburones dio un aletazo y apareció en la balsa. Desesperadamente el marinero agarró uno de los remos y se lió a remazos con el animal hasta que se dio cuenta de la situación: uno de los peces, perseguido por los tiburones había logrado introducirse dentro de la balsa junto con medio cuerpo de un tiburón que desistió de su presa y regresó al mar. Despedazó al pez de medio metro y después de limpiarlo como pudo le engatusó dos bocados que le saciaron el hambre. Mientras iba a limpiar su presa ingenuamente al mar, un tiburón envistió contra la presa y se la arrebató al náufrago. En un ataque de rabia asestó

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