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Sobre el poema épico de Homero, la Iliada

DolartonkiReseña19 de Junio de 2014

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"El Rey Agamenón, mató el primero a Hodio, alto de talla y valeroso adalid de los fuertes alizones... Mientras Hodio, para huir, la espalda volvia acobardado, entre los hombros la aguda lanza le escondió el Atrida hasta que al otro lado, por el pecho salió la punta. Moribundo el héroe, desde la silla del brillante carro cayó en el polvo, retembló la tierra en derredor y temeroso ruido sobre él hicieron caer las armas...

Quitó después la vida Idomeneo a Festo, hijo de Boro, que de Tarne opulenta ciudad de la Meonia fuera venido..."

Aparte del vigor enorme de la descripción --cayó en el polvo... retembló la tierra en derredor... y temeroso ruido sobre él hicieron, al caer las armas-- observemos la minuciosidad a que antes nos referiamos.

Está describiendo una acción secundaria y presenta a un guerrero desconocido, que ya no vuelve a aparecer y del que hasta entonces no habia noticia alguna y sin embargo consigna todas sus generales, lo deja perfectamente identificado para la eternidad: "Festo, hijo de Boro, natural de Tarne, opulenta ciudad

de la Meonia...".

A veces uno piensa que Homero, el rapsoda, tuvo algo de periodista de su tiempo. Resultó que escribió para la eternidad pero quizá él lo hizo, muy acentuadamente, al servicio de los lideres de su época. Porque se observa que asi como los cronistas actuales celebran a todos según su méritos y aprovechan las ocaciones propicias para resaltarlos, Homero escribe lo que pudiéramos llamar una "crónica social de la guerra de Troya" --(entonces lo elegante era batirse sin cesar)-- y va dedicando especial atención no al héroe genérico, al soldado desconocido sino a cada uno de los combatientes, combatientes individualizados e identificados y si en el libro quinto presenta en primeros planos a Diómedes, en el octavo el personaje principal es Teucro y lo son sucesivamente Agamenón, y Ulises y Ayax, Idomeneo y Menelao y aún éste, que no aparece como muy valiente, defiende en el libro 17 con gran denuedo el cadáver de Patroclo.

Parece como si Homero hubiera tenido un especial empeño en quedar bien con todos sus personajes y en divulgar al máximo sus hazañas personales, como consignaba también muy cuidadosamente cuando hablaba de juegos atléticos, quién ganaba la carrera, quién el salto y quién se distinguia en el lanzamiento de disco o de jabalina.

Y ya que hemos visto dos de los aspectos más fundamentales del poema --la intervención de los dioses y la constante contienda humana-- veamos también un ejemplo de la nota patética,

magistralmente manejada siempre.

Elijamos cuando describe, en el canto 18, la desesperación de Aquiles al enterarse de la muerte de Patroclo, su amigo, que le determina a volver a participar en la lucha que habia abandonado.

"Mientras él en su mente resolvia y en su ánimo estas dudas, el amable hijo de Néstor se acercó, Y ardientes lágrimas derramando, la funesta noticia le anunció diciendo triste: "¡Ay, hijo de Peleo! Dolorosa noticia vas a oir, fatal desgracia, que permitir los dioses no debieran. Yace Patroclo... En torno del cadáver desnudo, se pelea y tu armadura Héctor la tiene... Al escuchar sus voces, oscura nube de dolor el alma cubrió de Aquiles. Y con ambas manos la ceniza caliente todavia tomando, y por encima la cabeza derramándola, el rostro peregrino afea con ella y la negrura su vestido cubria que axhalaba de néctares aromas delicados. Se arrojó en la arena y siendo de estatura agigantada largo trecho yacia y con las manos se arrancaba la rubia cabellera...

Funeral lamento Anticolo también, en triste lloro, bañandose sus mejillas conmenzaba, pero mientras Aquiles en suspiros exhalaba el furor, ambas sus manos el joven sujetaba con las suyas; porque mucho temia que tomase algún cuchillo y el hermoso cuello se dividiese.

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