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Socialismo


Enviado por   •  6 de Marzo de 2012  •  9.000 Palabras (36 Páginas)  •  308 Visitas

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El socialismo del siglo XXI

Modelo para armar y desarmar

por Juan Carlos Monedero *

1. El socialismo del siglo XXI debe encontrar nuevas definiciones de la naturaleza humana que no basen todas las transformaciones en un deseo de "humanidad para sí" de difícil cumplimiento.

Jorge Contreras, Sin título

Herencia de la Ilustración, el socialismo ha cometido el error de pensar que el ser humano no solamente era "bueno" sino que, además, era "perfectible". Esto no quiere decir que lo contrario sea cierto, esto es, que, como planteó Hobbes, el hombre sea "un lobo para el hombre". El ser humano tiene un fuerte instinto de supervivencia, que lo lleva a comportamientos individualistas y a comportamientos grupales.

Hoy sabemos que las circunstancias nuevas hacen más por la transformación que el supuesto "hombre nuevo" (que, como hemos visto durante el siglo XX, cae constantemente en vicios viejos). Las condiciones sociales llevan, incluso, a modificaciones genéticas. Pueblos que viven de plantar arroz en humedales han desarrollado alelos que les hacen más inmunes al paludismo. Todo esto insiste en la naturaleza social del ser humano.

En conclusión, al renunciarse a la polémica acerca de la bondad o maldad del ser humano, se insistirá más en construir articulaciones sociales que entiendan que los humanos, separados de cualquier responsabilidad social, caen más cerca de los 4 millones de años de nuestra condición "pre sapiens" que de los 400.000 años en que culminó nuestra evolución como especie. Porque todavía no somos "humanos", reforcemos los mecanismos sociales (sobre todo los valores) para que caminemos en esa senda evolutiva que nos permita alcanzar ese estadio superior que es el socialismo.

2. El socialismo del siglo XXI no se define desde las vanguardias, sino que se construye con un diálogo abierto y real alentado y posibilitado por los poderes públicos.

La suma de las reivindicaciones emancipatorias de los movimientos sociales (aquellas que no incorporen nuevos privilegios), constituye el fresco general de la tarea pendiente del socialismo a comienzos del siglo XXI. Ya han pasado los tiempos donde una vanguardia que se definía como tal a sí misma dictaba los contornos del futuro. La inteligencia real genuina es la colectiva (el lenguaje es colectivo), que se construye no forzando a una homogeneidad obligatoria, sino a través del encuentro voluntario entre las distintas emancipaciones.

Hacen falta pensadores, equipos de gente que proponga ideas, expertos y técnicos que posean certezas acerca de la viabilidad de las propuestas en el corto, el medio y el largo plazo; pero solamente los pueblos tienen la inteligencia colectiva necesaria para saber qué es lo que quieren, cómo lo quieren y cuándo lo quieren. El socialismo del siglo XXI se debe armar a través de un diálogo abierto con la sociedad, los movimientos sociales, los partidos políticos, las administraciones públicas, y también con los poderes reales que aún gobiernan cada una de las distintas sociedades.

Por eso es que se estará también desarmando constantemente. Esa pluralidad significa también que cada colectivo, pueblo, nación tiene sus propias características. El Estado no es igual en Europa que en África o América Latina; la iglesia no responde a las mismas inquietudes en España o Roma que en El Salvador o Colombia. No es igual la iglesia de los barrios de Caracas que la que representa a la jerarquía venezolana. Los partidos políticos o las reglas electorales no operan de la misma manera en todos los países.

Cada Estado tiene sus reglas de comportamiento propias, así como especificidades que reclaman comportamientos diferentes (la presencia de paramilitares y narcotraficantes, de mafias, de tramas consolidadas de corrupción, la existencia de guerrilla, la cercanía a los Estados Unidos, el tipo de países a los que se orientan las inversiones, la dependencia o independencia de las Cortes de justicia, la lealtad constitucional del gobierno o de la oposición, la base económica, los conflictos sociales, etc.). Pero también es cierto que el capitalismo homogeneiza comportamientos y globaliza su actuación. El socialismo del siglo XXI es, al tiempo, global y local: se arma desde las propias especificidades y articula su alternativa en un mundo crecientemente interdependiente. Se orienta en el desempeño local, y se esfuerza por encontrarse con sus iguales en el resto del planeta.

Una de las tareas de la administración pública es coordinar esa gran empresa de articulación de las diferentes emancipaciones, de definición pública del socialismo del siglo XXI. Para ello puede ponerse en marcha una gran auditoría ciudadana como la impulsada en algunos países de América Latina (un gran FODA –fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas- nacional), o pueden impulsarse las redes ciudadanas, universitarias, políticas, sindicales, profesionales y sociales para construir el "mapa" que cartografíe ese nuevo socialismo (como se ha hecho en algunos lugares de Europa).

La conclusión es que el socialismo del siglo XXI es dialéctico, está en constante construcción, está sometidos a la contraloría constante del pueblo y al escrutinio de los técnicos y de los responsables políticos (que harán ver que no es lo mismo el sueño que la realidad y que confundirlo le corta las alas a la utopía). Esto supondrá, como obligación del Estado, una constante transparencia pública (que ya iniciara la socialdemocracia escandinava a comienzos del siglo XX como el sector más avanzado de la socialdemocracia europea).

La puesta en marcha de una definición colectiva en donde participe todo el país, donde la gente exprese cómo debe ser ese socialismo, construye una cultura política de la transparencia que ya supone un paso en la dirección que se busca. Participar es trabajar de más, pero también es el principal recurso para que la ciudadanía asuma las decisiones políticas como propias, algo cada vez más alejado en las formas de democracia representativa crecientemente aquejadas de "burocratismo" (que genera casos como el referéndum francés sobre la Constitución Europea: 90% de apoyo parlamentario; 60% de rechazo popular –sin contar la abstención-)

3. El socialismo del siglo XXI ha aprendido de los errores del siglo pasado y ya no intercambia justicia por libertad

Desde hace cinco siglos el capitalismo ha impuesto su lógica depredadora por todo el planeta, sometiendo a pueblos, naturaleza, clases, mujeres, indígenas, etc.

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