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Tras Las Huellas De Los Dinosaurios


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2013  •  2.920 Palabras (12 Páginas)  •  295 Visitas

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Tras las huellas de los dinosaurios

POR CRISTIAN SIROUYAN / CSIROUYAN@CLARIN.COM

Restos fósiles, bosques petrificados y lagos secos convierten la meseta patagónica en la región ideal para rastrear vestigios de la fauna prehistórica. Este apasionante circuito se extiende a otras regiones del país, donde también se detectan restos de animales extinguidos, exhibidos en yacimientos y museos.

Mientras la vista permanece cautivada por la impactante imagen de la represa hidroeléctrica de El Chocón, los pies se afirman sobre el suelo pedregoso de la vasta meseta de Neuquén, una porción fundamental de la Ruta de los Dinosaurios de la Argentina. Durante millones de años, los vientos más australes se encargaron de perfilar el más extenso parque cretácico del planeta y transformaron estesingular universo de geoformas, huellas y restos fósiles en un imán que atrae a científicos y turistas.

El paraíso soñado por paleontólogos y aficionados de todo el mundo bien puede sorprenderlos en el subsuelo del Valle de los Dinosaurios neuquino, al norte del río Limay. Pero ese perturbador escenario, resguardado por profundos cañadones, bardas, senderos de ripio, bosques petrificados y milenarios lagos secos se replica del otro lado de la orilla sur, ya en territorio de Río Negro, donde la llamativa cantidad y variedad de restos de seres vivos de hace más de 60 millones de años hallados dio pie a la creación de la Reserva Natural Valle Cretácico.

Apenas cuatro décadas atrás –un instante casi imperceptible en el largo recorrido temporal desde la prehistoria–, la obra de ingeniería de El Chocón, vital para controlar las crecidas y generar energía hidroeléctrica, empezó a gravitar favorablemente sobre los avances que alcanzaban los científicos. Las bajantes del lago resultaron la señal más nítida que impulsaba a los paleontólogos –seguidos de cerca por una entusiasta pléyade de aficionados– a hurgar restos fósiles en los pliegues del suelo que salían a la luz con intermitencias.

Un hombre de suerte

Entre otros afortunados aventureros, Rubén Carolini vio desbordada su capacidad de asombro en 1987 y 1988, al quedarse petrificado delante de los restos desenterrados de dos dinosaurios. Era sólo la punta de un ovillo, cuyo alcance todavía es imposible imaginar.

Una vez que logró volver en sí, Carolini cayó en la cuenta de que su vida en la región del Comahue transcurría sobre una inconmensurable cuenca paleontológica y fue por más. Su tenacidad tuvo premio demasiado rápido: en 1993 se topó con una tibia y algunas vértebras de un carnívoro del cretácico de unos 14 metros de largo.

Había detectado las primeras señales del giganotosaurus , una desmesurada criatura de entre 8 y 9 toneladas de peso. El 80 por ciento que pudo ser rescatado de la osamenta original fue suficiente para que se autorizara la recreación del carnívoro más grande del mundo conocido hasta ahora. La mole se transformó en la atracción central del Museo Municipal Ernesto Bachmann, otro motivo de orgullo que comparten las autoridades municipales y los pobladores de El Chocón.

A partir de ese y otros hallazgos realizados en la Argentina –cuyo fuerte impacto tuvo eco en lejanas latitudes de los cinco continentes–, una súbita compulsión por conocer un universo hasta entonces ignorado por los neófitos sacudió la curiosidad de familias enteras. Avidas por desentrañar cómo se vivía hace 100 millones de años en Gondwana (la primitiva fisonomía de América del Sur), reconstruyen ese mundo perdido a través de las piezas sueltas desplegadas en 25 museos y 18 parques naturales (denominados “museos de sitio” por los expertos en la materia) desplegados en la Argentina.

La mayor riqueza paleontológica subyace en el paisaje inalterado del sur del país. Sin embargo, la perseverancia y la intuición de los científicos –sumadas a años de estudios– los llevó a descubrir piezas de dinosaurios más allá de los límites de la Patagonia: en los parques nacionales Talampaya (en La Rioja) y Sierra de las Quijadas (San Luis), en Valle de la Luna (San Juan) y hasta en la provincia de Buenos Aires, en las serranías de Ventana y Tandil y en el horizonte llano que enmarca San Pedro y Marcos Paz. Otros aislados descubrimientos extendieron el mapa a las provincias de Córdoba, Santa Fe, Chaco y Salta.

Más allá de la Patagonia

Esos valiosos testimonios del pasado más remoto son exhibidos, fuera de la Patagonia, en forma de piezas originales o reproducciones a escala en los museos de las universidades de La Rioja, San Juan, Comahue y La Plata, Bernardino Rivadavia (en el Parque Centenario de la ciudad de Buenos Aires), Fray Manuel de Torres (en San Pedro) y Provincial de Historia Natural, de Santa Rosa, La Pampa, donde las miradas de los visitantes suelen hacer foco en los huesos de unsaurópodo (de 85 millones de años) y de un adrosaurio del Cretácico.

Así como Neuquén y Río Negro constituyen una misma región paleontológica, también San Juan y La Rioja aparecen fusionadas en cuestiones geológicas y de animales prehistóricos y son separadas por los caprichos limítrofes de la división política. El conjunto natural que conserva Talampaya ocupa 215 mil hectáreas, repletas de formaciones de hace más de 220 millones de años, que el enérgico viento zonda y las precipitaciones se encargan de erosionar en silencio, casi imperceptiblemente, aún en la actualidad.

Los colorados del Parque Nacional riojano –murallones de 120 a 150 metros de altura teñidos por el óxido de los minerales– están posados enfrente de las 60 mil hectáreas del Valle de la Luna. Al adentrarse en el curso vacío del río Talampaya (“Lecho seco del tala”, en lengua quechua) es más sencillo asimilar las geoformas o figuras humanas que imaginar a los primeros dinosaurios, como únicos habitantes del lugar durante 150 millones de años, hasta que se extinguieron hace unos 65 millones de años.

Todo parece ser efímero alrededor de los restos fósiles conservados desde el Triásico (uno de los tres períodos que completan la era Mesozoica), que facilitaron la reconstrucción del pasado a los investigadores. Lejos de darse por satisfechos, geólogos, paleontólogos, antropólogos y biólogos siguen tratando de desentrañar mucho más de Gondwana, separado de Laurasia, que dio lugar a Europa y Asia. Saben con certeza que los dos supercontinentes resultaron de la partición de Pangea, después de que la Tierra fuera una gigantesca masa uniforme extendida entre los dos polos.

Uno de esos misterios insondables ronda la sombra de la fauna más remota. Sus fósiles aún no permiten develar por qué razón los dinosaurios lograron imponerse sobre los mamíferos,

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