Un Sencillo Juicio De Valor

UN SENCILLO JUICIO DE VALOR

“Fuerte es el peso de la propia conciencia”

-Ciceron

En un viaje de estudio, estando en Guadalajara, se puede encontrar que en una de las tradicionales plazoletas que quedan frente a las antiguas iglesias construidas durante la colonia, específicamente en la Iglesia del Expiatorio, cada fin de semana en la noche, las antiguas reuniones sociales cobran vida. El danzón inunda la atmosfera noctámbula del lugar, las luces de las viejas farolas alumbran el espacio y la comida tradicional acapara la atención de los lugareños y transeúntes que se detienen a degustar la infinidad de platos que seducen su paladar.

Es un escenario bastante peculiar, popular y pintoresco en el que se desarrollan unas prácticas culturales y dinámicas sociales interesantes. Dentro de ellas hay una en particular que surge de un colectivo de chicos que desempeñan una actividad de resistencia social y crítica a algunos paradigmas que se han insertado en la mente de la sociedad y supone un desafío al estilo de vida de muchos y al modelo económico que los sustenta.

Con tubos y tablas arman un puesto de comidas en el cual ponen alimentos cien por ciento orgánicos y caseros: empanadas de guayaba, piña, mora, cajeta, tortas y pan dulce, entre otros. La gente degusta y elige lo que más le apetece y al final, al momento de pagar, sucede algo que los bloquea y desafía a la lógica de su razón.

El muchacho o la chica que por lo general atienden el puesto de comida responden a la pregunta de -¿Cuánto es? Con -“lo que tú crees que valga”. Esta respuesta, pareciera, hace que el mundo económico y de interacciones sociales que gira alrededor de los clientes se paralice.

Cada persona ha aprendido a aceptar el valor que otorga el mercado a los productos y pagar por ellos, sin preguntarse acerca del costo de producción, los costos de transporte, de trabajo y esfuerzo dedicado para que “x” o “y” objeto llegue a sus manos y pueda ser utilizado, o degustado, en el caso de los alimentos. Muchos de estos costos, tercerizados en países de Sudamérica y África no representan el valor real de fabricación y distribución de cada producto, solo evidencian una gran cantidad de casos de explotación de las personas con peor calidad de vida en el mundo entero y que son víctimas del modelo económico y de producción, y consumo capitalista de las grandes multinacionales.

Cuando las personas se enfrentan a un juicio de valor en el cual deben decidir qué precio le van a dar al trabajo y esfuerzo de otros, sufren una crisis moral. No pueden caer en el error de pagar más de lo que realmente vale el alimento porque estarían perdiendo su dinero, pero tampoco pueden aprovecharse de la situación y pagar un valor mínimo por la forma de sustento de éstos muchachos pues serían ellos

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