Agroindustrias

La agricultura se ha industrializado y esto es un hecho innegable. Si partimos del siglo XX, no se puede pasar por alto, la llamada revolución verde comprendida en dos etapas. La primera revolución verde se dio en 1950, los agricultores pasaron a emplear un conjunto de innovaciones técnicas sin precedentes, entre ellas los agrotóxicos, los fertilizantes inorgánicos y, las máquinas agrícolas que facilitaron la producción. Eventualmente a mediados de 1980 se da la segunda etapa, esta vez aparecen los organismos genéticamente modificados (OGM) mejor conocidos como transgénicos, un claro ejemplo del que todos hemos escuchado es el maíz transgénico Bt, un maíz al que se le han agregado los genes de la bacteria Bacillus thuringiensis que produce naturalmente las proteínas que protegen la planta de insectos. Estos cambios en la en la agricultura marcaron el comienzo de una nueva forma de producción tanto de materias primas como de productos agrícolas. La creciente relación entre las industrias y la agricultura para la implementación de nuevas técnicas y tecnologías, llevó al profesor de economía Ray Goldberg en 1957 a inventar el término que conocemos como Agroindustria.

Entendiendo que el primer eslabón del proceso que se da en una agroindustria comienza en el campo y que actualmente se ve representado no solo por las actividades agrícolas, sino también pecuarias, forestales y pesqueras las cuales tienen gran importancia en el contexto mundial por su participación en la producción de alimentos y la provisión de insumos para la industria en general. Sin embargo, el crecimiento acelerado de las agroindustrias presenta riesgos en términos de equidad, sostenibilidad e inclusión. Una agroindustria es sostenible si es competitiva en costes, precios, eficiencia operativa, oferta de productos y otros parámetros asociados. Y en el afán por establecer y mantener dicha competitividad, favorece solo a aquellos agricultores que son capaces de entregar productos en mayor cantidad y de mejor calidad. Martien Van Nieuwkoop, director mundial de Agricultura y Alimentos del Banco Mundial, asegura que la falta de información, infraestructura para facilitar el transporte, y los elevados costos de producción son las principales dificultades para acceder y adaptarse a las nuevas tecnologías. Es por esto que el sector primario ha sufrido una baja en su contribución en el PIB mundial el cual cayó en 4.1% desde 1995 hasta 2015.

La producción agrícola en América Latina y el Caribe según la FAO es responsable del 12% de la producción agrícola mundial y del 16% de la exportación mundial de productos agrícolas, y estima una tendencia a aumentar en los próximos años. Si tenemos en cuenta que estas regiones se destacan por su riqueza de recursos naturales, y que su biomasa forestal equivale a la mitad de su superficie terrestre y a casi la cuarta parte de los bosques mundiales, es posible decir que son un potencial agroindustrial. Sin embargo Latinoamérica y el Caribe presentan dificultades en la capacidad de innovación el crecimiento, distribución y consumo de alimentos. La mayoría de los países que conforman esta región están en vía de desarrollo, la pequeña agroindustria se ve enfrentada a la poca gestión por parte del sector público en estrategias de promoción y programas de desarrollo que ayuden a solventar los costos de producción. Por el contrario están expuestos a elevados costos de los servicios básicos necesarios y en ocasiones hasta la inexistencia de estos mismos. La infraestructura inadecuada principalmente de carreteras, que incrementa los costos de transporte desde las zonas rurales. Otra falencia que impide el desarrollo de la pequeña agroindustria es la falta de capacitación humana de un programa de capacitación adecuada, para preparar recursos humanos capacitados, que limita la transferencia tecnológica. Los créditos son casi imposibles para mayoría de los campesinos que laboran en la agricultura, y en el caso de que pueda acceder a uno, pronta se ven ahogados con exigencia de garantías exageradas y tasas de interés elevadas que comprometen sus ganancias. Mientras países de todo el mundo están experimentando con innovaciones tecnológicas en el contexto agrícola, con la finalidad de mejorar la productividad, reducir el desperdicio y controlar la salud de los cultivos y el ganado. Países como Australia y Nueva Zelanda, que son productores clave de lácteos y carne, también albergan centros de renombre mundial para la investigación y el desarrollo del Agrotech. Realizando nuevos desarrollos robóticos, genéticos y de seguimiento de cultivos que emergen de sus ecosistemas iniciales. Esta clase de innovaciones son herramientas valiosas que América Latina podría adoptar a través de una cooperación más estrecha con estas islas del Pacífico Sur.América.

Por su parte, el sector agroindustrial colombiano dispone de la mano de obra, ventajas competitivas y condiciones ambientales, por ejemplo el clima y los recursos hídricos, además de los fáciles accesos a reservas de agua dulce, permiten que la agroindustria local esté constituida por una gran diversidad de actividades que van desde la producción hasta la comercialización. La necesidad de Colombia en este sector se ve reflejada los inversionistas dispuestos a asumir riesgos y a realizar inversiones a largo plazo, dems del apoyo a nuevos emprenderos logrando la equidad e igualdad. No obstante, según cifras aportadas por el Ministerio de Agricultura y

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