CONSTITUCION POLITICA DE COLOMBIA 30 AÑOS DESPUES

Sistema Educativo de la Arquidiócesis de Bogotá  [pic 1]

IX Foro Interinstitucional de Derechos Humanos SEAB  

Mesa N°1:La segregación social ,la violencia y otras problemáticas en el aislamiento.

Autor: Laura Valentina Polania Vásquez  Grado/ Semestre: 8B

Institución: Liceo Parroquial San Gregorio Magno Fecha: 01 octubre 2021

CONSTITUCION POLITICA DE COLOMBIA 30 AÑOS DESPUES

Palabras clave:

Estado social de derecho, cambios democráticos, Regimen

Introducción

En la presente ponencia hablaremos sobre el aniversario de 30 años  de la constitución, paz y posconflicto, el cual habla de los custodios de la constitución de 1991 que salen advertir que lo urgente no es reformar la carta política si no ejecutarla y fortalecer el estado social de derecho.

Aniversario de 30 años de la constitución, paz y posconflicto.

Parece que con distintos argumentos los proconstituyente de ahora y los críticos de esa supuesta urgencia coinciden en que a estas alturas Colombia necesita una nueva ola de renovación constitucional. Unos, siguiendo el discurso del uribismo, piensan que hay que “refundar la patria” revolcando el orden constitucional vigente desde 1991, y otros reconocen que con las 41 reformas y centenares de leyes restrictivas de garantías y derechos, aunque se mantiene el esqueleto, se ha desfigurado mucho del Estado Social de Derecho, de su proyección humanista, verde y hacia la democracia participativa.

Alvaro Gomez Hurtado salio el 4 de julio de 1991 del capitolio de la Republica, algunos minutos después de haber anunciado la nueva constitución, se le escucho decir “hemos cambiado la constitución pero no el régimen” .Y en efecto “el régimen” se a encargado en estos 30 años de meter micos hasta el punto de que solo una re vuelta constituyente puede restablecer el programa de cambios democráticos anunciado al final del siglo XX.

En los años 70 del siglo XX se estructura el momento constituyente y se volvió realidad a final del 89 en el año 90 cuando la crisis obligó a pasar por encima de la constitución vigente desde 1886. Para matarla se recurrió a uno de sus engendros, el Estado de Sitio; a su amparo y por decreto de excepción, se adornó y legitimó el “golpe constituyente”. Quienes fuimos cómplices y promotores de este hito aprendimos que una constitución no se sustituye por otra sino en un proceso extraodinario y extrainstitucional, que en esa coyuntura fue de revolución pacifica: se respondió con un pacto político a la situación de caos, de guerras cruzadas y violencias desenfrenadas. En 1989 y 1990 la crisis nacional, institucional, política y de violencias incontroladas, llegó a su máximo nivel en el periodo post Frente Nacional. El régimen del Estado de Sitio o Estado de Guerra Permanente, fue desbordado. La guerra de los carteles en contra de la extradición y por profundizar la captura del Estado generalizó el terrorismo urbano, el sicariato y el asesinato de jueces, periodistas, políticos y miembros de la fuerza pública. En los años 70 se fortalecieron las fuerzas de oposición democrática, en medio de la crisis de legitimitad de los gobiernos después del robo de las elecciones de 1970, del Acuerdo de Chicoral impulsado por los terratenientes en 1972 contra del reformismo agrario, del Paro Cívico Nacional de 1977 y en contra de la Dictadura del Estado de Sitio que seguía orquestada por los gobiernos de López y Turbay con su Estatuto de Seguridad. En ese contexto, y bajo la influencia de procesos en Nicaragua y El Salvador, se fortalecieron las guerrillas en Colombia, también los paramilitares y las políticas de seguridad nacional animadas por Estados Unidos. Este trabajo explora los primeros 25 años de la Constitución colombiana de 1991. Señala el optimismo desmesurado con que se recibió la Cons- titución por parte del pueblo y de la academia en general. Sin embargo, con el paso de los años, la Constitución, si bien logró modificar signifi- cativamente la realidad política colombiana, fue perdiendo su encanto entre otras razones porque no pudo cumplir las altas expectativas que generó, por las continuas reformas que la clase política hizo en ella hasta desbaratar el modelo original y por la forma en que el régimen político logró adaptarse al nuevo sistema constitucional por lo que bien podría decirse que “todo cambió para seguir igual”. Además, se expone el riesgo que implica una democracia judicialista para el régimen político colombiano. Finalmente, se invita a no caer en ninguno de los extremos (el nihilismo, de un lado, y la ingenuidad, del otro), por lo que se sugiere un escepticismo crítico ante lo que hoy se presenta como la Constitución vigente y ante su futuro inmediato, en épocas de posconflicto. se establecieron nuevas bases de coexistencia, más a tono con el sino de la época: la solidaridad, en lugar del egoísmo; el consenso en lugar de la imposición; la participación democrática en lugar del autoritarismo. A ver si por la vía de la participación y el consenso, las nuevas reglas no corrían la suerte de las anteriores que, no obstante, su noble contenido, se mostraban cada vez más ineptas para encauzar la sociedad por el sendero de la civilizaciónTambién ha habido modificaciones necesarias. Como la que en 1997, en el gobierno de Ernesto Samper, anuló la prohibición de extraditar nacionales, adoptada por la Constituyente bajo sospechas y versiones de amenazas directas de los entonces todopoderosos carteles de la droga. No todos los cambios han sido malos.

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