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Caucho Y Sangre


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2014  •  1.789 Palabras (8 Páginas)  •  286 Visitas

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Caucho y sangre: análisis del enclave británico en el Amazonas peruano.

La historia conserva muchos acontecimientos que hacen cuestionar cada uno de los conceptos éticos que a veces adornan la naturaleza del hombre. Sin embargo, es la codicia humana disfrazada de civilización llevada a África y América de la mano de los europeos el capítulo más vergonzoso en los anales del expansionismo blanco. Siglos de vejaciones en contra de una supuesta raza inferior desangraron pueblos y separaron familias, todo esto bajo el proyecto ficticio de educar y modernizar a los desfavorecidos.

Cuando hablamos de imperio es imprescindible hablar del Imperio Británico: el más grande que ha existido y, por mucho, el más sangriento. Los ingleses ávidos de riquezas llegaron hasta territorios inhóspitos apadrinados por su gobierno para explotar los recursos que poseían las nuevas tierras, hasta entonces vírgenes. Los anglosajones llegaron a dominar casi la totalidad del planisferio (Luscombe, 2014) todo gracias a su poderío marítimo, factor vital para el desarrollo del comercio y la obtención de nuevos terrenos, supeditado por la Royal Navy: brazo naval de las fuerzas militares de la nación insular.

Existen Infinidad de versiones sobre los hechos relacionados con los agravios contra las tribus originarias de los continentes víctimas del colonialismo, sin embargo, resulta interesante analizar los acontecimientos desde la perspectiva de un británico que fue testigo ocular de los sucesos: Roger Casement. Este personaje, cuyas "aventuras" en el Congo Belga y en el Amazonas fueron retratadas por el Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa (2010) en el libro "El sueño del celta", fue enviado por el propio gobierno británico para verificar si los rumores que circulaban en la isla septentrional acerca de unos presuntos actos barbáricos que se estaban perpetrando en contra de la población indígena a manos de los industriales caucheros ingleses eran verosímiles.

Las ejecuciones hacían parte de la cotidianidad y casi que del paisajismo de las estaciones carentes de engalanamientos de la cauchera. El concepto burdo, incluso inexistente de derecho laboral que poseían los británicos era apenas superable en desdén por aquel de derechos humanos. Pocas personas estaban dispuestas a internarse en la selva amazónica y dejar las comodidades ofrecidas por lo que para la media era la civilización y ponerse al servicio de una empresa, quizá, por el resto de su vida. Es por esto que el método de reclutamiento británico de manos para el trabajo en la cauchera era un tanto innovador pues no exigía la presentación de un curriculum vitae ni la aprobación de una entrevista: se trataba de la captura de familias enteras de indígenas pobladores de la Amazonía para usarlos como esclavos en las tareas de recolección y servicio de la compañía. Estos mecanismos de obtención de mano de obra fueron llamados “correrías”. El trato para con los nativos era inhumano: se les exigía una cuota mínima de recolección que la mayoría de veces era pesada y manipulada para hacerlos creer que no la habían cumplido; el sistema de alimentación era irrisorio, forzándolos a trabajar con hambre y debilitando su salud; los castigos por incumplimiento eran dantescos, viles procedimientos que sólo podrían surgir de la imaginación de los más sádicos seres; las familias eran separadas seleccionando los brazos que servirían para la extracción y las niñas vendidas como sirvientas a las familias pudientes de Iquitos, la ciudad más cercana al infierno secundado por los ingleses; los niños en calidad de rehenes que los patrones se adjudicaban para asegurarse de que los recolectores del caucho no escaparan. Lamentable era también que ni siquiera las innumerables atrocidades de las que fueron víctimas los aborígenes amazónicos hicieron que éstos se molestaran en protestar pues creían que era la voluntad de sus dioses que poseyeran tan fatal destino, su aceptación era ciega. (Llosa, 2010)

La importancia del caucho

El caucho fue , a la par con los metales preciosos, una de las materias primas más codiciadas por los colonos. Sus propiedades elásticas y pegajosas lo convirtieron en un producto indispensable para la industria, utilizado para la producción de productos como neumáticos, pegantes, aislantes e, incluso, prendas impermeables. Para el siglo XIX, el caucho se había convertido en uno de los motores de la industrialización que estaba viviendo su momento más vehemente en el hemisferio norte. Su búsqueda y obtención era imprescindible para los grandes industriales y se llevó a cabo sin escrúpulos en las selvas lluviosas de la región amazónica (Scoles, 2003). La fiebre del caucho se prolongó en América hasta que enormes plantaciones de siringueiras en Asia produjeron una caída del precio del hule y los industriales volvieran sus miradas a oriente para mediados del siglo XX, esto sin contar con la cantidad de enfermedades tropicales que contrajeron los europeos en América del Sur y de su eventual deserción. (Pardo, 2014)

El colonialismo Británico en el Perú.

Ahora bien, aunque para la época era preciso aludir al colonialismo en el Congo pues Leopoldo II de Bélgica llevaba introduciendo colonos desde 1908, es anacrónico afirmar que los británicos tenían como colonia al Perú, país independiente de la corona española desde 1824. Además, los ingleses, a pesar de su dominio global en ese entonces, se vieron enfrentados a la doctrina Monroe, que se había establecido desde el siglo XIX. Este sistema fue implementado por el presidente de los Estados Unidos, James Monroe quien dejó claro a través de sus palabras que "Los continentes americanos... no podrán considerarse ya como campo de futura colonización por ninguna potencia europea." (Diego, 1996) En este caso ¿cómo se asocia el Perú de 1910 con un marcado

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