Colombia, un largo camino hacia la paz

¿Existe verdaderamente un camino definido hacia la Paz en Colombia? Este es en definitiva el punto central del cual se debería partir al momento de realizar un análisis sobre los sucesos devenidos después de los acuerdos de paz de en septiembre de 2016. Se convierte en una labor arriesgada aventurarse a lazar premoniciones sobre lo que viene de este punto en adelante con respecto a la paz en Colombia y en cualquier conflicto.

SI bien es cierto que lo recorrido por todos ha sido un largo, terrorífico e incierto sendero en el cual todos los colombianos hemos podido experimentar en carne propia los estragos y la oscura marca que deja un conflicto armado. No se puede negar ante nadie que la esperanza de una anhelada paz duradera se ha convertido en un faro guía para el país entero.

Un aspecto importante a tener en cuenta en este ejercicio de retrospección es que existen tantas visiones del conflicto como colombianos existen o han existido a lo largo de los más de cincuenta años que este ha durado. Y estas visiones del conflicto son tan variadas y con tantísimos matices que se convierte en una labor absolutamente titánica y compleja unificar en un solo concepto lo que el conflicto ha generado o las percepciones que ha dejado en personas, colectivos o comunidades.

Esto partiendo del hecho de considerar la opinión propia y personal sobre el entendido que esta percepción está enteramente correlacionada con la experimentación propia de cada persona y su visión interna sobre el conflicto. La experiencia personal sobre el conflicto es el argumento esencial sobre el cual se forja una idea sobre la realidad, sea cual sea esta.

Y es que esta construcción de la percepción personal con respecto a cualquier estímulo se alimenta de diversas variables que se entrelazan, se construyen y deconstruyen momento a momento desde cosas simples o complejas como experiencias, creencias, enseñanzas, ideas, sensaciones, sentimiento, etc. Nace así un entramado interno que define a cada persona de manera única y diferente.

En este punto empieza a cobrar importancia conceptos como la alteridad o la otredad, conceptos que encuentran una simple base; el reconocimiento del otro como un ser sintiente, pensante, que ha construido una percepción propia con base en su experiencia o estímulos externos que ha recibido, que tiene su propia visión del mundo, de la realidad, que es tanto sujeto como objetos de derechos y obligaciones tanto como el poderoso “yo”.

Es este un asunto poderoso al momento de tocar temas como la paz o el reconocimiento de derechos. Pero lastimosamente es la consideración mas ausente en la construcción de un posconflicto. No sabemos el otro como está sintiendo la realidad actual, no sabemos cómo sido su percepción de la realidad según sus vivencias, sus estímulos, sus creencias o sentimientos. Tendemos a creer firmemente que el otro siente, piensa, sufre y ve la realidad tal y como yo la veo. Entonces el camino a seguir en la construcción de la paz es aquella que mejor le parece a mi “yo”, según las vivencias, los estímulos y la percepción de la realidad de nadie mas que yo, porque es la única opinión que vale.

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