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Combate genético a la criminalidad ¿Qué hace la genética para prevenir la criminalidad?

Litzy Olivarez UrbanoApuntes14 de Enero de 2020

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ESCUELA SUPERIOR DE CUAUTLA

CRIMINOLOGIA Y CRIMINALISTICA

4º “A”

Combate genético a la criminalidad ¿Qué hace la genética para prevenir la criminalidad?

Materia: Criminología IV

Mtro. Félix Hermilo Ramírez Navarro

Alumna: Litzy Adriana Olivarez Urbano

Fecha: 30 de Octubre del 2019

INDICE

Introducción…………………………………………………………………………. 3

La genética de la conducta: origen y desarrollo …………..…………………..5

Herencia………………………………………………………………………………..8

Fecundación……………………………………………………………….…………9

Herencia y criminalidad…………………………………………………….………17

Aportaciones al desarrollo genético…………..………………………………….20

Genética y peligrosidad criminal…….………………………….……….………...21

Comportamientos punibles………………………………………………………….22

Conclusiones………………………………………………………………………….24

Bibliografías………………………………………………………………………….27

Introducción

Desde que los abstractos factores hereditarios de Mendel fueron conocidos y descritos a nivel bioquímico como nucleótidos o combinaciones de los mismos formando genes, la genética ha sido el cajón de sastre donde situar cómodamente el origen y control de múltiples características, simples o complejas, de la naturaleza humana. El avance prodigioso de la biología molecular y los últimos desarrollos en técnicas de análisis y modificación del material genético han proporcionado infinidad de ejemplos sobre la importancia que tiene el genotipo individual para explicar la constitución biológica de un ser vivo, sus posibilidades o deficiencias metabólicas, motoras y cognitivas, así como gran parte de sus reacciones o comportamientos habituales.

Pero los avances en genética han ido siempre acompañados por cierto ruido de fondo. Desde el siglo pasado han sido propuestas muchas «tecnologías sociales» de corte eugenésico, racista y antisocial, en coherencia con los «datos» aportados por la ciencia de lo hereditario en cada etapa de su desarrollo. La reciente aparición en Estados Unidos de Te Bell curve, un libro escrito por Charles Murray, ideólogo conservador que trabaja en Te American Enterprise Instituto, y Richard J. Herrasteis, profesor de psicología en Harvard hasta su muerte en septiembre de 1994, nos remonta de nuevo a una polémica que baja de tono pero nunca cesa. Los autores vuelven a sugerir presuntos nexos entre raza y coeficiente de inteligencia, en términos muy parecidos a los de Jensen en 1969. Afirmaciones como las que siguen han provocado una airada y calculada reacción en periódicos y revistas de gran tirada:

La hostilidad de la élite blanca hacia los negros no es infrecuente y un factor clave en ello "es la creciente sospecha de que hay diferencias raciales básicas que explican las lagunas sociales y económicas que separan a blancos y a negros, y especialmente desequilibrios genéticos en inteligencia". Puesto que la mezcla racial es mínima en Estados Unidos, la diferencia de 15 puntos en CI entre blancos y negros constituye un desequilibrio que se perpetuaría genéticamente. Esto explicaría quién tiene éxito en la América de los 90 y quién no, quién sale adelante y quién queda atrapado en el círculo vicioso de la pobreza y la miseria. "El éxito y el fracaso en la economía norteamericana, y todo lo que ello implica, son cada vez más un asunto de herencia genética" (...) El Gobierno pierde tiempo y dinero con los programas de ayuda, teniendo en cuenta que la naturaleza, es decir, los genes, tiene mucho más que ver con el éxito que la educación. Más todavía: esos programas son la raíz del mal, porque mantienen la dependencia y contribuyen a la propagación de los bajos coeficientes intelectuales.

Desde 1920 hasta hoy, coincidiendo casi siempre con períodos de crisis económica y social, se han venido sucediendo cíclicamente planteamientos similares. Ante la escasez de recursos, las situaciones de marginación, pobreza y desempleo generalizadas en grandes sectores de la población tienden a ser vistas por los responsables de política social como irreversibles y como signo evidente del fracaso de las medidas educativas y asistenciales tomadas anteriormente. Tales circunstancias constituyen el terreno abonado para una amplia aceptación de opiniones que sitúen en lo biológico, en lo genético o en la raza las causas de la marginación, el desempleo, la pobreza, los altos niveles de fracaso escolar, la delincuencia y el bajo coeficiente intelectual medio. La genética, en concreto, ha sido la disciplina preferida para dar el barniz seudocientífico a planteamientos ideológicos, insolidarios y antisociales difícilmente digeribles en crudo. Algunos descubrimientos importantes en este terreno han servido de pretexto para amplificar el eco que dichos planteamientos, siempre presentes, no tienen en períodos de normalidad.

La genética de la conducta: origen y desarrollo

La genética de la conducta, en sentido amplio, ha sido campo de interés para muchos investigadores desde finales del siglo XIX, cuando Francis Galton comenzó a plantearse leyendo las teorías de Darwin, primo suyo, sobre la evolución si la herencia afecta a la conducta humana. Él sugirió algunos de los métodos más utilizados después en genética de la conducta humana (estudios sobre familias, estudios de gemelos y diseños de adopción) y llevó a cabo los primeros estudios sistemáticos con familias que mostraron cómo ciertos rasgos de comportamiento «se transmiten en familias» (Galton 1875 y 1874).

En sentido estricto, la genética de la conducta inició sus primeros pasos a raíz de algunos artículos aparecidos en los años 60, basados en estudios de gemelos y de adopción, cuyos autores llamaron la atención sobre la importancia que los factores genéticos podían tener en relación con el coeficiente de inteligencia (CI) (L. Ehrlenmeyer-Kimling y L. F. Jarvik 1963, por ej.) y algunas psicopatologías como la esquizofrenia (Heston 1966). Pero la genética de la conducta comenzó a ser centro de atención de las ciencias sociales y del comportamiento a raíz de la polémica furibunda suscitada en 1969 por un extenso y elaborado artículo de Arthur Jensen, donde sugería que las diferencias en el CI medio entre negros y blancos podían ser debidas, en parte, a diferencias genéticas (Jensen 1969). La tormenta de reacciones, acusaciones y descalificaciones que provocó amenazó la propia continuidad de la genética de la conducta como disciplina. Años después, las diferencias raciales dejaron de ser objeto preferente de estudio y la investigación aportó nueva información sobre la influencia de los factores genéticos en las diferencias individuales en cuanto a personalidad, capacidades cognitivas y psicopatología.

Durante los 80, se produjo un giro total: la antipatía hacia la genética de la conducta humana se transformó en aceptación. Una encuesta de 1987 entre unos mil científicos y educadores indicaba que la mayoría había aceptado un papel significativo de la herencia en los niveles de CI, una de las áreas tradicionalmente más controvertidas. El cambio se debió en parte a una convergencia amplia de resultados que indicaban una influencia evidente de lo hereditario en la conducta humana.

Desde finales de los 80 hasta hoy, el caudal de información genética aumenta exponencialmente, gracias al trabajo coordinado de miles de científicos en iniciativas como el Proyecto Genoma Humano y otros muchos proyectos en biomedicina. Se está avanzando significativamente en el conocimiento de las bases moleculares de muchas enfermedades sida, cáncer, diabetes... y alteraciones metabólicas, pero no tanto en el conocimiento de los factores genéticos que explican las diferencias individuales de personalidad, capacidades cognitivas y psicopatologías. Los genetistas de la conducta reconocen que así están las cosas, seguramente por el papel tan importante que los factores no genéticos educativos, familiares, ambientales tienen en este dominio. R. Plomin, uno de sus representantes más destacados, insiste además en que «la genética de la conducta proporciona la mejor evidencia disponible sobre la importancia del ambiente a la hora de explicar las diferencias individuales».

Al mismo tiempo, han recibido un fuerte impulso los estudios orientados a evaluar el impacto social de las nuevas biotecnologías, con el fin de evitar los usos discriminatorios, racistas y antisociales que de las teorías genéticas/hereditarias hicieron las políticas eugenistas en el pasado.

Estudio genético en relación con las dificultades que existen para determinar si se hereda o no la criminalidad

El problema del origen de la vida, donde comienza y cuáles son las causas o elementos que la inician esta hoy en camino de ser descubierto. Igual sucede con el sistema hereditario, aunque todavía queda mucho camino por recorrer.

Están

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