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¿Conoces esa sensación de que tu vida está a punto de cambiar?


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2020  •  Tareas  •  6.737 Palabras (27 Páginas)  •  72 Visitas

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¿Conoces esa sensación de que tu vida está a punto de cambiar?

Me pregunto cómo es que una simple acción puede llevarte a sentir mil y una de cosas; su risa lo hizo conmigo.

Su voz se había hecho escuchar por encima de las de todos los presentes, y cuando busqué a la dueña de aquella seguridad y confianza vibrante, mi mundo se detuvo un segundo.

Por encima de la barda media alta que dividía las mesas eché un vistazo para simplemente encontrarme con la mujer más hermosa. Su pelo largo y ondulado giraba entorno a ella mientras alguno de los meseros la ayudaba a ponerse el abrigo rosa pálido, se reía de algún comentario antes de girarse por completo.

El cabello le tapó la cara y con ayuda de sus dedos lo quitó dejándome ver aún su sonrisa divertida. Miraba hacia abajo, a su bolso de donde sacó un par de billetes y se los tendió al camarero.

Supongo que susurró un sagrado “gracias”, todo parecía moverse con lentitud, como cuando quieres detener el tiempo en un video y lo que haces es quitarle velocidad. Sólo noté sus labios moverse, volver a sonreír y, justo como si el cielo me estuviese contando el tiempo, tomó algo de la mesa para comenzar a caminar a la salida.

El piqueteo de sus tacones en el suelo llamó la atención de un par de mesas conforme su caminar se volvía constante. Antes de llegar a la puerta saludó al asistente y un par de camareros más, sonrió y la campanilla al abrir la puerta me devolvió la naturalidad del tiempo dando por terminada la vista de aquella mujer.

-¿Señor Trommler?

-¿Sí?

Giré mi cara desprevenido. El mismo chico al que le había entregado los billetes estaba frente a mí, con la tetera en una mano y esperando mi respuesta.

-¿Está bien? ¿Más café?

Señaló mi taza vacía, negué moviendo mi cabeza y volviendo a mirar hacia la puerta. Lo sentí quitar lo usado en mi almuerzo antes de avisarme que traería la cuenta, pero eso no era lo que me tenía con pendiente.

No supe en qué momento mis piernas respondieron por sí solas y me llevaron junto al camarero, me miró con duda antes de preguntar qué sucedía. Mi única atención era hacia la platinada recién salida, así que cuando tendí un billete en su dirección simplemente di vuelta e ignoré el discreto susurro de mi apellido.

Tal vez estaba alucinando, pero juraba que el olor a durazno seguía estando presente aún cuando la dueña había salido un instante atrás.

Las bromas que el cielo parece ponerte cuando necesitas llegar a tu meta son demasiadas extrañas, para entonces un par de señoras mayores iniciaban el cruce de las puertas entre la salida y la entrada.

Ambas me sonrieron aún cuando obtuvieron gruñido de mi parte, al menos parecieron darse cuenta de mi prisa por salir y una de ellas se juntó a la otra dejándome un pequeño espacio libre.

Dos zancadas. El aire fue lo primero en impactar en mí cara, tardé unos segundos para que el uniforme que tanto yo conocía fuera lo que capturado por mi vista. La manga rosada del abrigo que yo había empezado a buscar se colaba entre el abrazo de uno de los uniformados.

Su risa una vez más fue como detener el transcurso del tiempo. Dos pasos hacia atrás y fue envuelta en otro par de brazos, este último la levantó en el aire haciéndola reír aún más fuerte.

Me miró un instante cuando estuvo sobre sus pies. El instante más largo de mi vida.

Después se giró y con un buen golpe en el brazo de quien la había alzado en el aire, yo mismo giré en mi talones. La sonrisa traviesa en mi rostro no me abandonó hasta que llegué a la oficina.

Al menos sabía que aquella platinada estaba conectada a alguno de los nuevos miembros.


Reí. En realidad una carcajada bastante divertida abandonó mi garganta cuando vi al chico dejar la base de cafés y los dos vasos en mi mesa. La bonita sonrisa que me dio solo causó una ternura infinita en mí interior, así que cuando giré en mi asiento para salir del cubículo dejé que tomara mi abrigo del otro lado de la mesa.

Él, literalmente, estaba esperando poder ponerme el saco. Hice un pequeño y cortés movimiento con mi cabeza mientras metía los brazos en su lugar y esperaba que el jovencito frente a mí dejara mi prenda libre.

-Muchas gracias, amable joven.

Tocó la etiqueta de su nombre a la altura de su corazón, sonreí. Obviamente la había leído.

-A usted, señorita.

-Ailed- dije y tomé los cafés antes de dejar un billete en su mano-. Probablemente nos estemos viendo mucho, Sean.

Sus ojos parecieron iluminarse y no supe si era a causa del billete descansando en su mano, o gracias a mí pronunciando su nombre.

Aun así logró dar un paso hacia atrás dejándome libre el pasillo entre mesas hacia la puerta. En ella habían otros cuatro camareros más, chicos a los que conocía de bastante tiempo atrás. El más alto, Chad, me hizo su típica seña con los dedos, simplemente les sonreí.

-Que tengan un buen día, chicos.

Sus respuestas variaron entre gracias y adiós, Ailed. Mi mano fue rápida tirando de la manija de la puerta para poder salir de ahí. Fuera el frío aire me golpeó las mejillas, sin embargo el mayor impacto fue de alguien robando la base de los cafés de mi mano.

-¡Ya era hora!

-Quizás debieron entrar.

Puse los ojos en blanco. Presumidos. Se habían pasado el último mes presumiendo su uniforme y los colores del equipo en el que habían sido admitidos, como justo en ese momento que ambos llevaban puesto el pants azul oscuro y la sudadera del mismo tono, las orillas tenían una pequeña línea blanca y roja, y otra un poco más delgada igualmente azul.

Así como ellos no podían parar de presumir sus trajes, yo no paraba de reírme y burlarme a causa de lo bobos que se veían. Incluso podrían parecer gemelos, la única diferencia era que Dylan era un poco más bajo, quizás también un poco más corpulento, que Tom.

Los brazos de este último se enredaron en mi cuerpo y me levantó en el aire haciendo giros sobre sus pies. Sus dedos se encajaron en uno de mis costados y la risa que, de nuevo, salía de mis labios fue más por instinto que de ganas. Tuve que apretar los míos alrededor de su muñeca como advertencia para que me dejara en el suelo nuevamente.

Lo primero viniendo a mí como flashazo fue la vista de un cuerpo masculino a un par de pasos lejos de nosotros. Después fueron sus brazos, y ¡madre mía!, que Dios me perdone si no acepto el hecho de que quise ser estrujada por ellos inmediatamente. Lo siguiente fue su cara.

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