Correr Con Los Keniatas
oswter9623 de Enero de 2014
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Luego del récord del mundo establecido el domingo en Berlín por el keniano Wilson Kipsang se hace muy oportuno compartir algunos de los párrafos del libro Correr con los keniatas, donde el inglés Adharanand Finn se adentra en el mundo de estos fondistas.
Considero conveniente indicar que Finn es un escritor y corredor, que aunque no forma parte por sus tiempos de los que pueden considerarse élites, pues a sus 30 años hacía la media maratón en 1h 30 minutos, es un buen corredor que luego de seis meses en Kenia pudo terminar el maratón de NY en 2h 55 minutos.
En esta obra Finn busca explicar por qué los keniatas son imbatibles en los maratones y destaca que en 1975 en 23 maratones hubo británicos y 34 estadounidenses que bajaron de las 2h 20 minutos "y ningún keniata". En 2005 fueron 12 los británicos y 22 los estadounidenses, mientras que los keniatas alcanzaron "la arrolladora cifra de 490".
Cuando viaja a Kenia, el también redactor de The Guardián y en ocasiones de Runner's World partía de la hipótesis de que el éxito de los keniatas se debía a que entrenaban y corrían descalzos y con la punta del pie. Al llegar a Kenia se da cuenta que sólo los niños corren descalzos y en vez de apoyar primero el talón aterrizan sobre la parte delantera del pie. "Eso no sólo reduce el riesgo de lesiones sino que contribuye a facilitar una manera de correr más eficaz. En efecto, al apoyar primero el talón la mayoría de los corredores occidentales va frenando a cada paso. Así claro que no podemos seguir el ritmo".
Una de sus primeras conclusiones es que los keniatas, al criarse corriendo descalzos, tenían los tobillos y los arcos de los pies muy fuertes y flexibles, y que al hacerse adultos corrían con zapatillas planas, "con esas en que se puede correr con el mismo estilo que sí fueras descalzo".
En Kenia, señala Finn, ser atleta es la oportunidad de salir adelante. Veneran al correr como un brasileño al fútbol o un dominicano al béisbol. Ser un corredor eleva a las personas por encima del caos cotidiano, te marca como una persona especial, de esas que escogieron el camino de la dedicación y el compromiso.
"Tal vez vivan en casas provisionales, sin agua corriente, y se sienten cada noche a la luz de las velas, pero sus mejores tiempos en el medio maratón se recuerdan con reverencia. Correr importa", destaca.
En las ciudades keniatas de Iten y Eldoret, donde prácticamente se desarrolla toda la obra, Finn sale a la calle a investigar el por qué del éxito de estos corredores y día a día se topa con campeones olímpicos, con mundialistas o con ganadores de Boston, NY o Londres como Mary Keitany, Geoffrey Mutai, Emmanuel Mutai y hasta el mismo Kipsang.
Es feroz la competencia en Kenia para ser seleccionado por alguno de los entrenadores que se encuentran en esa nación y que han establecido campamentos que ofrecen a los corredores techo, comida y la posibilidad de salir del país.
"Todo corredor keniata tiene una historia que contar. Pasar de una shamba (una pequeña parece la de tierra) de montaña a ganar maratones en Estados Unidos y Europa es, "inevitablemente un cuento lleno de drama y aventura... Los atletas saben que quienes deciden abandonar los campamentos para llevar una vida más cómoda suelen perder la ventaja. Y con tanta competencia como hay en este minúsculo rincón del mundo, una vez que se pierde la ventaja es muy difícil recuperarla".
Finn destaca como elemento clave y común en el éxito de los keniatas la concentración y la dedicación, y resalta como el ejemplo más famoso de un atleta distraído a Sammy Wanjiru, quien ganó el oro olímpico en 2008 a los 21 años, y murió al caer de un balcón en su casa de Nyahururu. "Wanjiru era conocido
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