Drogas Y El Afán Prohibidor
javi.arayaa24 de Junio de 2012
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Argumentos contra la legalización: Se incrementaría el consumo de drogas
Legalizar las drogas incrementaría muchísimo su consumo. La curiosidad, ya no limitada por las restricciones legales, unida al fácil acceso a las drogas, tentaría a mucha gente. Aun cuando eso solventara los problemas de la delincuencia asociada, esa escalada del consumo es un coste demasiado alto.
Este argumento puede rebatirse de varías maneras. Las corrientes más liberales, responderían que, en cualquier caso, la decisión de drogarse o no es un derecho individual y que el Estado no debe decidir qué actitudes o comportamientos son permisibles a nivel individual aun cuando puedan ser potencialmente peligrosos para quien los practica. También, sin ser incompatible con el anterior, otro argumento utilizado a menudo por ciertos antiprohibicionistas es el de que el uso no tiene por qué incrementarse dado que, de facto, las drogas son ya accesibles para quien quiera hacer uso de ellas, siendo tan sólo la voluntad individual de probarlas o de abstenerse de ellas la que fija el número de consumidores. Además, argumentan, la situación de prohibición hace atrayentes las drogas para determinados sectores, en especial de la juventud, por lo que tienen de forma de protesta ante la sociedad. Al desaparecer la prohibición, las drogas se vulgarizarían y perderían gran parte de su interés.
Desde mi punto de vista, y sin negar la validez de los anteriores razonamientos, creo que es imprescindible reconocer que los prohibicionistas tienen razón en lo que respecta al incremento del consumo, pero que a partir de este hecho llegan a conclusiones erróneas. Veamos. Cuando algo ha estado prohibido, la liberalización conlleva siempre un interés superior al que existiría en una situación de normalidad. Es uno más de los muchos efectos colaterales del sistema prohibicionista. En este sentido, existiría probablemente un número superior de personas que probarían, por curiosidad, ciertas drogas. El consumo de marihuana se incrementaría inicialmente, pero difícilmente lo haría el de heroína. Si partimos de la base que todo uso de drogas es malo y desemboca en la perdición física y moral de la persona, este incremento del uso nos asustará. Si, como he intentando poner de manifiesto a lo largo del ensayo y, principalmente en el primer capítulo, el uso de drogas no conlleva su abuso y los principales problemas sanitarias, sociales y morales son derivados de la prohibición, en nada debería asustarnos que se incrementara el consumo de ciertas sustancias, habida cuenta de que desaparecerían la mayor parte de las consecuencias que ahora nos atemorizan. Afortunadamente, y aunque la especulación puede ser interesante, tenemos algunos ejemplos que nos permiten observar, en condiciones de laboratorio, la incidencia de la legalización en el consumo. Esto es así en el caso de Holanda, donde la venta y uso de marihuana está explícitamente tolerado por las autoridades. En todo el país, existen centenares de coffee-shops, lugares donde se vende cannabis en cualquiera de sus variedades. Esto ocurre desde hace 25 años y las estadísticas nos demuestran que el porcentaje de consumidores no es superior al del resto de los países occidentales y muy inferior, de hecho, al de EE.UU. Con la ventaja añadida de que en Holanda los usuarios disponen de un producto más barato, más sano y de más calidad que el del resto de países donde la marihuana está prohibida. Y, además, el principal y más peligroso efecto secundario de la marihuna no se da en Holanda; estoy refiriéndome a la cárcel.
En cualquier caso, algunos factores más deben tenerse en cuenta. La legalización supondría un ahorro sustancial para las arcas de los estados. El dinero destinado a la lucha contra la Droga, que en estos momentos va a parar indirectamente al enriquecimiento de las mafias y a la corrupción de los aparatos
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