El Suicidio
korber13 de Septiembre de 2011
3.206 Palabras (13 Páginas)858 Visitas
El suicidio: un derecho civil
Es común pensar acerca del suicidio. En su libro Suicidio, publicado en 1988, Earl Grollman dice: "Casi todo mundo ha contemplado el suicidio en un momento u otro de sus vidas" (Beacon Press, 2ª edición, p. 2). En su libro Suicidio, una decisión para siempre publicado en 1987, el sicólogo Paul Quinnett dice: "Las investigaciones han mostrado que una mayoría sustancial de gente ha considerado el suicidio en un momento de sus vidas, y lo han considerado seriamente" (p. 12). A pesar de esto, generalmente cerramos el entrecejo cuando alguien habla de suicidarse, y tales pensamientos por sí mismos son causa suficiente para una "hospitalización" involuntaria y un "tratamiento" siquiátrico, especialmente si la persona quiere realmente suicidarse y rehusa "terapias" que cambien su pensar. El hecho que en Estados Unidos se encarcele a la gente que piensa y habla del suicidio implica que, a pesar que la Constitución habla de libre expresión y a pesar que los americanos afirman que viven en un país libre, la realidad es que muchos si no es que la mayoría de los americanos no creen en estas libertades (además, rechazan el derecho del individuo a suicidarse).
A diferencia de este punto de vista, la aseveración que la gente no sólo tiene derecho a hablar de suicidarse, sino a suicidarse de hecho, ha sido hecha por muchos que creen en la libertad individual. En su libro Suicidio en Estados Unidos, publicado en 1982, el siquiatra Herbert Hendin dice: "En parte para responder a los que quieren prevenir el suicidio, en parte como reacción a abusos de internamiento, y principalmente por la idea de aceptar cualquier cosa que no haga daño físico a nadie, vemos el suicidio como un derecho humano fundamental. Muchos de los que abogan por esto deploran todo intento de prevenirlo como una interferencia con ese derecho. Esto es lo que expresó Nietzsche cuando escribió: ‘Existe un derecho por el cual podemos privar a un hombre de su vida, pero no existe ninguno con el que lo podamos privar de su muerte’. Tomado en su contexto social y sicológico, el suicidio es considerado por algunos como un tema de libertad individual exclusivamente" (Norton & Co., p. 209). En su libro La muerte de la siquiatría, publicado en 1974, el siquiatra Fuller Torrey dice: "No debiera ser posible internar a la gente contra su voluntad en hospitales mentales... Esto implica que tienen el derecho a matarse si lo desean. Eso es lo que creo" (Chilton Book Co., p. 180). En su libro ¿Por qué el suicidio? el sicólogo Eustace Chesser aseveró: "El derecho a escoger el tiempo y manera de la propia muerte me parece que debiera ser inexpugnable... En mi opinión el derecho a morir es la primera y más grande de las libertades humanas" (Arrow Books, 1968, pp. 123 & 125). En Sobre el suicidio, publicado en 1851, Arthur Schopenhauer dijo: "No hay nada en el mundo sobre lo que cada hombre tenga título más inexpugnable que su propia vida o persona" (citado en H.L. Mencken Nuevo diccionario de citas, Knopf, 1942, p. 1161). En una versión en audiocasette del libro Vida 101 publicado en 1990, John Roger y Peter Williams nos dicen: "Las descripciones de una gran cantidad de individuos apuntan a la posibilidad que la muerte podría no ser mala... El suicidio siempre es una opción. Es lo que algunas veces hace más tolerable la vida. El hecho de saber que no debemos estar aquí a la de a fuerzas hace que sintamos que estar aquí sea más llevadero". Susy Szasz, víctima de una enfermedad llamada lupus eritematoso, confirma esto en su libro Viviendo con ello: por qué no tienes que estar sano para ser feliz. Escribió ese libro después de un agudo brote de su enfermedad que hizo que contemplara el suicidio: "Como han dicho muchos filósofos de la antigüedad, encontré que la libertad misma de suicidarse era liberadora" (Prometheus Books, 1991, p. 226). En tiempos antiguos (ca. 485-425 a.C.) Herodoto escribió: "Cuando la vida es una carga para un hombre, la muerte se convierte en búsqueda de un refugio". En su libro Una lengua indomable, publicado en 1990, Thomas Szasz dice: "El suicidio es un derecho humano fundamental... la sociedad no tiene derecho a intervenir por la fuerza con la decisión de una persona de cometer ese acto" (Open Court, pp. 250s).
A estas declaraciones de apoyo al derecho de suicidarse añadiré la propia. En una sociedad libre tu vida te pertenece, y tu única obligación es respetar los derechos de otros. Creo que todos hemos de ser tratados como los únicos dueños de nosotros mismos y de nuestras vidas. Por lo mismo, creo que una persona que se suicida tiene todo el derecho de hacerlo siempre y cuando que ella (o él) lo haga en privacidad y sin poner en peligro la seguridad física de los demás. Los miembros de la familia, los oficiales de policía, los jueces y los "terapeutas" que interfieren con la decisión de una persona para terminar su vida están violando sus derechos. La opinión común que la posibilidad del suicidio justifica el tratamiento siquiátrico, aún contra la voluntad del suicida en potencia, está equivocada. Suponiendo que la persona en cuestión no viole los derechos de otros, su autonomía es de mayor valor que la imposición de lo que otros consideren racional, o que, como dicen, que esté "en los mejores intereses" de tal persona. En una sociedad libre que reconoce que uno se pertenece, lo que dicen los siquiatras — "su conducta representa un peligro para sí mismo" — es irrelevante. En palabras de una película con Richard Dreyfuss: "¿Por fin, a quién pertenece la vida?" El más grande de los derechos humanos es el derecho a pertenecerse uno mismo. Un aspecto de tal derecho es el derecho a vivir, pero otro aspecto es el derecho a poner fin a la propia vida. El que una persona apoye este derecho es una "prueba de tornasol" para saber si cree o no que uno se pertenece a sí mismo y la libertad individual que conlleva: libertad que, se nos ha enseñado, es la razón de ser de la democracia americana.
Una razón por la que algunos se oponen al derecho de suicidarse es la creencia teológica que se expresa de esta manera: "Dios te dio la vida y sólo Dios tiene el derecho a quitártela". El usar este razonamiento para interferir con el derecho a suicidarse de una persona es imponer creencias religiosas a quien puede que no comparta tales creencias. En Estados Unidos, donde supuestamente tenemos libertad de religión (y libertad de no tenerla), esto está mal.
Otra razón por la que algunas personas creen que es ético interferir con el derecho de pensar en suicidarse es la creencia en la enfermedad mental. Pero un llamado diagnóstico de "enfermedad mental" es un juicio de valor sobre el pensamiento o conducta de esa persona, no un diagnóstico cerebral real. Las llamadas enfermedades mentales no privan a la gente del libre albedrío, al contrario: son una expresión del libre albedrío (libertad que precisamente trae como consecuencia la desaprobación de otras personas). Aquellos que le llaman "irracionales" a las creencias de otras personas, están, sin evidencia apropiada, aceptando la idea que la enfermedad mental es algo cerebral, o están rehusando aceptar las creencias de otros sólo porque difieren de las suyas.
Por otra parte, algunas veces la gente se opone al derecho a suicidarse porque creen en un concepto de "enfermedad mental" que nada tiene que ver con lo biológico. El error con esta manera de pensar consiste en que sin anomalía biológica la única manera posible de definir algo característico a una enfermedad mental es desaprobar algunos aspectos de la mentalidad o pensamiento de una persona. Pero en una sociedad libre no debiera importar que tal pensamiento no se acate a la aprobación de otros (siempre y cuando las acciones no violen los derechos de otros).
Lo que es más, no existe buena evidencia de que alguna enfermedad mental se encuentre involucrada en la decisión de una persona en suicidarse. En su libro acerca del suicidio entre adolescentes, Marion Crook dice que "los adolescentes que consideran suicidarse no necesariamente están trastornados; de hecho raramente se encuentran trastornados" (Guía de todo padre para entender a adolescentes & el suicidio, Int’l Self-Counsel Press, Ltd., Vancouver, 1988, p. 10). El sicólogo Paul Quinnett hace la siguiente observación en su libro Suicidio, una decisión para siempre: "Como ya hemos dicho, no tienes que estar enfermo mentalmente para matarte. De hecho, la mayoría de la gente que se suicida no se encuentra legalmente ‘loca’, razón por la que surge una interesante paradoja. Para evitar que te mates, mis colegas irán al juzgado para decir que, debido a una enfermedad mental, tú representas un peligro para ti mismo y necesitas tratamiento. Pero — y esto es lo paradójico — tú puedes, en cuestión de algunas horas o un par de días, levantarte un día y decir: ‘A fin de cuentas he decidido no matarme’. Y si puedes convencernos que eres sincero te dejaremos irte del hospital para regresar a casa. La pregunta es: ¿ya estás completamente curado de la llamada enfermedad mental? Obviamente no, ya que es muy posible que nunca fuiste un ‘enfermo mental’ desde el principio... Como he dicho, no creo que tengas que ser un enfermo mental para pensar en el suicidio" (pp. 11s). La declaración del Dr. Quinnett es una clara admisión que los alegatos de enfermedad mental para justificar encarcelamientos a suicidas es una deshonestidad deliberada, incluso desde el punto de vista de la definición de enfermedad mental que existe en las mentes de los profesionales. A pesar
...