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El análisis de la novela El selva, como un templo


Enviado por   •  9 de Febrero de 2015  •  Resúmenes  •  1.560 Palabras (7 Páginas)  •  210 Visitas

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Marcos Vargas es el personaje principal. Es un hombre fuer­te, con una gran confianza en sí mismo, dotado de un alto espíritu de justicia y que va despertando la admiración y la sim­patía por dondequiera que pasa. Parece reunir todas las condi­ciones para ser el dirigente popular. Sin embargo, como la mayoría de los hombres nacidos en Guayana o que vienen a él de otras regiones, Marcos Vargas se siente dominado por el ansia aventurera y el deseo de hallarse a sí mismo en la hazaña per­sonal. Actúa movido por la angustia del que no ha encontrado su camino y buscándolo, desgasta sus energías en acciones inúti­les, como los ríos inmensos de Guayana que se debaten con furia entre las rocas que los ciñen: fuerzas naturales y humanas que se pierden para el provecho de la nación.

Los diversos conflictos que encontramos a lo largo de la no­vela no son sino episodios de una lucha entre lo humano y lo salvaje. Como en todas las obras de Gallegos, en ésta el drama del hombre, el conflicto interior, va a ocupar un plano principal.

La lucha entre las potencias del Bien y del Mal -evidentes en el drama de doña Bárbara y de Santos Luzardo-, se desencadena en el alma de Marcos Vargas, así lo vemos moverse entre un senti­miento de justicia que lo lleva a acusar ante la ley al asesino de Manuel Ladera, o a valerse de una treta para evitar que se des­poje a una humilde mujer de lo que en rigor le pertenece, y un exagerado sentimiento de la hombría, que lo lleva a medirse con otro hombre y a dejarlo tendido de un balazo.

El péndulo de su vida interior toca dos extremos: de un lado, el espíritu de aventura que lo arrastra hacia lo desconocido con la única finalidad de probar una emoción nueva, en la selva misteriosa, en el lance personal; y del otro, la necesidad consciente de un camino, de un ideal que dé sentido a su vida. Para saber cuál es ese camino y seguirlo, se requiere conocimiento y vocación, voluntad y ac­ción.

Marcos Vargas tiene vocación para las grandes obras, pero le falta el conocimiento claro de lo que debe hacer, y sobre todo, voluntad: del colegio adonde lo envió su madre regresó dominado por la fiebre de la aventura.

Esto es el comienzo de una serie de empresas dejadas a medio andar: la explotación cauchera de los Vellorini, que dirigía en la selva y que pudo ser el comienzo de una acción a favor del peón cauchero; la unificación de las tribus contra la avaricia del blanco; y tantas otras posibilidades entrevistas un rato, o en las cuales apenas pensó. Cuando Gabriel Ureña, ese otro destino trunco -no por falta de conocimiento, sino de energía, de la energía que le sobraba a Marcos Vargas, ­le señala el camino, ya es demasiado tarde:

Esto ya lo había intuido Marcos Vargas, pero no se había en­tregado ni se entregaría a la obra que le estaba señalada: su vida tenía una misión que él rehuía. Una acción loca y suicida tra­taba de acallar la voz interior de su espíritu: por las corrientes vertiginosas de los ríos selváticos se deslizaba su canoa mientras él, dirigiéndola, desafiaba con su grito a la muerte. Su nombre, en boca del pueblo, iba a ser propiedad de la leyenda.

El conflicto interior de M. Vargas, visto así, es, en el fondo, un episodio de la lucha entre el hombre y la naturaleza; entre lo huma­no y lo salvaje. Aquel sentimiento de justicia, aquella bondad que lo hacía desprenderse de lo suyo para darlo a otros y aquel deseo de hacer algo grande, constituyen la cualidad propiamente humana de su espíritu. La energía sin control y el afán de aventura gastados en la afirmación de “hombre macho”, es lo salvaje, lo selvático, ambas tendencias en permanente lucha interior.

En Guayana, el machismo es una deidad tiránica a la cual todos rinden culto: los Ardavín, que son los caudillos de la región; Cholo Parima, el temerario bandido; el "sute” Cúpira, cacique de toda la región del Cuyuní. Estos hombres son producto del medio y actúan al margen de la ley, guiados por sus propios designios y basados en la autoridad del revólver.

Poseído por el deseo de su propia afirmación, Marcos Vargas también rinde culto al “machismo” y mide sus fuerzas con cada uno de estos hombres. Los vence a todos: mata a pantoka, Humilla a José Francisco Ardavín, se le impone al “sute” Cúpira.

Mide también sus fuerzas con la selva, que es un vasto escenario donde luchan dos divinidades: Canaima, dios sombrío y destructor; y Cajuña, dios bueno. Canaima es el más poderoso y resulta vence­dor --aunque la lucha es interminable-. Sus armas son: la culebra “Cuiama”del veneno veloz,

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