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El sistema político emanado de la revolución

mugf82Ensayo10 de Enero de 2021

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Universidad Nacional Autónoma de México Escuela Nacional de Trabajo Social

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Semestre: 1

Unidad 1. Actividad de aprendizaje 7

Revolución_u1

Grupo: 9151

Plantel: 015

Carrera: 31

Nombre del Alumno: Muñoz Garduño María Fernanda

El sistema político emanado de la revolución

Nuestro régimen de gobierno actual, instituciones, derechos fundamentales, vida política, sistema socioeconómico y todo aquello que en conjunto conforma a nuestro Estado Mexicano, emanaron de la consolidación consecuente a la consumación del movimiento insurgente que culminó para algunos dentro de la segunda década del siglo XX, con la emisión de la Constitución Federal del 17 y para otros hasta los 40’as, no obstante lo esbozado, no es el fin de este libelo ahondar sobre teorías de consumación de la insurgencia mexicana.

Para llegar a este punto previamente debemos analizar de guisa somera el camino hacia el México independiente, después de ayudar a derrocar a su Alteza Serenísima (López Santa) que bajo la bandera de defensor de la patria, militar condecorado, ex integrante del ejército trigarante, populista en pro de la nación creciente; el Oaxaqueño, hábil militar, igualmente populista que buscaba el orden y crecimiento, de nombre Porfirio Díaz, quien después de algunas derrotas a la presidencia de México, se levantó contra Lerdo bajo la misma bandera que después le derrocaría: la de la “No Reeleción”, comenzó así su aparente gobierno democrático que daría por fin estabilidad y orden a la nación en ascenso y que traería la mejora en diversos ámbitos de la economía nacional, gobierno que degeneraría en una dictadura, es importante señalar a razón de paréntesis, el cómo en pro de la República, la nación o la democracia, como si fuesen héroes, abanderados con intenciones de derrocar regímenes degenerados, incluso bajo bandera de no reelección, los gobernantes populistas han instaurado verdaderas dictaduras en nuestro Estado mexicano, basta recordar que hoy en día vuelve de manera atenuada la figura de la reelección en el poder Legislativo, conformado en su mayoría por el partido gobernante actual, del cual más del 90% de los diputados presentó su carta de intenciones de reelección, ojalá la historia no se repita y no veamos un presidencialismo que tras bambalinas maneja al menos dos de los tres poderes.

Aceptado el régimen de Díaz por, como ya mencionamos el anhelo de la paz, el orden y el progreso, hizo que los mexicanos cambiaran su libertad política y económica (al menos de las clase baja), tomando Díaz acciones que le llevarían más de una década, que eran someter a sus adversarios a su poder personal/patriarcal, decisión dura hasta el punto de la crueldad, con la supuesta intención de pacificar el país. Otras de las acciones tomadas fue atraer a sus opositores mediante nombramientos y cargos en la administración.

En la primera parte de su gobierno, permitió el juego de la democracia, haciendo que su compadre tomara el poder presidencial, regresando cuatro años después. Inmediatamente retomada la silla presidencial, reformó la Constitución vigente de su época, a manera de poder reelegirse constante e indefinidamente. Sometió a los otros dos poderes, siendo el legislativo nombrado por el Señor Presidente, siguiendo la misma suerte los Gobiernos Locales y autoridades menores; el periodismo inicial era complaciente con el presidente en su mayoría, salvo algunos casos, claro está.

La anterior lucha anticlerical que tanto bien hizo a la nación, fue tolerada por Díaz, por otra parte la economía nacional tuvo cierta mejora, hay que mencionarlo, así en 1895 se dio el primer excedente en las finanzas públicas que registra la historia mexicana, pasando de unas cuantas vías a aproximadamente 19,000 (diecinueve mil) kilómetros de vías férreas, centenares de fábricas textiles, de metalurgia, cerveza, vidrio, etc.; en ciudades clave de la economía como Monterrey, Guadalajara, Ciudad de México, Toluca, Orizaba y Puebla. Las ciudades principales se poblaron de mansiones y edificios públicos.

En materia agraria, también hubo crecimientos de todo tipo, principalmente en la industria azucarera, que ya desde ese entonces había adquirido una relevancia mayúscula, con explotaciones grandísimas que enriquecieron ese sector.

Hasta aquí podríamos señalar a Don Porfirio como un gran gobernante, como algunos intelectuales de hoy quieren hacerlo ver e incluso defienden sus decisiones señalando que es el presidente (dictador) que mayor bien ha hecho a la nación, claro después de tantos años en el poder algo debía hacer, máxime si dichas acciones le traerían algún beneficio de carácter personal; pero no todo es dulce como la industria azucarera creciente de la época, todos esos logros económicos y materiales, se traducían en contraste con una tasa de mortalidad que implicaba que uno de cada dos niños mueriera antes de cumplir un año de edad. Más del 80% de la población no sabía leer ni escribir; la propiedad se hallaba en manos de pocos hacendados latifundistas, la desigualdad social era palpable desde donde se intentara ver y aunque se quisiera maquillar al extranjero.

El Estado liberal mexicano había dado a capitalistas nacionales y extranjeros acceso total irrestricto a tierras y recursos minerales.

La sucesión presidencial deveniente en 1910, causaría muchas expectativas en la clase y grupos dominantes oligárquicos de la época, ya previamente en un arrebato, en una entrevista a un periodista extranjero[1] el dictador había declarado su preparación para dejar el puesto, lo que abrió en parte la puerta a una crisis de autorrepresentación y el surgimiento público de grupos opositores, si bien la sucesión presidencial fue la gota que derramó el vaso, el gobierno de Díaz venía luchando contra diversas crisis, una la depreciación mundial de inicios de siglo, sumada a una constante caída en el valor de la plata, lo que ocasionó un desequilibrio en los terratenientes monopolistas, así como en el mercado doméstico y comercio mundial, afectando seriamente a las exportaciones.

La crisis internacional trajo como consecuencia el colapso del capitalismo en México dependiente de las exportaciones y la industria agro/minera, que hasta la fecha había sostenido a una fraccionada burguesía nativa imperialista, que vivía la quiebra de un sinnúmero de pequeños fabricantes, revueltas obreras y enfrentamientos entre grupos oligarcas regionales y grupos financieros nacionales.

Siendo incapaz de ofrecer una salida a una crisis creciente, el bloque en el poder comenzó a debilitarse y ser demolido por los ejércitos insurgentes populares impulsados por intereses de clases en busca del ascenso político.

El régimen de Díaz fue ganando cada vez más contrarios, principalmente de la clase media ilustrada, algunos estudiosos consideran a los periodistas como precursores ideológicos de la revolución de 1910. Así pues, un verdadero y fuerte opositor al régimen fue Ricardo Flores Magón, quien por medio del diario regeneración, inicio con las oposiciones al entonces presidente.

Las huelgas de cananea y río blanco de 1906 y 1907 respectivamente, terminadas en represiones brutales, adelantaban la lucha de clases proveniente del sector obrero patronal que se ocultaba en una aparente calma del país.

Por otra parte, existía otra corriente de revolucionarios, los autores intelectuales entre los que se encontraban Manuel Calero, Luis Cabrera y Francisco I. Madero.

Dicha exigencia de una democracia liberal había hecho coincidir a oposicionistas de clases distintas con un mismo fin, derrocar o modificar el régimen dictatorial. La fase más radical surgió, desde luego, con la fundación del partido liberal mexicano, la publicación de su programa y las huelgas e insurrecciones que inspiraron sus ideales (1905-1908).

Ante el temor de la caída de su gobierno, Díaz comenzó a prohibir, reprimir, censurar, clausurar clubes, perseguir y arrestar a los líderes ideológicos; como es hábito en el ser humano, a menos entre nuestros connacionales, lo prohibido genera más expectativas y el cambio después de sufrir un régimen durante tanto tiempo, nos lleva a acelerar más las cosas en lugar de detenerlas, así pues, mediante una red de contrabando político entre pequeños comerciantes fronterizos y que se instalaban también en los ferrocarriles, los exiliados distribuían miles de copias del diario regeneración, así, una importante cantidad de comerciantes, obreros y agricultores, leían el diario con regularidad y transmitían su contenido a los que no sabían leerlo.

Coincidiendo los postulados del Partido Liberal Mexicano, con el movimiento obrero de la época y las distintas alianzas políticas reformistas, se vieron reflejadas las pugnas entre las diversas facciones burguesas, agobiadas de forma desigual por las crisis financieras.

De ahí que Madero no hiciera sentir su presencia hasta 1909. Como hemos venido señalando el problema de la sucesión de Díaz había comenzado a ser analizado por la oposición reformista desde comienzos de la crisis que coincide con los inicios del siglo, Manuel Calero habría publicado su ensayo La nueva democracia, en 1901; Manuel M. Alegre publicaría en 1907 un folleto de más de cien páginas que llevaría por título ¡Aún es tiempo! Distracciones político sociales; por su parte Querido Moheno publicó en 1908 su ensayo titulado ¿Hacía dónde vamos? Manuel Calero previamente citado publicó Cuestiones electorales. En 1908, apareció un libro con mucha fuerza aunque titubeante, como el autor mismo, pues proponía colocar al Vicepresidente a través de elecciones libres y seguía dejando a Díaz en la presidencia, se trata de La sucesión presidencial del citado al comienzo del párrafo Madero; Ricardo García Granados publicaría en 1909 El problema de la organización política en México, y, entre tanto, un grupo de jóvenes letrados del Ateneo de la Juventud, comenzaron sus críticas destructivas al régimen, organizados por Pedro Henriquez Ureñas; Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Alfonso Cravioto, dieron el toque intelectual al movimiento, con bases distintas a las comunes, los atenistas basaron sus argumentos en Kant y Hegel. Todas estas manifestaciones eran emanadas de la clase media letrada y eran reflejo de lo precario del gobierno de Don Porfirio.

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