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Fausto El Niño Migrante

arely189410 de Octubre de 2013

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NARRATIVA DEL CASO

LA HISTORIA DE FAUSTO EL NIÑO MIGRANTE

Historia real publicada en el Periódico Reforma

Prado, H. (2011, Agosto 8). Abraza Fausto el Sueño Americano. Periódico Reforma.

Recuperado de http://www. reforma.com

PARTE 1

Rodean carencias la cuna de Fausto

Las contracciones de Margarita Sabino Rodríguez se tornaron más intensas. Era la

madrugada del 27 de junio de 1990, temporada de siembra con temperaturas cálidas y

lluvias frecuentes. Tenía 22 años cuando recibió a su segundo hijo. Estaba recostada boca

arriba con las piernas abiertas en su vivienda, elaborada con palma, en la comunidad de El

Platanar, en la Montaña de Guerrero. Tras pujar dos horas, a las seis de la mañana, la

partera recibió a Fausto.

El bebé llegó al mundo en una de las 12 pequeñas localidades que integran el Municipio de

Xalpatláhuac, una de las zonas más deprimidas de México. El Platanar, su cuna, no tenía

hace dos décadas agua potable. Aún no la tiene. Los habitantes transportan el líquido en

garrafones sobre asnos que caminan 2 kilómetros para llegar al manantial. Tampoco hay

drenaje. Aquí se mueren de diarreas agudas y malestares en vías respiratorias. A 20 minutos

caminando está Cuba Libre, la comunidad más próxima que tiene dispensario médico,

donde atiende una enfermera que sólo acude de lunes a viernes de ocho a tres de la tarde. El

hospital más cercano está en Tlapa de Comonfort, la ciudad más importante de la Montaña

de Guerrero. El traslado en vehículo demora 45 minutos por terracería curvada y un tramo

corto pavimentado, pero no es un trayecto seguro.

En enero, El Platanar perdió a cinco habitantes, cuando, entre los caminos angostos de la

montaña, que se vuelven lodazales en época de lluvias, volcó una de dos camionetas que

transportaban a la banda y a autoridades. Murieron dos principales de la comunidad, un

músico y un poblador. Otro quedó herido.

Las artesanías y la agricultura son las actividades tradicionales, pero el dinero que se

obtiene es insuficiente para sortear necesidades básicas de educación, vestido, salud y

alimentación.

Algunos obtienen ingresos de la venta de sombreros de palma. Con sus manos hábiles, en

un día concluyen seis u ocho piezas. Sin embargo, la paga es inferior a su esfuerzo. Hace un

par de años, cada uno se cotizaba en 50 centavos; ahora, el costo "mejoró" a 2 o 2.50 pesos.

"Se hacen sombreros, pero ésos no tienen precio. Vale 1.50. Ahora subió a 2 pesos, bien

poquito. Si hacemos dos al día son 4 pesos. Ni alcanza para un refresco porque vale 6

pesos", dice Margarita, madre de Fausto.

Las siembras no dan para mucho: entre las piedras sólo crecen maíz y matitas de ejote.

Pocas cosechas se venden, la mayoría es para consumo propio. Se hacen tortillas a mano

con un diámetro de 20 centímetros, atoles y guisos.

"No cae la lluvia. No siembran porque no brota la semilla, si no, ya estarían sembrando",

dice el seminarista Jorge Castillo, asignado desde hace tres años a la Iglesia de la Virgen de

Guadalupe, patrona de El Platanar.

Los indígenas entonces piden agua al cerro. Con cantos y rezos se enfilan a la cumbre más

alta, donde claman por lluvia y buenas cosechas.

También venden leña para fogones. La carga que sostiene un burro, consistente en 40 pares

de leños, se paga en 50 pesos.

Entre milpas y veredas se mira a mujeres veinteañeras con un bebé durmiendo a cuestas

sostenido con un rebozo; al frente cargan otro y dos más a cada lado, sujetando con sus

manitas las enaguas de su madre.

En la pobreza, los hijos se convierten en fuente de ingreso. Los varones migran a Estados

Unidos para mandar remesas. Las mujeres tienen precio: son vendidas. Por ello, los varones

regresan con sus ahorros y compran una "esposa".

"Salen de la secundaria o ni salen y ya las están vendiendo, muchas veces en contra de su

voluntad porque la muchacha ni siquiera conoce al muchacho. Los papás del novio la

piden, la compran y ella se tiene que ir.

"Se da mucho el machismo; a la mujer la denigran. Aquí a veces se puede ver al hombre en

la casa y a la mujer en el cerro limpiando y fumigando. Hay hombres que tienen a dos o tres

mujeres viviendo en la misma casa", dice el seminarista.

En la comunidad de Fausto, algunas adolescentes de 13 años han sido entregadas en

matrimonio a señores de más de 40 a cambio de una paga de 50 o 60 mil pesos, a parte de

vastas tandas de bebidas y alimentos, según una boda grande.

Así era, así es la cuna de Fausto Armenta.

La primaria bilingüe Luis Donaldo Colosio (mixteco-español) fue el primer centro de

estudios de Fausto. De portón grande tubular, rodeada de malla ciclónica, con siete aulas, y

piso de tierra, la Colosio siempre ha sido una escuela de carencias.

Debido a que cinco salones de concreto resultaban insuficientes para albergar a nueve

grupos de diferentes grados, los pobladores donaron pedacería de madera, cartón, unicel y

viejas láminas, con lo cual construyeron tres aulas más. El centenar de butacas no alcanza

para 166 alumnos inscritos en el ciclo escolar 2010-2011. Los dos equipos Enciclomedia

están inservibles y los recursos económicos no rinden para materiales didácticos ni

contratar personal.

En la escuela de Fausto, los profesores son "mil usos" imparten todas las materias, son

intendentes, intervienen en problemáticas comunitarias y fungen como gestores, abogados y

hasta doctores por un sueldo de 2 mil 500 a 3 mil 500 quincenales.

Aunado a la precaria infraestructura, la escuela reta a la mentalidad generalizada del sueño

americano, como lo han hecho por generaciones padres, hermanos, primos y tíos.

"Pa qué voy a estudiar. Más bien, saliendo me voy para Nueva York. Voy a ganar dólares",

dicen los alumnos al profesor Misael, director de la primaria.

El docente, quien viajó de indocumentado dos veces a EU, señala que en vano han tratado

de evitar la migración fortaleciendo el arraigo a sus orígenes mediante clases de

matemáticas, español o historia.

"Quienes se lo inculcan son los jóvenes porque llegan y les platican que está muy bonito.

Sueñan con los dólares, con tener muchísimo dinero. Como tienen al papá, al hermano allá,

les envían cada 8 o 15 días.

"Muchos padres de familia les dan para que gasten en la escuela, de 50, de 100 o de 70

pesos. 'Tengo esto porque mi papá está en EU'. Y tienen esa idea: 'Yo me voy a ir para que

también mande dinero'", lamenta.

Las calificaciones hablan: promedio en matemáticas, 6.4; español, 6.5; lengua Indígena,

6.8; conocimiento del medio, 6.6; formación cívica y ética, 6.8; ciencias naturales, 6.6;

historia, 6.3; geografía, 6.2; educación artística, 7.5; educación física, 7.5. El promedio

general de la escuela es 6.7: de panzazo.

Nueva York deja aulas vacías en El Platanar. De los 166 alumnos de primaria, sólo 28

llegan a la telesecundaria. La mayoría de los desertores emigra.

Fausto acudía a la Luis Donaldo Colosio cuando, en 2002, su progenitor y su hermano

mayor, Juan, abandonaron el hogar para cruzar la frontera.

El niño se quedó en la montaña, que podría denominarse una sucursal de Nueva York a más

de 6 mil 635 kilómetros de Estados Unidos. Todos los mixtecos hablan sobre las bondades

de la ciudad foránea.

Entre tragos de cerveza, los adultos conversan sobre sus andanzas y logros en la Unión

Americana. En tanto, adolescentes y niños comparten los anhelos de viajar al lugar que los

sacara de la pobreza.

En medio de la precariedad, en El Platanar se erigen casas de dos o tres niveles con antenas

de televisión de paga en la azotea, producto de las remesas, que también edificaron la

iglesia.

En 2005, a sus 14 años y a pocos meses de concluir la primaria, Fausto eligió viajar a

Estados Unidos, a Nueva York, como todos los del pueblo.

PARTE 2

Abraza Fausto el sueño americano

Fue en las canchas de basquetbol de la montaña de Guerrero donde Fausto Armenta Sabino

y otro amigo planearon su viaje a Nueva York. El adolescente mixteco, de 14 años, tenía

razones de sobra para dejar su tierra natal El Platanar.

A su alrededor no había oportunidades de empleo por lo cual sus padres, él y tres hermanos

vivían "arrimados" en la casa de un tío y en ese hacinamiento también se producían roces y

conflictos. Para la familia, la única manera de terminar con las rencillas era construir un

patrimonio propio.

Sabían que mediante la agricultura o la elaboración de sombreros de paja no obtendrían

suficientes recursos; por ello, en 2002, Rodolfo y Juan, su hijo mayor, tomaron camino

rumbo a Estados Unidos.

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