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Fausto El Niño Migrante Parte 3


Enviado por   •  6 de Enero de 2013  •  1.249 Palabras (5 Páginas)  •  1.097 Visitas

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PARTE 3

Regresa en Ataúd

Para los migrantes de El Platanar vivir en Nueva York, lejos de enormes beneficios, tiene sus riesgos. Los mixtecos constantemente son hostilizados en las calles y barrios neoyorquinos.

"Los negros son los que nos maltratan más porque a veces uno lleva dinero para el tren y esos cabrones nos pegan, a veces llevan botellas de refresco. Como sabemos del maltrato, compramos nuestra cadena de un metro (de largo) para defendernos. La guardamos en el restaurante y saliendo la ponemos en la cintura para que no se acerquen, esos negros no trabajan, son vagos", afirma Fernando, uno de los mixtecos emigrados.

El Secretario de Desarrollo Social en Guerrero, David Jiménez, quien vivió en Estados Unidos, dice que algunos mixtecos también se enrolan en pandillas.

"Está muy arraigado el pandillerismo. Tenemos un fenómeno detectado, se han dividido en dos fracciones; unos, se hacen llamar norteños y otros, sureños", comenta.

Fausto Armenta laboraba 12 horas al día en un restaurante. La madrugada del 30 de mayo, salió hacia su departamento en Corona, Queens, Nueva York. A veces pasaba a ver amigos. Pero esa noche, cuando el reloj marcaba las cuatro de la mañana, Juan, su hermano mayor, despertó sobresaltado. Tenía un presentimiento. Miró a la cama superior de la litera que compartía con él y estaba vacía.

Sin vacilar, tomó la bocina del teléfono y marcó a la comunidad de El Platanar, en la montaña de Guerrero, para informar a su madre Margarita: "Mamá habla con Fausto, no llegó a dormir", se quejó.

Dos horas más tarde, la Policía se presentó en la casa de Juan, le pidió que acudiera al hospital Elmhurst, ubicado en el vecindario del mismo nombre, para reconocer a un joven golpeado que agonizaba.

El lunar materno que Fausto tenía en el pómulo derecho fue la seña ineludible de su identidad. En ese momento, los doctores no explicaron a Juan el peligro del caso.

El mixteco, de 20 años, había sido encontrado por los agentes a unas cuadras de su casa. Lucía moribundo a mitad de la calle, le sobresalía un severo golpe en la cabeza, posiblemente hecho con algún objeto contundente como un tubo o una varilla. De los agresores no había rastro.

El joven fue trasladado con urgencia al hospital, le colocaron un vendaje en la cabeza y un respirador artificial. "Faustodespiértate", exclamó Juan, pero no obtuvo respuesta.

Con el pensamiento de que se trataba de una lesión menor Juan acudió a su trabajo, pero un par de horas después dejó los quehaceres y regresó al hospital.

A su retorno recibió reportes de la gravedad de las heridas de Fausto. Para el martes 31 de mayo, los médicos consideraron que ya no había salvación y que su hermano debía ser desconectado de los aparatos que lo mantenían en una situación vegetativa.

Los galenos requirieron a Juan para firmar un documento que autorizara la desconexión y como se negó, la dirección del hospital telefoneó a El Platanar, para hablar con los padres de Fausto.

Entonces, su madre Margarita se negaba a aceptar el dictamen. "Le decía sálvalo, allí tienen pastillas, inyecciones, por favor te lo suplico. Pero ellos decían que no tenía salvación: 'Lo único que podemos hacer es que venga a despedirlo'", le dijeron.

Los Armenta Sabino consiguieron un préstamo de 19 mil pesos para viajar a Nueva York. Sin saber cómo tramitar un pasaporte acudieron a Tlapa donde fueron orientados por un profesor amigo. Sin embargo, el trámite no podía realizarse ya que no tenían acta de nacimiento.

Viajaron a la Ciudad de México y lograron un documento provisional.

Con su equipaje en una bolsa, el jueves 2 de junio abordaron un vuelo a Ciudad Juárez. Durmieron en el aeropuerto y al amanecer cruzaron hacia El Paso. En el Puente Internacional dijeron que iban por su hijo.

"Para el permiso humanitario nos pidieron 550 dólares a cada uno y como

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