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Honores A La Bandera


Enviado por   •  11 de Junio de 2015  •  994 Palabras (4 Páginas)  •  328 Visitas

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PROGRAMA DE HONORES A LA BANDERA

DIRECTORA DE LA ESCUELA: MARIA ____________________, QUERIDOS MAESTROS, ESTIMADOS COMPAÑEROS HOY LUNES 16 DE MARZO, CORRESPONDE AL GRUPO DE 4°”B” RENDIR LOS HONORES A NUESTRA BANDERA NACIONAL.

1. COMO PRIMER NUMERO HONORES A LA BANDERA.

---------FIRMES YA

---------SALUDAR YA

---------FIRMES YA

2. JURAMENTO A LA BANDERA POR COMPAÑERO: _________________

3. ENTONEMOS NUESTRO HIMNO NACIONAL MEXICANO.

---------FIRMES YA

4. RETIREMOS A NUESTRO LABARO PATRIO

---------FIRMES YA

---------SALUDAR YA

---------FIRMES YA

5. ENTONEMOS JUNTOS LA MARCHA MORELENSES

6. PRESENTACION DEL CUENTO “EL REBOZO DE DOÑA ROSITA” POR LEX FABIANI

7. EFEMERIDES DE LA SEMANA POR MIS COMPAÑEROS ____________________

8. EL GRUPO DE 4 ° GRADO GRUPO “B” LES AGRADESE SU ATENCION PRESTADA A ESTE PROGRAMA Y LES RECUERDA QUE MANTENGAMOS SIEMPRE LIMPIA NUESTRA ESCUELA.

GRACIAS

El rebozo de doña Rosita

En Santa María del Río, San Luis Potosí, se tejen los rebozos más bonitos de todo México por sus colores y el brillo de su seda. Los más acabados son tan finos que pueden pasar por un anillo estrecho, y tan resistentes que permiten cargar a un recién nacido medio gordito. Doña Rosita era la mejor tejedora del pueblo, pues desde niña su madre y su abuela le habían enseñado cómo hacerlo. Cuando ya era una anciana y la vista le fallaba un poco, decidió confeccionar el último y más hermoso de todos y comenzó a hacerlo con cuidado. Era una delicada prenda de color naranja, con elaboradas grecas de tonos más fuertes y flecos largos y bien separados. Una vez que estuvo listo, lo dobló y lo colocó al lado de su balcón, fue a la estufa a cuidar el atole y, cuando volvió, ya no estaba: ¡se lo habían robado! Doña Rosita lloró de la tristeza y sospechó de Marisela, una tejedora joven de otro pueblo, llamado El Olvido, que se lo había chuleado. Al día siguiente le pidió a Guillermo, el mayor de sus hijos, que fuera a buscarlo. El joven se encaminó a El Olvido. A media ruta un hombre alto de barbas largas y blancas le preguntó a dónde iba. Cuando Guillermo se lo explicó, éste le dijo: “No, no vayas, mejor yo te doy esta bolsa con monedas de oro”. Guillermo no lo pensó dos veces. Aceptó el saco y regresó a casa. Doña Rosita lamentó mucho que no le llevara su rebozo.

“Yo no quiero ese dinero regalado, hijo, sino sólo recuperar lo que es mío”, le explicó. “Busca a ese hombre y regrésale sus monedas.” El muchacho no hizo caso y enterró la bolsa al lado de un árbol de tejocotes. Al ver tan afligida a su madre, Rodrigo, el hermano menor, le ofreció ir en busca de la prenda. “Estás chico todavía, hijo, no creo que tengas suerte”, le respondió ella. El muchacho tomó el camino a El Olvido. De una cueva salió el mismo hombre misterioso y cuando Rodrigo le explicó a dónde iba, también le ofreció un saco de monedas. “No, no —dijo el chico—, sólo queremos lo que es nuestro”, y siguió su recorrido. En el pueblo buscó la casa

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