LA DEMOCRACIA EN EL NUEVO MILENIO
F.CidP21 de Febrero de 2015
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LA DEMOCRACIA
EN EL NUEVO MILENIO
La Espiritualidad Democrática
La democracia es un sistema difícil y nos llevaría mucho tiempo poder profundizar en ella. Aunque con frecuencia nos canse, al mismo tiempo nos sentimos orgullosos de ella, ya que la democracia es al mismo tiempo una tarea ardua y, quizás podríamos decir, atrevida. A veces, sabemos que en la práctica no triunfa. Por eso hay muchos que, desde hace mucho tiempo, no han dejado de criticarla, como los famosos pensadores: Herodoto, Platón, Hobbes, Stuart Mill, Ortega y Gasset, von Hayek
El optimismo de la democracia dominicana
Por lo tanto, si después de 800 años nuestra democracia dominicana no muestra signos de demencia senil, si no todo lo contrario, es porque todavía es creativa y fértil, debido a que la democracia para nosotros no es únicamente una forma de gobierno. Como Timothy Radcliffe señala, la democracia está en el centro de nuestra espiritualidad1.
En otras palabras, la democracia es una expresión institucional básica de la espiritualidad de la Orden. La condición fundamental y primera del éxito de los dominicos durante éstos 8 siglos de haber experimentado con la democracia, ha sido una mejor comprensión del hecho que, la democracia, aún cuando de modo secundario pertenece al campo de la política, es ante todo una tarea espiritual.
Esto no cambia el hecho de que la democracia es un experimento audaz, y es audaz porque la espiritualidad de la democracia es sin lugar a duda optimista. ¿No es realmente audaz saber que los hermanos enviados a "los confines de la tierra" no sólo encontrarán una lengua y unos objetivos comunes sino que también llevarán a cabo un autogobierno efectivo, sin mirar si éstos "confines" se extienden desde Castilla al país de los cumanos, de Noruega a la República de Sudáfrica, de Canadá a Vietnam? ¿No es audaz decir que ésta comunidad, que es capaz de autogobernarse y de llevar a cabo sus objetivos comunes, incluye gente famosa, predicadores populares, extrovertidos e introvertidos, pragmatistas e incluso iluminados, o también economistas y artistas? ¿No es audaz decir que ésta comunidad se irá renovando de generación en generación?
La espiritualidad de la democracia es audaz porque es optimista; y al mismo tiempo es dominicana porque el optimismo incluído en ésta forma de gobierno, es otra manera de expresar el mismo optimismo que encontramos en las cartas de Jordán a Diana, o en los frescos de fra Angélico, o en los escritos de Santo Tomás.
El Homo democraticus
El optimismo inherente a la democracia es el resultado necesario de los principios antropológicos en los que se basa la democracia. El Homo democraticus, reconoce la igualdad de las otras gentes, no sólo tiene una actitud de respeto total hacia las ideas diferentes a las suyas, sino que también reconoce su propia falibilidad, aceptando que los demás saben más y mejor. También cree que la mayor parte de la comunidad a la que pertenece es capaz de una conducta generosa hacia la minoría, mientras que la minoría es capaz de ser leal hacia los que han votado una decisión que a ella no le gusta.
En su credo hay también una creencia en la constante buena voluntad de la mayoría, (al menos por un periodo largo de tiempo y entre la mayoría de la comunidad). El homo democraticus se caracteriza por la inteligencia y la imaginación que son condición para que haya un poco de esa preciosa empatía, que tan necesaria es para asumir compromisos creativos. También tiene el sentido común para fiarse del planteamiento racional y tener el coraje de participar, porque un debate democrático también significa el permiso para exponerse al escrutinio público.
Aún cuando ésta "persona democrática" es sólo un tipo ideal, para que la sociedad democrática sea algo más que una abstracción, la mayor parte de los rasgos mencionados anteriormente tienen que ser característicos de por lo menos la mayoría de los miembros de ésta sociedad. Este es un pre-requisito necesario. Es por eso que los eminentes pensadores arriba mencionados, aunque se inclinan hacia la democracia, critican éste sistema: simplemente no creen que tal sociedad pueda existir de una manera permanente. Para Platón, por ejemplo, la democracia era un sistema "bello y sin leyes" y que siempre e inevitablemente camina hacia la anarquía. Para otros la democracia estaba condenada: a ser patrimonio de la clase baja, ya que "los peces chicos no elegirán jamás a los grandes" (Burke); inestable, porque está gobernada por la "tiranía de opinión" (Stuart Mill); o a tener una "igualdad impuesta por su propio despotismo"(Tocqueville). ¿Estamos a favor de tal pesimismo? ¿No hay una nota de realismo en ésta crítica?
La respuesta dominicana
Sí, es verdad que la anarquía, la inestabilidad, la nivelación primitiva no son solamente contagiosas sino que con frecuencia son enfermedades mortales que contrae la democracia. Si por lo tanto, nuestras estructuras religiosas no solo han sobrevivido a través de los siglos, sino que siguen funcionando bastante bien, significa que nuestros hermanos mayores han sido conscientes desde el principio de que la democracia, de hecho, no es un procedimiento sino una tarea espiritual muy grande. Hablando en sentido estricto, la democracia es una tarea teológica.
Sí, también es verdad que una amenaza fundamental a la democracia es la falta de arché; su anarquía. Pero entonces, la respuesta a la cuestión sobre el arché de la democracia dominicana es más evidente: en arché en ho logos. Cristo es éste arché.
La democracia está amenazada también por la fragmentación, por la erosión de un sentido de comunidad interpersonal entre la gente. Pero nuestra Orden ha aceptado la Regla de San Agustín que se edificó alrededor de la idea de unanimitas; es una Orden que desde el principio ha optado por la apertura y la flexibilidad, tanto en sus leyes como en sus instituciones2. Es precisamente por éste sistema democrático y libre de nuestra Orden, por lo que Humberto de Romans señala: unitas cordium nobis est in praecepto3.
Esta unitas cordium, se fortalece con los objetivos comunes: nuestra salvación y la de los otros, dado que cada comunidad democrática es también una comunidad que se está haciendo4. Si nuestra Orden ha conservado su unidad y su estructura democrática en el curso de los siglos y de los continentes, eso significa que, a pesar de las vueltas y revueltas de la historia, una gran mayoría de nuestros hermanos ha entendido siempre y respetado la naturaleza teológica de la democracia.
El carácter teológico de la democracia.
Al enfatizar la naturaleza teológica de la democracia dominicana, tengo presente el hecho de que está edificada no sobre arena sino sobre roca, y Cristo es la roca (cf.1 Co 10,4b).
El ideal de la unanimitas no solamente es un eslogan teórico sino que, de generación en generación ha sido arduamente incorporado en la realidad dominicana, y de una manera efectiva, ha sido el Espíritu Santo, vinculum unitatis, la fuente inagotable de éste anhelo de unidad. El objetivo de ésta comunidad ha sido también teológico, entrar en la casa del Padre, es decir, nuestra salvación y la de los demás.
Esto no quiere decir que cada comunidad democrática deba tener un carácter trinitario. Significa, sin embargo, que cada democracia, si tiene que reproducirse a sí misma, y aún más desarrollarse, debe tener al menos implícitamente, una estructura más profunda que es teológica en su núcleo.
Hay tres cosas que son necesarias para la vitalidad de la democracia política: su arché _ el respeto por la dignidad de cada persona, como el principìo de su unidad -, la honestidad del debate público y el consenso elemental, y como su objetivo, - el bien común -. De este modo, "la fe democrática" no se refiere expressis verbis a la trascendencia; puede tener muchas justificaciones diferentes, laicas y religiosas. Pero si nos preguntamos acerca del origen de la dignidad humana y de la justificación del bien común desde el punto de vista de la naturaleza, entonces lo atribuiremos o a la ley de la naturaleza, o al Absoluto. Si hacemos la pregunta desde el punto de vista de la gracia, llegaremos a la dignidad de cada persona humana que ha sido marcada por la cruz y por la resurrección de Jesús, y nos llevará hasta el "bien común último" _ la salvación de la humanidad -. Desde ésta perspectiva teológica, podemos decir que la democracia dominicana es, en cierta manera, una extrapolación ad infinitum de todas las formas de democracia.
Democracia procesal
Pienso que éstas no son especulaciones meramente teóricas. Las he tratado por dos razones. La primera, porque en el umbral del nuevo milenio, la democracia, que organiza la vida de las sociedades en la mayor parte de nuestro mundo, y a la cual aspiran muchas otras sociedades, tiene que darse cuenta de que esto es un reto muy serio. En segundo lugar, porque este reto es muy importante para nuestra Orden.
La primera razón es suficiente para que merezca ser tratada porque la democracia es, o mejor dicho, puede ser un buen sistema. Juan Pablo II escribe: "La iglesia valora el sistema democrático en tanto en cuanto asegura la participación de los ciudadanos para tomar posturas políticas, garantiza a los gobernados la posibilidad, tanto de elegir y pedir responsabilidades a los que les gobiernan, como de reemplazarles por medios pacíficos cuando lo crean apropiado"5. Una participación, más
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