LA POLÍTICA DE LA SANGRE

LA POLÍTICA DE LA SANGRE

¡Viva Manuel Odría!, más allá los silbidos rechazando su presencia. Un cordón militar y mucha gente aglomerada. Los ingredientes para la matanza estaban dispuestos.

Mientras cientos de personas rodeaban alegres al personaje importante, otros mostraban cara de fastidio por su presencia, era la 5:00 p.m. del día sábado 13 de mayo de 1961 y Manuel A. Odría se encontraba en las inmediaciones del Estadio Mariscal Castilla. Luego de la algarabía desatada entre sus partidarios y simpatizantes sube apresurado a un Jeep sin techo de color negro, negro como el destino de tantas personas que minutos más tarde huirían despavoridas de las balas que presurosas corrían al encuentro de sus víctimas.

Odría, el ex presidente y líder del partido UNO estaba en campaña, seguramente imaginaba que sus actividades proselitistas en Huancayo irían bien a pesar de ser un bastión de opositores. Los apristas y su discurso izquierdista que respetaba la constitución estaban indignados con su presencia, los partidarios de Acción Popular publicaban columnas rechazando la visita, además la Unión Sindical Departamental de Trabajadores de Junín había acordado un paro general.

A las 5 y media de la tarde los alrededores del Hotel de Turistas estaba abarrotado de gente que esperaban que Odría saliese al balcón a dar su discurso, y así sucedió, de pronto se abrió la puerta y agitando un pañuelo blanco salió, hablaba unos minutos cuando de pronto algo impacto en su cabeza, era una piedra que alguien entre la multitud había lanzado valiéndose de una honda, la sangre brotaba y la tensión se instaló. Los colaboradores del ex presidente lo llevaron hacia adentro, afuera todo era confusión. “Habrá estado aproximadamente quince minutos dentro, después salió con un parche en la cabeza y una bandera pequeña, así pensaba calmarnos, ese era una escoria”, nos cuenta un anciano, tío abuelo de nuestro amigo Sergio

Sin embargo la calma era producto escaso, todos estaban alborotados, más aun los apristas, quienes empezaron a lanzar piedras al local del hotel y exigir la expulsión de Huancayo del molesto visitante, de pronto aparecieron unos uniformados, no, no eran policías, eran miembros del “43° Batallón de Infantería” quienes venían a poner orden, pero la gente seguía en su frenesí. Los estruendosos sonidos de los balazos y la sangre que provocaban las heridas abiertas por las bayonetas calmaron los ánimos e instalaron el terror. Las personas escapaban hacia los comercios cercanos, locales como Cine Astoria, Restaurante Pacífico y Cine Real se abarrotaron de gente, en las calles quedaron regados algunos cuerpos

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