LENGUAJE NO VERBAL, MÓNICA QUICENO, FABIÁN ROMERO, VALENTINA CALDERÓN
a-Z09010Ensayo30 de Mayo de 2018
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Prólogo.
- Dime su linaje ¡Ahora! – exclamo Dastan intentando sostener su peso. Pero era imposible, el dolor era insoportable y lo empujaba al suelo. Su cerebro iba a estallar y estaba consciente de que la estela en sus ojos se había tornado plateada.
No era nada bueno.
Miranda se giró antes de proseguir con su camino. Considero que no sería de mucha ayuda decírselo, así que lo hizo.
- Reyes – contesto con desdén – La única persona que será capaz de matarte pertenece al linaje español de los Reyes. Te deseo suerte antes de que tu hermano lo encuentre primero que tú. Para ese entonces ya no existirás.
Sonrió con suficiencia y siguió con su camino. Dejando al ser inmortal más poderoso del universo reducido a la nada y condenado a buscar al mortal que podría acabar con su vida.
Dastan tuvo la fuerza para levantar la cabeza y ver como las faldas de las chicas desaparecían en la densa niebla, y juro matarla. Después.
Pues ahora tenía algo de lo cual ocuparse mucho más importante.
“Reyes”
Capítulo 1.
- Debo de serte sincero Alessa…
Me incorpore lentamente con gesto de preocupación. El hecho de que dijera eso con ese tono y esa cara me daba la impresión de que era algo realmente grave, lo suficiente para asustarme.
- ¿Qué es? – pregunté con un nudo en el estómago.
No estaba segura de si quería saberlo. El solo pensar que me quedaría siega me hacía replantearme todo en la vida… Aún no había visto lo suficiente. Ni de mi vida, ni de mi familia.
- Tú me aterras – continuo finalmente – No he encontrado nada ¡Nada! Que explique tu situación, ni un mínimo asomo del asunto. No tienes ningún problema de visión ni de distinción de colores, nada de genética familia que explique el cambio inesperado de color en el iris… ¡Ni siquiera necesitas lentes! Es extraño. Todo parece normal y bien a excepción del cabio repentino de colores ¿Dices que sabes cuándo pasa?
- Sí, duele – afirmo.
- También está la hipersensibilidad a la luz solar y los excesivos dolores de cabeza.
Asiento.
Hace mes y medio que no puedo salir una mañana tranquila sin llevar lentes. Un simple asomo de luz solar a mis ojos basta para decir que es como si me los sacaran de las cuencas con un bisturí a sangre fría. Y ni hablar de los dolores de cabeza. Hubo una o dos veces en el que mi cerebro no lo soportó más y caí inconsciente por tres días seguidos.
La primera vez que sucedió estaba en el bosque. Había encontrado una extraña talla en uno de los arboles con la forma de una espada con varios símbolos en el filo. Cuando me acerque lo suficiente para verla me caí golpeándome con el tronco y desperté con la vista borrosa – o eso es lo que recuerdo - . Creí que se pasaría, pero después de tres horas empecé a preocuparme.
Cuando volví a casa y desperté al otro día, corrí las cortinas y la luz del sol estallo literalmente en mis ojos. Me retorcía de dolor con tan solo mirar la ventana y no sabía a qué se debía. Creí que simplemente me estaba enfermando, pero después de medio mes sin poder mirar el sol directamente estaba en casa de mi amiga Lara celebrando su cumpleaños número dieciocho y entre al cuarto de baño a lavarme de la cara con un poco de pastel que me había salpicado a fuera. Fue cuando lo note ¿Y cómo no hacerlo?
Siempre. Toda mi vida, mis ojos han sido marrones. Nunca ningún cambio, nunca nada raro. La mitad de mis familiares tienen el mismo color de ojos marrones y la otra mitad, la de los extranjeros, son verdes. Pero esa noche, al verme al espejo, el iris de mi ojo izquierdo estaba dividido entre el color natural suyo y un gris metálico que no había visto jamás. Parecía cristal.
Después de eso me dedique a investigar sobre mi genética familiar y descubrí que en ningún caso, hasta donde se podía escarbar, uno de nuestros parientes ¡Jamás! Tuvo algún fenómeno extraño relacionado con los ojos, ni siquiera la pigmentación de otro color diferente de un ojo. Nada.
E ahí la explicación de mi presencia aquí. Y para mi decepción, nada ha podido explicar mi caso.
- También supuse que podría ser algo cerebral, un tumor o cáncer – dije – Pero mi décima y última ida al doctor me han dejado bien en claro que tanto mi cuerpo como mi cerebro están en perfecto estado, y como usted, no tienen idea de a que se deba nada de esto.
- Es desconcertante.
- Dígaselo a la persona que vive a base de ibuprofeno y gafas de sol sin una explicación coherente o lógica – dije con un ligero tono de antipatía.
Me baje de la silla reciclable y recogí mis cosas.
- Gracias por todo, doctor Benson.
Me puse la americana azul de Ethan y le sonreí amablemente tomado las gafas.
- Insisto en que me llames Thomas. Y no me agradezcas, no he hecho nada en absoluto que puede ayudarte a excepción de las gotas para el ardor. Cosas simples apara algo complicado.
- No se preocupe, no es su culpa. Ya se sabrá algo o simplemente se ira. Eso espero. De igual forma si no hay mejoría volveré dentro de dos meses. Hasta entonces, gracias y adiós… Thomas.
Me puse las gafas de sol y sonriendo me di la vuelta para salir del consultorio del mejor oftalmólogo de Georgia, Thomas Benson.
- Adiós, Alessa.
Ethan estaba sentado en el pasillo del edificio de oftalmología avanzada de la ciudad esperando que al fin nos pudieran dar una simple noticia de mi situación. Se veía más nervioso de lo normal y me pareció que susurraba algo inteligible, aunque no estaba segura.
- ¿Qué pasa Ed?
Mi hermano levanto la vista de un salto y pude vislumbrar en sus ojos, marrones, un ligero aire de esperanza.
Amaba a Ethan. Me cuidaba lo suficiente como para ser mi padre y se preocupaba demasiado como para ser mi madre, y eso es en lo que se había convertido desde que mis padres habían muerto en un accidente de auto hace años. Yo tenía tres y él trece.
Desde entonces me cuida como a nadie, es sofocante pero muy tierno. Y me preocupa no traerle noticias, pues creo que le va a dar un infarto en cualquier momento.
- ¿Entonces? – dice a la espera. No sé por qué, pero me parece sobre exagerada su preocupación y esperanza. Casi está rezando.
Me suena a que sabe algo que yo no.
- Nop – digo encogiéndome de hombros – Nothing.
Ethan deja caer su cabeza contra la translucida pared detrás de él y cierra los ojos, pensando. Una chica con bata de laboratorio pasa en ese preciso momento y se queda viéndolo más del tiempo necesario, hasta que me ve y huye.
“¡Ja! Cree que soy su novia”
No me impresiona demasiado. Ethan no parece específicamente de veintisiete años, se ve más joven y gracias a la buena genética de la familia Reyes, es guapo. Moreno y de complexión ancha y fuerte, alto y rubio, ojos marrones y cara delicada como la de un español. Sumándole los vaqueros ajustados, camisa blanca que resalta sus facultades atléticas y las Converse que le dan un aire más juvenil… Mi hermano mayor es un completo galán.
Yo no me quedo muy atrás. Tengo la cara de una chica del apellido Reyes, española como toda la descendencia familia procedente de allí, pero con el cabello y anatomía de una Withmood. TODAS condenadas a ser delgadas y de abaja estatura, con el cabello oscuro y caderas muy anchas.
Se puede decir que Ethan y yo somos la combinación más rara de ambas familias. Pero me gusta así.
Ethan Alessandro y Alessandra Sofía Reyes Withmood.
Total combinación de la región Europea y Americana.
Los únicos de la familia.
- No puede ser… - susurra él después de unos largos minutos de silencio – No puede ser cierto.
Frunzo el ceño.
- ¿Ed?
- Ah.
- ¿Qué has dicho?
Ethan se levanta lentamente del suelo y maldigo medir solo uno sesenta y siete. Me obliga a levantar la cabeza.
- Nada ¿Tienes todo? Vámonos a casa.
- ¿Hay algo que debería saber?
Menea la cabeza apretando los labios.
- Mm… No – se asegura de que tenga los lentes bien puestos y me pone “Por precaución” una gorra de béisbol en la cabeza. Exagerado - ¿Lista?
- Sí – digo con inseguridad mientras le sigo el paso hacia los ascensores.
- Bien.
- ¿Estás seguro de que no tienes que decirme algo?
- No ¿Por qué lo dices?
Ahí está… Eso era todo. Me está mintiendo, y lo sé porque cada vez que lo hace frota el colmillo con su lengua. Y es justo lo que hace ahora.
- Por nada. Vamos.
Decido no indagar más. Después vería de qué se trataba, pero por ahora lo dejaría tranquilo.
Aunque no podía sacarme de la cabeza la suposición de que lo que me estaba ocultando… No era nada bueno.
...