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La Educación


Enviado por   •  8 de Febrero de 2012  •  454 Palabras (2 Páginas)  •  380 Visitas

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La educación

La educación, bendita educación que ha traído grandes cambios ambiciosos en función de tener un futuro elegante. Lo cierto es que ¿para quién?, ¿para los alumnos, maestros o padres? Hemos iniciado el nuevo siglo teniendo sobre la mesa una abultada carpeta de asuntos pendientes, que piden pronta solución. Se vislumbra un panorama desconcertante, perece que es un camino que, de un de repente se divide en tres y cada quien se dirige a lo que le conviene. En la actualidad vivimos o queremos vivir como en los países completamente desarrollados donde muchos padres realizan grandes sacrificios para asegurarse de que sus hijos reciban una buena educación, pretendiendo dar todo y exigiendo al gobierno, de ahí que, entre más se le dé al padre mas desobligado se hace.

Por otro lado, la educación no debe referir a los niños como materia prima para el logro del progreso económico de una nación. Debe tomar en cuenta y preocuparse por el desarrollo de todos los aspectos del estudiante dentro del aula, física, intelectual, emocional y espiritual sobre todo con comodidad dentro del aula para que él o ella vivan creativamente y felices como parte del todo. Refiriendo esto a las condiciones deplorables de las aulas de clase que en estos tiempos ni un miserable abanico se ve en las aulas, los alumnos que son el futuro se desvanecen en plena clase por las altas temperaturas. Si bien es cierto se dota a las escuelas de infraestructura pero no en su totalidad de igual manera las TICS. Que estas las vemos en el medio urbano mientras que en el medio rural se carece. ¿Llegará el día en que tengamos y lo sepamos todo para ser competentes en este mundo globalizado? ¿Estamos listos o preparados?

La educación de hoy está engranada para producir especialistas, el profesor ha de prepararse no para un mejor pasado ni un buen futuro sino en el aquí y el ahora para lograr la libertad que consiste pues en obrar según las reglas de nuestra propia razón, como si existiera una legislación suprasensible. Es decir, “el hecho de que el hombre sea consciente de que puede hacerlo porque debe, abre en él un abismo de disposiciones divinas que le hace experimentar una especie de estremecimiento sagrado, frente a la grandeza y a la sublimidad de su verdadera vocación”.

Esto exige “un corazón nuevo y un espíritu nuevo” y si una persona cambia su modo de pensar, sus motivos y su propósito en la vida, tendrá otro estado de ánimo o disposición, una fuerza moral nueva. El que modifica su proceder de vida consigue una “nueva personalidad que fue creada conforme a lo que es natural (deber ser) en verdadera justicia

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