La Paz

La paz: ¿es la ausencia de guerra?

Pese a los múltiples supuestos, la mayoría de los estudiosos de B. Traven coinciden en su fecha de nacimiento, el 3 de marzo de 1890, en Chicago Illinois, Estados Unidos. Y datan que el 26 de marzo de 1969, a la edad de 79 años, B. Traven muere en su casa, en la Ciudad de México. El 27 de marzo sus restos fueron cremados, para finalmente, ser esparcidos en la frontera sur, en el río Jataté en la selva de Chiapas; lugar que inspiró sus novelas, sobre todo las del Ciclo de la caoba.1

B. Traven se ha caracterizado por su apasionada denuncia social, que a través de una minuciosa descripción, muestra los males y dilemas que enfrentan sus personajes (el indio).2 En específico en La Rebelión de los colgados, pone en evidencia el trabajo forzado, así como de las injusticias de las que son víctimas los colgados.

El presente ensayo está relacionado al tema de la paz, aun cuando nuestro escenario sea una atmósfera adversa como la de los colgados. Y más aún, ¿Cómo conseguiremos la paz si muy pocos la ponen en práctica? Cuando pensamos en la Paz, lo primero que se nos ocurre es la ausencia de guerra. Pero la Paz es mucho más que eso.

Quizá pueda sonar utópico tener paz en un mundo lleno de guerra desde hace siglos, un mundo que no nos enseña a perdonar; pero que gracias autores como B. Traven hay historias que nos pueden hacer conscientes de lo que se ha hecho en el pasado para no repetir la misma historia.

Es impactante como hoy en pleno siglo XXI, en la era del conocimiento, en esta época de constantes cambios y automatización, después de tanta modernización, a casi 100 años de aquellos escenarios de esclavitud y castigos que describe B Traven, siguen existiendo ejemplos diarios de maltrato a trabajadores, condiciones infrahumanas de trabajo, violación de los derechos de las personas, racismo y tan marcadas clases sociales; con la gran diferencia de que ahora reciben otro nombre y los actores tienen otras etiquetas, pero al final son la materia prima de las guerras.

Si reflexionamos un poco nos daremos cuenta que el mayor mal hoy día no es el dinero, las pocas oportunidades o el gobierno, es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, pobreza y enfermedad, pero como vamos ayudar otro, si no podemos dar lo que nosotros no tenemos.

Además es irónico que la paz se quiera alcanzar con ejércitos y armas o levantamientos y manifestaciones violentas, cuando sabemos que esto, solo genera ambientes de inseguridad, de ira, de miedo como lo mostraban los “indios” en la rebelión de los colgados. En un entorno hostil, la gente aprende a vivir como Cándido […] que trabajaba, comía, se acostaba, se levantaba, volvía a su trabajo, comía nuevamente, se acostaba se levantaba… Apenas hablaba, iba viviendo como un autómata [pág. 180] y es lógico con tales condiciones, además podríamos pensar que sería imposible sentir paz en ese ámbito, pero la paz empieza por el interior.

Y precisamente, considero que para lograr una educación para la paz, si tenemos en cuenta que es el proceso de adquisición de los valores y conocimientos, así como las actitudes, habilidades y comportamientos necesarios para conseguir la paz, entendida como vivir en armonía con uno mismo, los demás y el medio ambiente; no podemos seguir enfocándonos en los casos catastróficos sino en las alternativas que tenemos y que podemos realizar desde nuestro espacio, para lograr esta paz tan anhelada por muchos.

Teresa de Calcuta lo vivía y decía: "La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias."3 Así que comencemos la paz con una sonrisa, y de esto podemos representar con muchos otros casos que nos demuestran formas de conquistar la paz desde

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