La Paz
liliana_wwwTesis25 de Agosto de 2014
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La paz
En La Habana –y también en Colombia- de lo que se trata es si los contrarios, que lo han sido hasta aquí y lo son aún, son capaces de convertirse en complementarios, si se atreven a cambiar los paradigmas.
El quid de la diferencia entre ‘santistas’ y ‘uribistas’ radica en esto, en que los primeros conciben la paz como una construcción colectiva y consensuada entre la política, la sociedad y los diferentes actores del conflicto –Estado, guerrillas, militares, autodefensas, y un largo y difuso etc.etc.-, mientras que los ‘uribistas’ conciben la paz como la victoria del Estado sobre los alzados en armas y punto, no hay más de que hablar.
Los pronunciamientos públicos de las Farc –sobre todo los que vienen del monte, los de La Habana están tamizados obviamente por la diplomacia- se identifican con el ‘todo o nada’ ‘uribista’ y no con el ‘acuerdismo por la paz’ sobre el cual predica el ‘santismo’. Coinciden sustancialmente ‘farianos’ y ‘uribistas’ en el hecho que conciben la paz como la victoria del uno sobre el otro, de los ‘nuestros’ sobre los ‘suyos’, a partir de la destrucción del otro, no de la construcción con el otro. Lo que iguala al ‘uribismo’ con las Farc es el acento puesto en las palabras clave de sus discursos: victoria y derrota, todo o nada. O dicho de otro modo, para el enemigo nada, ni justicia. O si se quiere, justicia como venganza, como ley del talión.
No es casual entonces que para triunfar en las recientes elecciones presidenciales el ‘santismo’ haya necesitado entre otros votos de los votos de izquierda, incluso de los votos de izquierda más cercanos ideológicamente con las Farc. Es que la izquierda no fariana es la más directamente perjudicada por la persistencia del conflicto armado, y la que se beneficiaría enormemente en sus posibilidades de crecimiento y acceso al poder si logra sumar a su frente amplio de izquierdas a los dirigentes de la guerrilla devenidos en actores políticos dentro de la legalidad. Esto explica la aparente contradicción que explota políticamente el ‘uribismo’ cuando sabotea el proceso de La Habana calificándolo de la búsqueda de un acuerdo entre ‘santistas’ y ‘castrochavistas’ para repartirse el poder, con la bendición de Cuba y Venezuela.
Lo anterior no hace de los ‘santistas’ ángeles de la paz ni a los ‘uribistas’ demonios de la guerra. Sencillamente, se trata de dos caminos diferentes en pos del poder, y de eso se trata la política, no de otra cosa, ni siquiera cuando estallan las guerras, ni tampoco cuando se exploran caminos hacia la paz.
Dicho esto, ni la guerra es el único fin en el que debieran concentrarse los discursos ‘uribistas’ –tampoco las Farc- ni la paz debiera ser el único propósito que oriente las políticas de los ‘santistas’ –ni de los izquierdistas amigos de la paz. Mal que nos pese, las guerras, los conflictos armados, la violencia, son expresiones de los desencuentros y las rivalidades sociales. Son los males que afloran a la superficie y se encarnan en los seres humanos y sus comunidades los que nos obligan a buscar soluciones, y entre las soluciones, las mejores, y entre las mejores las que minimicen los costos para la sociedad y sus integrantes.
Si aceptamos por un momento que ni la paz es un bien en sí mismo, ni mucho menos la guerra lo es, y comenzamos a percibir a quienes ven la realidad desde puntos de vista e intereses distintos a los nuestros, no como contrarios en sí de una vez y para siempre, sino como potenciales complementarios que hoy no lo son pero podrían llegar a serlo mediando circunstancias y acciones adecuadas de parte y parte, dedicaríamos más de nuestros esfuerzos a buscar los acuerdos y menos de nuestro tiempo a perseguir la victoria.
En otras palabras, no se trata de que los
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