La migración humana

Migraciones en el mundo

La América anglosajona (Estados Unidos y Canadá) y Europa occidental (la Unión Europea y los países que conforman la EFTA) suman conjuntamente cerca de 900 millones de personas, un 11,6% de la población mundial.

Ese 11,6% de la población genera conjuntamente (en partes prácticamente iguales) un 51% del PIB mundial. Es decir, una cuarta parte de la economía mundial está en Norteamérica y otra cuarta parte en Europa occidental, sumando ambas poco más de una décima parte de los habitantes del planeta. Si sumamos algunos países fuera de estas áreas con rentas altas, como Japón, Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda (el primer mundo), la ecuación se vuelve aún más descompensada. Pero me ciño a Europa y Norteamérica en el análisis.

Norteamérica, vinculada a la corona británica, que patrocinaba las expediciones para poder encontrar mercancías que exportar de regreso a Europa, es un subcontinente de inmigrantes que llegaron de todas las partes del mundo, especialmente europeos que, a su vez, llevaron esclavos africanos para trabajar en las plantaciones de tabaco y café, y que hoy son denominados afroamericanos. Sin embargo, los habitantes realmente oriundos de Norteamérica eran los Sioux, los Apaches, los Cheyennes, los Cherokees, los Wichitas y muchas otras tribus que fueron engañadas, marginadas y privadas de sus tierras por los colonos europeos. Hoy en torno a 2,5 millones de estos indios (muchos fueron integrados en la sociedad americana), la mayoría viviendo en reservas, ocupan el 2,3% de la superficie de los Estados Unidos, lo que se traduce en que los nativos americanos fueron privados del 97,7% de sus tierras. A ninguna tribu se le concedió el derecho de conservar sus tierras ancestrales y todos los habitantes fueron desarmados. Aunque la pregunta en si parezca un absurdo, ¿qué derecho moral avala que los estadounidenses actuales se autoasignen la propiedad de su propio país?

Remontándonos un poco más, entre el siglo XV y hasta prácticamente finales del siglo XX, los europeos llevaron a cabo lo que se conoce como colonización, primero de América (españoles, portugueses, ingleses y franceses fundamentalmente), después de África (ingleses y franceses, seguidos de portugueses, belgas, holandeses, alemanes, españoles e italianos) y después del resto del mundo. El colofón de la colonización fue la Conferencia de Berlín de 1885, en la que trece países europeos (Alemania, Francia, el Imperio Británico, Portugal, Holanda, el Imperio Austro Húngaro, Bélgica, Dinamarca, Italia, España, Rusia, Suecia y el Imperio Otomano) y los Estados Unidos acuerdan el reparto de lo poco que quedaba sin colonizar. Ese reparto fue a la postre una de las causas del conflicto árabe-israelí, del conflicto indio-pakistaní, de las guerras tribales en África, y de las dos guerras mundiales en las que las colonias, ajenas a la avaricia del hombre blanco, se vieron arrastradas sin tener nada que ganar y mucho que perder.

La colonización supuso para el resto del mundo arrasar sus culturas, la imposición de las religiones e idiomas europeos en detrimento de los suyos autóctonos, esquilmar sus recursos, el empobrecimiento generalizado, el tráfico de esclavos con fines lucrativos y, finalmente, el establecimiento de fronteras artificiales que a la postre trajeron guerras que hoy perduran y, en gran medida, los desequilibrios sociales, con una clase dirigente formada por los descendientes de los conquistadores en las élites del poder y las finanzas, y que son la fuente de la mayoría de los conflictos y guerras en África y en América Latina.

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