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Las paciones y los intereses

Edgar DragneelEnsayo11 de Octubre de 2021

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Resumen del primer capitulo del libro “Las paciones y los intereses”

Al comenzar el libro, se nos lanzan interrogantes cuestionables entre lo que antes los filósofos consideraban como debían ser los hombres o como querían que fueran, esta interrogante nos abrió las puertas para analizar como es que el capitalismo, con ayuda de los tres vicios que llevan a la perdición al hombre, ha podido tomar lugar en nuestra sociedad, tanto político como avance social económico.

La primera parte nos cuenta cómo los intereses (supuestamente racionales, previstos e inofensivos) fueron llamados a contrapesar las pasiones (supuestamente irracionales, indisciplinadas y nocivas). Durante el siglo XVII se creía que la filosofía moralizadora y los preceptos religiosos no eran suficientes para restringir totalmente las pasiones destructivas de los hombres. Como alternativas, surgió la confianza correctiva del Estado para reprimir las pasiones (Hobbes) y, por otro lado, la visión de aprovecharlas para el bien general (Blaise Pascal, Giambattisa Vico, Bernard Mandeville, Adam Smith, G. W. Friedrich Hegel...).

Por la naturaleza misma de los seres humanos inquietos, apasionados y compulsivos, estas soluciones no surtieron efecto, surgiendo, así, una tercera vía: las de las pasiones que sustituyen a otras más peligrosas, redundando en el beneficio general. Spinoza fue quien señaló esta idea, sin pretensión alguna de trasladarla a la moral práctica o la política. Bacon, Hume, Mandeville o Helvecio se refirieron a esta pasión compensatoria, utilizando, este último, la noción de "interés" para designarla.

Visto desde un punto empresarial, el FODA es el análisis que nos permite conocer nuestras virtudes y defectos de nuestra empresa, tomando esta ilustración de ejemplo podemos encontrar que el análisis explicado en la primera parte nos ayuda a entender que estos “vicios” podemos analizarlos como un FODA para poder sacarle provecho a las desventajas que tenemos como seres humanos pecaminosos, como se decía en la antigüedad.

No se descarto la presencia de un ser divino ya que como lo explica Giambattista Vico al mencionar la existencia de una divina providencia, con eso podemos extraer que realmente un ente superior a lo que podemos comprender, ha visto mas haya de como nosotros vemos y ha considerado de manera razonal como podemos aprovechar estos aparentes defectos. De este modo se empezó a considerar el aprender a controlar nuestras paciones para poder generar intereses que hagan sobresalir a la sociedad.

Aquí encontramos otro punto interesante debido a que este autocontrol, de una forma sirvió para los interese como sociedad, para poder prosperar, poder encontrar un punto de equilibrio entre ambición y ambición, de esta manera las ideas que existían en la antigüedad de satanizar los vicios, quedaron atrás, pero para reformarse, ya que nunca se ofendieron estas ideas, solo se retomaron y transformaron para generar un crecimiento con ayuda de las debilidades humanas.

Finalmente, de Hamilton o Madison, se obtiene una guía para la separación de poderes y la posibilidad de "contrarrestar ambición con ambición". Así, las nuevas formulaciones abogaron por los efectos favorables de guiar los comportamientos (tanto privados como públicos) siguiendo los intereses -cada vez más centrados en lo económico- oponiéndolos a lo calamitoso de las pasiones. Esta oposición que -cree Hirschman- apareció por primera vez en un escrito de Henri de Rohan4, se utilizó profusamente, y el interés propio sirvió para explicar la naturaleza humana, una vez juzgada destructiva la pasión e ineficaz la razón. Una de las ventajas del supuesto de uniformidad en la naturaleza humana (una naturaleza humana uniforme en la que el interés es una motivación dominante) era su carácter previsible, ventaja especialmente predominante cuando se combinaba con las actividades económicas, pues se esperaba que se crearían comunidades más cohesionadas (por ejemplo, el aumento de comercio exterior disminuiría las guerras). Frente a la inconstancia de los comportamientos apasionados, que podían llevar al pesimismo, cuando se trataba de crear un orden social (Maquiavelo, Hobbes, Locke), con la persecución del interés se esperaba que los hombres fueran perseverantes y metódicos. Esta idea ayuda a entender la identificación de este interés con la pasión del amor hacia el dinero, que tanto intrigara a Hume, Montesquieu o al Dr. Johnson. Además –nos hace notar Hirschman- leyendo a Georg Simmel, encontramos observaciones reveladoras que hacen ver "la inmunidad" del dinero frente al desencanto, cuando su acumulación se convierte en un fin. Así pues, el "obstinado" deseo de ganancia se convierte en la virtud de la constancia, con una cualidad adicional: la inocuidad. Esta característica fue poco estudiada anteriormente, pues, a pesar de la valoración positiva general del "amor por la ganancia", el ideal aristocrático del XVIII desdeñaba, en cierto modo, las actividades lucrativas. Así su influencia en grandes logros o cambios se consideraba menor. La adquisición de riqueza conducida racionalmente, empezó a ser vista como una pasión tranquila, que, al mismo tiempo, era fuerza para sustituir a otras turbias. En esta narrativa, la ventaja era un mundo gobernado por el interés. Su predictibilidad frente al capricho de las pasiones, favorecía el orden social. Para Hume, mientras que pasiones como la envidia y la venganza son transitorias, el amor de ganancia es universal.

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